Capítulo 1: Hielo

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 1: Hielo.

Visitaba la aldea cada cierto tiempo con un obsequio para su pequeña protegida, la excusa era perfecta para acercarse y enterarse si la extraña joven miko, compañera de Inuyasha, había regresado. No es que le importara, la verdad ni le interesaba, sólo quería saber, comprender, cómo es que de pronto, así, sin más, ya no estaba junto a su hermano ni al grupo de inservibles amigos que buscaban los fragmentos de la perla y a Naraku. Claro que se enteró que había sido absorbida por el Meidou y que su patético hermano había ido a salvarla, más, sin embargo, después de varios días sólo Inuyasha había regresado. Y todos lo habían aceptado. Ella ya no estaba.

No, no le interesaba, claro que no, estúpidos y débiles humanos, ni siquiera gastar una milésima parte de su pensamiento en ella. Regresó a las batallas y a destruir youkais enemigos, era su disfrute, jugar y torturarlos primero, luego su golpe final matándolos sin piedad, sintiendo y creyéndose todo poderoso, porque de verdad lo era, había superado a su propio padre y si aun estuviera Sounga él sería el único que podría utilizarla. Pero ya no era lo mismo, no era el Sesshomaru que asesinaba a diestra y siniestra tanto a youkais, animales y sobre todo humanos. Y lo disfrutaba, cómo lo disfrutaba, saboreando la sangre fresca que quedaba entre sus fuertes garras. Ahora ni siquiera se acercaba a los débiles ningen. Aunque le costara admitir, sólo para él, claro esta, tenía cuidado de los humanos. Por Rin. Sólo por ella. O quizás ¿la miko?

Diablos, otra vez la miko. Atrevida y escandalosa. Arrogante y media demente. Osada y valiente. Nunca olvidaría cómo se enfrentó a él de igual a igual la primera vez que la vio. Y las veces que le siguieron. La odió, la odió por ser como era, la odió por ayudar a su hermano, la odió porque lo vio a él siendo derrotado una y otra vez por Inuyasha. Y luego, Rin apareció. Tan similar a ella, casi exactamente igual a ella.

- Amo bonito ¿hay algo que lo preocupa?

La dejó estar con él, era una chiquilla, una humana aborrecible pero apenas una cachorra. Con el tiempo entendió a su bastardo hermano por qué siempre protegía a su atrevida compañera. Él también quiso proteger a Rin, se sentía extraño cuando lo hacía, se sentía poderoso, orgulloso, pero no el orgullo altanero de antes, se sentía, como su padre.

- Si necesita hablar con alguien....

Sus ojos dorados se enfocaron entre la espesura del bosque, más allá y su agudo olfato percibió un aroma que él hacía años no sentía, su mente tardó milisegundos en reconocer a quién le pertenecía, se puso de pronto de pie y Jaken, su fiel sirviente que insistía en hablarle, casi cayó al suelo y miró contrariado a su amo.

El daiyoukai se echó a correr, su rostro ya no estaba impasible, como la mayor parte del tiempo estaba, su sirviente se aferró a mokomoko antes de ser abandonado y se preguntó, ahora de forma interna, qué había sucedido para que después de mucho tiempo, su amo corriera como si la vida se le fuera. Corrió, corrió como el viento y después se detuvo en seco. Lejos aún estaba, los grandes árboles y matorrales no impedían ver con su aguda mirada, se quedó como una estatua, mientras Jaken caía ahora al suelo con la repentina carrera que el Lord llevaba.

La vio, la vio saltar del pozo y ser abrazada fuertemente por su hermano. Ella le correspondió de la misma forma atrevida, parecían fundirse con sus cuerpos, era algo totalmente desagradable ver tanta cercanía de esos dos. Pero sintió como su pecho nuevamente se alteró y sus ojos se abrieron de par en par un poco más de lo normal, sintió un gusto extraño en la garganta, tragó y le costó.

Fuego en el Hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora