Capítulo 3: Confusión.

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 3: Confusión.

Le dolía indescriptiblemente aquel órgano que jamás creyó tener y que por siglos se lo confirmó, hasta que ella apareció en su aburrida vida. Le lastimaba ahora como si se estuviera resquebrajando y cada minúsculo trozo roto se clavara lentamente en su pecho. Tragó y sintió un retrogusto amargo en la garganta, se detuvo en seco y notó que temblaba ¿Qué era eso? Ni con Kagura cuando murió se había sentido de esa forma, aquella vez había sentido rabia y también pena por su injusta muerte y gracias a eso su Colmillo Sagrado también había cambiado, lo cual le sirvió para vengar en algo su tonta muerte. Pero esto, esta mezcla de emociones lo abrumaban y le dolían como nunca. Cerró los ojos y recordó aquellas palabras hirientes de la Miko dichas con desesperación a su medio hermano. No lo podía creer, si momentos antes ella había respondido a sus besos y caricias. La Miko había preferido estar con Inuyasha, en lugar de él.

- Ya veremos...- Volvió a murmurar, cuando de pronto sintió el sabor de sus besos dulces y cálidos en su boca.

Se pasó un dedo por los labios y luego se saboreó con la lengua. Un beso. Un beso jamás lo había dado, alguna vez hacía mucho tiempo alguien se había atrevido a besarlo sin su consentimiento. Fue desagradable para él y esa persona ya no existía. Le llamó la atención que los humanos demostraran afecto de esa manera, luego confirmó o más bien puso atención a las parejas en las aldeas o mitad del bosque. Se sorprendió que al contrario de lo desagradable para él y los youkais en general, los humanos sí lo disfrutaban y además, generalmente, era el preludio para un acoplamiento.

Deseó probar con la Miko, si los ningen demostraban afecto de esa forma, era lo apropiado para hacerle saber a ella que le importaba, ya que era innegable que la humana lo atraía de una forma misteriosa y poderosa, y había notado, además, que en los últimos días no le era del todo indiferente a ella. Y el beso que una vez él recibió, se lo dio a la Miko que en un principio lo rechazó, sintiendo tal vez el mismo pesar y desilusión de la persona que se le dio siglos atrás, pero persistió y finalmente ella le respondió, y Sesshomaru había sentido que era el daiyoukai más poderoso, porque su respuesta, había sido como la victoria en la más dura de las batallas. En ese momento, él casi perdió el control... y la Miko también.

Miró al cielo azul de la mañana, limpio y refrescante y luego sonrió un poco. No se iba a dar por vencido, necesitaba estar con ella, necesitaba tenerla y poseerla, no sabía porqué ni qué era eso que estaba sintiendo, sólo sabía, que no se daría por vencido, ya que había sentido el gusto de la victoria y deseaba sentirlo no una vez, infinitamente más.

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Nadie entendía lo que había sucedido y por más que preguntaran la muchacha sólo atinaba a sollozar. Inuyasha observaba angustiado a Kaede y a Sango y ninguna fue capaz de justificar la actitud de Kagome. Finalmente ella se quedó dormida echa un ovillo, con Inuyasha a su lado acariciándole los largos y aún húmedos cabellos.

Rin entró trayendo más agua y miró muy preocupada a la joven Miko mientras dormía, luego dirigió la vista a la anciana Kaede.

- Quizás se enfermó, como yo.

La anciana Miko negó con la cabeza mientras Inuyasha la observaba angustiado.

- No... no esta enferma, algo ha pasado... apenas siento su reiki, esta muy debilitado.

- Hace días esta extraña...- Agregó Sango, que había dejado sus hijos a cargo de Miroku-... no quiere decir nada.

- Eso es cierto- Dijo la anciana- Tal vez es porque te extrañaba, Inuyasha, quizás es eso y ya cuando despierte y vea que estas a su lado, se recupere.

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