C. 01

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•• ┈┈┈ ••ᴍᴀᴅᴀʜɪɴᴀ•• ┈┈┈ ••

Perdón por aprender a quererte en tan poco tiempo, pero es que encajaste perfectamente con lo que nunca busqué, pero siempre necesité.

Perdón por aprender a quererte en tan poco tiempo, pero es que encajaste perfectamente con lo que nunca busqué, pero siempre necesité

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—Tú puedes estar embarazada, Hinata—aceptó su esposo con frialdad—pero nosotros no vamos a tener un hijo, como dices. Ese hijo que llevas en el vientre no es mio.

Ella miró a Madara como si se hubiera vuelto loco. Acababa de darle la noticia más maravillosa que una esposa puede dar a su marido. Había estado en un estado de euforia desde que vio al doctor esa tarde y él concluyó sus sospechas de que tenía seis semanas de embarazo.

Quiso decírselo desde el primer momento; Sintió deseos de correr a su oficina, para darle la noticia, pero comprendió que ese no era el sitio adecuado para decir que iba a ser padre por primera vez. Decidió que una cena a la luz de las velas, en su propia casa, sería un ambiente más adecuado para la gran revelación.

Las velas seguían ardiendo en la mesa; las rosas que adornaban el centro de ella seguían despidiendo un aroma muy dulce, y ella seguía teniendo puesto el vestido negro que había elegido para tranquilizar a Madara y convencerlo de que las mujeres embarazadas podían seguir siendo muy atractivas.

¡Así que no podía creer que hubiera dicho lo que pensaba que había dicho! No podía haber dicho eso... ¿o sí?

Sin embargo, cuando notó la frialdad de su mirada, la posición arrogante de su cabeza, la sombría expresión de sus bien dibujados labios, comprendió que había dicho lo que a ella le parecía escuchar.

Sabía muy bien que nunca habían discutido la posibilidad de tener hijos, pero aun así...

—Madara...

— ¿Sabes, Hinata? —Continuó él con altivez—Yo no soy capaz de procrear un hijo, ni contigo, ni con ninguna otra mujer.

Bebió el vino con lenta deliberación, con las cejas arqueadas y la mirada interrogadora clavada en ella.

Hinata debía desmayarse, gritar, hacer cualquier cosa menos quedarse allí sentada, mirándolo como si se hubiera convertido en una estatua de piedra. Todavía no podía creer que Madara estuviera negando a su propio hijo. Tenía que ser una broma, una broma de muy mal gusto... pero, ¿qué otra cosa podía ser?

— ¿Me oíste? — preguntó él con tono mordaz—Te dije...

— ¿Quieres poner fin a esto? —la voz de ella se había vuelto aguda—¡Basta, Madara! ¡No me parece nada gracioso!

Qᴜᴇᴅᴀᴛᴇ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ | ᴍᴀᴅᴀʜɪɴᴀ ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora