Oscuridad

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La noche aún no llegaba a su fin, las dos lunas en el cielo apenas habían alcanzado su punto más alto.
El cerebro del chico rubio solo procesaba toda la información que tenía, y trataba de ordenarla para lograr idear un nuevo plan.

El grupo de ataque que había enviado hace tan sólo una semana a la capital, apenas y había sobrevivido, de 25 guaridanes que envió, sólo regresaron 8 de los cuales tres sólo estaban vivos gracias a su cobardía.

"Pero desde un principio lo supiste. Sabías que no ibas a lograr nada con ese grupo de ataque" le susurró la oscuridad dentro de su cabeza.

Era verdad, estaba consciente de lo mal armados y preparados que iban aquellos soldados a un campo de batalla minado.
Definitavamente, las cosas no iban como lo había planeado.

- Se supone que hace medio año esto ya no sería un problema. – habló el chico rubio con la voz de su cabeza.

"¿Y de quién es culpa que esto no este resuelto?" le preguntó aquella oscura sombra que habitaba en sus pensamientos.

- De ella... - contesto con un gruñido de furia.

"No no . Tú sabes que no es su culpa. No trates de hacerme creer que la odias, sabes que no puedes mentirme" sintió una suaves garras pasar por las paredes de su conciencia.

No podía negar lo que la oscuridad le estaba diciendo. No era culpa de ella.
Era suya.

Nada habría salido mal si se hubiera apegado a los planes iniciales, pero todo se había arruinado desde aquella primera tarde.
Y todo empeoró cuando comenzó a subestimarla, por dejarse llevar por aquel blando corazón que creía sería fácil de quebrantar.

"Es tu culpa, si la hubieras encerrado aquí en lugar de dejarla en aquel..."

- Silencio...- dijo el chico. Si seguía escuchandolo solo se pondría peor.

Pero como siempre, la oscuridad no se cayó.

"Ella estaría aquí, tal vez incluso ya no habría luz..." .

Después de cinco largos minutos, se dio cuenta de que eran las últimas palabras de aquel ser por aquella noche.
Los pálidos labios del chico dejaron salir un suspiro.

Siempre se preguntaba, que sería de todo esto si la hubiera mantenido con él.
En un principio estaría enojada, ¿quién no lo estaría?. Después de todo lo que tuvo que hacer para llegar hasta ahí, comprendía que lo odiara.
Pero luego... esa inmensa luz que cargaba con ella, se iria apagando poco a poco, dejando paso a su propia oscuridad para que la invadiera.
Habría tenido que cuidarse, no sabía de que era capaz, pero cuando aquello pasara, ambos serían un equipo, ambos pelearían juntos, y ellos ganarían.
Podría tener todo lo que se prometió hace una vida entera atrás, podría tenerla con él, podría ser feliz.

Un dolor de cabeza se apoderó de él. La señal para que dejara de pensar en aquello.

"No..." escuchó de nuevo aquella voz, y al instante todo volvió a quedar en silencio.

Sus pensamientos regresaron a lo acontecido hoy.
Aquel mediocre grupo de batalla no había dejado ninguna baja en el bando contrario.
Los soldados se le iban a acabar en cualquier momento.
Desde un principio sabía que aquello no sería fácil. Y todo gracias a la Vindicta Real.  Aquella organización bajo el mandato del rey, que se dedicaba a nada más y nada menos que a asesinar.

Hacía años atrás, estaba consciente de que elimanar a la Vindicta no sería una tarea fácil, pero a fin y al cabo sólo eran asesinos. Cualquier soldado podría con eso.
Pero incluso, ganandose la confianza de la familia real, los reyes y sus hijos lograron guardarse varios secretos.
No. La Vindicta Real no eran sólo asesinos. Eran el ejercito del rey. Un ejercito entrenado, con las habilidades de un asesino y conocimiento de mil comandates.

- ¿Cómo es que nunca me contó de esto?- habló consigo mismo.

"Si tú tienes secretos... ¿por qué ellos no?" escuchó de nuevo aquella voz. "¿Sabes que haría todo más fácil?" un pequeña pausa "Traerla de vuelta"

- No puedo... - dijo enfadado.

¿Cómo lo sabía? Hacía cinco meses, cuando la desesperación lo comenzó a consumir, bajo de nuevo a aquella ciudad donde una sóla luna vijilaba, con el proposito de traerla de nuevo a él. Pero... ¿con qué se encontró?

Una frontera de protección. Un hechizo que jamás había visto en su vida. Trató de romperlo por casi tres horas, pero no había logrado mover ni un solo lazo de magia.

Al día siguiente descubrió algo incluso más sorprendente.
Aquel hechizo, no era fijo. Estaba atado a ella, a donde fuera, donde ella estuviera, ahí se encontraba la magia.

Así comenzaron las cartas. Cada que ella no estaba en aquel edificio, él dejaba una carta en la mesa de la sala, esperando que las leyera.
Sabía que no lo hacía, siempre que regresaba a dejar la siguiente, se encontraba con una torre cada vez más alta de sobres sin abrir, los cuales comenzaban a acumular polvo.

Instintivamente volvió su mirada al escritorio. Una hoja de papel se encontraba a medio escribir.

Se acercó hasta ahí, y se sentó frente a el escrito.
Un dolor agudo en la frente comenzó a aaprecer conforme más tiempo pasaba frente a aquel escritorio escribiendo esas cartas.
A la oscuridad no le gustaba que hicera aquello porque, aunque le molestará saber esto, escribirle hacía que aquella gota luz que quedaba en él se despertara.
Pero, a pesar de todo, tomó la pluma y comenzó a escribir.

Te tendré de vuelta, mi pequeño rayo de luz...

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2020 ⏰

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