Siempre me he quejado de mi infancia, de la ausencia de alegría, de tonterías, de juego.
Las niñas debemos jugar con muñecas hasta que cumplimos cierta edad que nos empiezan a gustar los chicos, queremos salir de fiesta y nos escondemos para darnos un trago de alcohol que ni siquiera nos gusta, pero las cosas son muy diferentes cuando tienes que pasar el día en simulacros de secuestros, de negocios, cuando tienes clases de defensa personal y ves horrores desde los tres años.
Tomo el vestido salmón de mi inmenso armario para bajar a desayunar. Me deshago de la toalla que me cubre mi cuerpo recién duchado y comienzo a vestirme.
─Señorita Quiz su padre le espera─hablan detrás de la puerta.
Mi padre contrató a Margo para cuidarme desde que nací, ella ha sido mi madre en todo momento, mi amiga.
─Enseguida Margo─le respondo a voces. Ya esta un poco anciana y el oído no le funciona igual de bien.
Cierro la cremallera de mi vestido y voy al espejo para aplicarme maquillaje. En la mesa hay que estar siempre presentable, no se sabe cuando vamos a recibir visitas.
Me doy una última mirada después de ponerme mis zapatos de tacón bajo.
─Regia─murmuro para mi misma.
Mi aspecto no es de una chica con catorce años de edad. Las reglas del maquillaje por mi padre son estrictas, a pesar de no tener mayoría de edad él siempre ha impuesto que las mujeres tienen que estar resplandecientes y eso conlleva maquillaje.
Abro la puerta de mi habitación para salir al gran corredor que lleva a las escaleras. La mansión esta iluminada por el sol que entra en todas las ventanas de cristal.
Me desplazo suavemente y con delicadeza hasta el comedor, yergo la espalda antes de entrar.
─Buenos días ─dulzifico mi voz ante mi progenitor.
─Cuatro minutos tarde ─habla helandome los cabellos de mis brazos.
─Ayer dormi tarde. ─ Me justifico, sabiendo que odia eso.
─No vale justificación ─repite como tantas veces desde que tengo conciencia.
Me siento en el otro lado de la mesa, admirando el banquete que tengo delante. No tengo hambre.
─Vincent quiere pasar por casa a ver unos negocios. Viene acompañado de su hijo ─ comenta y suspiro interiormente.
Vincent es un anciano gordo y con muchas arrugas en su cara, lo peor no es su aspecto de cerdo, sino el carácter ácido que siempre tiene. Cómo si tuviera un palo en el trasero.
Nunca he conocido a su ególatra hijo, sé de él gracias a los rumores pero no he tenido el "placer" de observarlo.
─¿No piensas responderme? ─cuestiona mi padre ganándose mi mirada en su dirección.
─No creo que necesites respuesta ─digo, metiendome un trozo de huevo cocido a la boca. Trago suavemente con el estómago revuelto.
No puedo dejar de comer, nunca sé si será la última vez que lo haga.
Mi papá me brinda una larga mirada, pero vuelve su vista al plato tras no decir nada. Mi respuesta le fue suficiente.
Comemos en un cotidiano silencio y al terminar se levanta de la mesa con un sonoro aplauso.
─¿Debo saber cuál es la celebración? ─mantengo la compostura al decirlo, subiendo un poco mis depiladas cejas.
─Estas castigada ─anuncia y mi corazón se encoge un poco.
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Extras de Riesgo.
RandomHay muchos personajes hermosos y que me encantaría desarrollar, además de para que vean otras perspectivas de la historia. Puedes leerte "Riesgo" sin necesidad de pasarte por aquí. Os quiero Pequeñxs Mentirosxs.