Feliz Navidad

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"¡Feliz navidad!", se gritaba en las calles esa noche en víspera de Navidad, cantaban villancicos y los niños vestían con su graciosa ropita de duende, los abuelos hacían de Santa, mientras yo tecleaba en mi cuarto sin nada que hacer.

-Odio la navidad, ojalá todos murieran -me decía a mí mismo. Así, pasando el día, se me ocurrió una idea que marcaría la vida de muchos...

Mis vecinos, una familia promedio con dos niñatas, una de 8 años y otra más pequeña, de 5 años, que desperdigaban el dinero en Navidad y pintaban una linda y perfecta familia...

-Bah, si supieran cómo su esposo la engaña, cómo su mujer se droga y prostituye a una de las niñas por su dulce vicio, cómo la otra llora de noche mientras su padre la viola... Bah, qué familia perfecta- me decía a mí mismo mientras los observaba desde mi ventana jugar como muñecos de porcelana en la nieve.

Esa noche planearía algo que hiciera mi Navidad algo más a mi estilo, algo más sombría y buena quizás... Ya era más de las 6 cuando empecé lo planeado... Me puse mis botas negras, mi chaleco rojo con pantalones a juego y un apestoso gorro de navidad que terminara mi atuendo.

-Oh, pero qué bonito Santa Claus, jo jo jo- me reí para mis adentros, me puse mi barba cubriendo bien mi rostro por si las cosas no salían bien y me dispuse a salir a la calle.

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Fui de casa en casa, deseando la feliz Navidad a todos -para no crear sospechas- hasta que llegue a su casa, a la casa de mis vecinos hipócritas. Abrieron y me invitaron a entrar.

"¡Feliz navidad niñas!", les decía mientras les daba vueltas en el aire a una. Entonces fue cuando empecé a jugar con la familia. Tomé un cuchillo que tenía en mi barba y se lo lancé a la madre justo en la cabeza, matándola en el impacto. Las niñas gritaban.

-No griten, mis dulces duendecillas, que será peor.

Entonces les corté la lengua y les arranqué los labios lentamente, luego se los hice comer. Me pareció divertido. Su padre, ese tipejo, bajó del segundo piso y se me abalanzó encima viendo la escena; le partí las piernas y brazos rápidamente, así no podría moverse ni volver a tocar a nadie nunca más para hacerle daño. Lo dejé que viera cómo violaba a su esposa ya muerta, cómo le cortaba su pene y se lo hacía comer.

Él sollozaba como una marica -estaba absorto de la felicidad con tanta belleza en mi Navidad-. Las niñas me veían sentadas en una esquina, inmóviles vieron cómo le metí el cuchillo por el ano a su padre, como moría desangrado, entonces tomé a la más pequeña, la senté en mis piernas, mientras su padre daba sus últimas bocanadas de aire y la degollé sin mucho dolor.

Ella no tenía la culpa me dije. La mayor... Oh, esa corrió, le dije que no se moviera, por qué me hizo eso...

La violé, la violé con todo lo que se me ocurrió y la asfixié lentamente. Después junté los cadáveres y aprecié mi obra de arte.

-Qué hermoso panorama- me dije. Me quité mi traje de Santa Claus y justo en ese instante entraron las patrullas a la casa. Me apresaron y llevaron a la comisaría.

Desde allí les cuento esto, tengo 2 años preso y se acerca mi sentencia a la silla eléctrica. Pero qué linda Navidad fue esa, la mejor de todas, me sentí tan lleno. Por eso, lo último que les digo es Feliz Navidad, espero hayan olido el lindo olor a sangre que les dejaré y recuerden...

Nunca finjan lo que no son, y lo más importante, ¡jamás le abran la puerta a un desconocido Santa Claus ni en Navidad!

Nunca finjan lo que no son, y lo más importante, ¡jamás le abran la puerta a un desconocido Santa Claus ni en Navidad!

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⏰ Última actualización: Nov 22, 2020 ⏰

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