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—Acá hay tres, seis y con esto, doce mil ochocientos.—Tiro a la cubeta los fajos de billetes verdes, Ovidio -mi mejor amigo, quien sólo estuvo atento a la querida que trae sobre sus piernas y a agarrar cura con los demás, en lo que Iván -su hermano- y yo, escondemos y acomodamos el dinero-, el pelinegro por fin se digna a prestarme atención, me sonríe por breves segundos, acción que no correspondo, y me tiro exhausta en una de las sillas desocupadas. Desde que el sol había comenzado a caer, había estado haciendo lo mismo una y otra vez, contando mis billetes, dividiéndolos, fajándolos y escondiéndolos para dejarlos listos para exportarlos mañana mismo.

Iván me hace llegar un vaso de vodka, le agradezco con una sonrisa, tomo el cigarro que antes había estado consumiendo y lo enciendo. Mientras, palmeo mis piernas para que Lucifer, mi niño, se suba a mis piernas.

Le doy una última calada al cigarro y lo apago por la buena salud de mi felino, el cachorro de jaguar negro lame mis manos y Alfredo se ríe negando.

—Sólo por Lucifer, Brisa es capaz de apagar su cigarro.—Sonrío porque sé que es cierto.

—Y por mí, claramente.—Añade Ovidio y ruedo mis ojos con mi sonrisa borrándose de mi rostro.

—Si lo hiciera por ti, con tu insistencia, ya hasta lo habría dejado, pero para tu suerte no es así.—Murmuro bebiendo el vaso de mi vodka con jugo de un solo golpe. Mi garganta arde pero más es el enojo que tengo de que Ovidio haya decidido estar con esa prepago antes que ayudarme a mí como siempre acostumbra.

De reojo noto como su expresión despreocupada es reemplazada por una seria y tensa, lo ignoro dedicándome a responder los mensajes que me han enviado a lo largo del día.

—¿Hablando con alguna novia?—Pregunta el chismoso de Alfredo haciendo que el ambiente se quede en silencio y todos los presentes pongan su atención en mí. Asiento con una sonrisa traviesa, ellos ríen y comienzan a hablar de mis supuestas conquistas.

Supuestas conquistas de mujeres, jóvenes y un poco más adultas, adineradas, algunas infelizmente casadas, otras solteras pero cansadas de lo cotidiano, de las que sólo me encargo de seducirlas, y a algunas hasta enamorarlas sin levantar sospechas -pues para los demás sólo somos inocentes amigas-, solo para quitarles su dinero y finalmente marcharme sin dejar rastro alguno, como una sombra jamás proyectada y que se perdió en el viento. Por eso, con el correr de los años, me he ganado la fama de ojialegre y poco seria en cuanto a relaciones. Algo que sinceramente me vale mientras tenga mi dinero, mi poder, a mis tres hermanos, a Ovidio e Iván, estoy bien.

No obstante, tampoco puedo negar que tanto los hombres como las mujeres me encantan y habiendo tantos en el mundo ¿para qué conformarme con una sola pareja? Aun más cuando a la única persona que en mi vida pude ver con ojos llenos de amor no me hace caso y que además cree que soy lesbiana. Ovidio. 

>>Ay Ovidio.<<

Cuando el sol apenas comienza a salir, es hora de irme. Por lo que me pongo de pie corriendo a la plebita que estuvo conmigo por unas horas, beso su boca acariciando su trasero sin pena alguna y antes de separarnos muerdo su labio y le doy una nalgada. Tomo por la correo de diamantes a mi Lucifer y con la otra mano me despido de todos. Ovidio deja de lado a su querida y viene detrás mío en lo que acomodo a mi hijo felino en mi Jeep, cierro la puerta tras besar su cabeza y me veo acorralada por mi mejor amigo quien me observa con una ceja alzada.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2020 ⏰

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Mejores amigos | Ovidio Guzmán |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora