Ah sí.
Ser el nuevo.
Que porquería más grande.
Cualquiera que haya cambiado de institución educativa a la mitad del semestre estaría de acuerdo. Y más cuando incluye un cambio de domicilio, también.
No es que se sintiera frustrado, sucedería tarde o temprano, se consolaba. Era cuestión de tiempo.
Japón era algo diferente a lo que recordaba. Por supuesto, cada vez habían más luces a su alrededor. Letreros enormes y de colores, sacados directamente de la mente psicodélica de algún perturbado publicista. Al menos Tokio. Una gloriosa cuna moderna en el corazón mismo del país. No muy acogedor, pero divertido.
Miyagi en cambio, seguía imperturbable. Las porciones de campo en Sendai continuaban tranquilas junto a sus animales de granja y sus plantaciones. Las lomas donde vivía la gente estaban más pobladas y estaba bastante seguro que ese lugar era como una especie de paraíso en sueño para los amantes de la vida en paz.
Pero para aquella escuela no era así. Era más bien lo opuesto a la tranquilidad.
Las ocho y media de la mañana. Todos los estudiantes llevaban al menos media hora de clases normales. Martes.
Karasuno, pequeña y bulliciosa como siempre, mantenía la quietud de las primeras horas, donde el sueño prima en adolescentes y maestros. Los pasillos abandonados eran la señal de aquello.
Takeda podía decir que había empezado una buena mañana. No se habían terminado todo el café de la máquina (un verdadero milagro) y a la mitad del camino hacía la escuela recordó que debía entregar esos exámenes en la tarde, no en la mañana. Tenía la primera hora libre, y realmente todo estaba yendo muy bien. Tal vez ahí debió ver la advertencia.
El rector, un hombre grande y de rostro serio, entró a la sala de docentes apresurado. Justo detrás de él se aproximaban dos figuras, tratando de seguirle el paso. El hombre se detuvo justo en medio de la habitación y los miró a todos con desaprobación.
- Buenos días. -saludó secamente- Me gustaría saber si alguno de los presentes está libre durante la siguiente hora.
La señorita Yaoroki sorbió ruidosamente de su taza de café antes de voltearse y desaparecer por la puerta del baño. Koro-san en cambio abrió su computadora y fingió estar escribiendo en ella, aunque la pantalla estuviera en negro. El resto realizó acciones similares muy vagas, dando escusas pobres y agachando la cabeza.
Takeda no tuvo más remedio que levantar la mano derrotado. Adiós a su linda mañana.
El hombre le extendió una carpeta con papeles antes de darse media vuelta y salir rápidamente, igual como entró. El vicerrector en cambio lo saludó con un gesto de la cabeza. Traía una expresión preocupada y se limpiaba el sudor de la frente con un pañuelo repetidamente.
- Eh, Takeda. Lamento darte la lata tan temprano, ya sabes como son aquí, no tienen voluntad ni respeto. -farfulló. "Si claro, como si esto no se lo hubieran pedido a él."- No sé qué tienen los padres que insisten en mandar a sus hijos más tarde a las clases, es su futuro el que está en juego.
Realmente dudaba que eso le importara, pero allá él.
El tipo se despidió finalmente antes de aclararle que debía hacerle la entrevista de rigor, enseñar la instalación, explicar el manual de convivencia porque "estos delincuentes juveniles creen que las reglas son para romperse".
El profesor se quedó de pie algunos minutos, sin entender exactamente qué debía hacer, porque se habían dado más vueltas que mojón en el agua y no habían sido para nada claros.
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𝖉𝖊𝖑𝖎𝖓𝖖𝖚𝖊𝖓𝖙 | haikyuu!!
FanfictionEntonces Takeda-sensei supo que tenía un problema cuando le dejaron encargado al estudiante transferido. Sólo tenía que echarle una miradita para saber que clase de persona era; el pelo mal cortado en un mohicano de mechas largas y desteñidas con le...