Capítulo Único

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Caminan por ahí, como insectos, aprovechando cada momento que tienen, asombrándose con lo que ellos llaman "Destino", a lo que es una simple casualidad. Yamikuno mira desde su posición en los cielos como esos pequeños parásitos, que se hacían llamar personas, iban de un lado a otro, apresuradas, ignorantes o no de que su vida es sólo una efímera etapa que muy pronto se acabaría. Deberían de darse por vencidos de una vez, no lograrían nada con su trabajo, sólo era una pérdida de tiempo.

- ¿Alguna vez has sentido pena por ellos? -pregunta una voz a su lado, Yamikumo voltea, allí está Gogo, ¿Cómo ese tipo terminó siendo un dios también? Nunca se lo preguntó, pero en momentos como estos, odiaba que lo fuera, Gogo sólo podía ver lo "bueno" en los humanos, como si esas alimañas tuviesen algo bueno que admirar-, confundiendo cosas tan pequeñas y llamándolo suerte.

- ¿Pena? Risa es lo que me dan esas cosas -replica él-, tan insignificantes, siempre creyendo que su vida sirve de algo, cuando ni siquiera se dan cuenta que siempre serán alguien más del montón.

Se mofa, escuchando el sonido de disgusto de parte de Gogo, siente su roce cuando se acerca más.

-Siempre pidiendo por llevar otra vida, sin saber cómo afrontar esta -dice Gogo, ignorando el comentario del otro-, maldiciendo al cielo, sabiendo o no que sus rabietas, plegarias y disgustos son escuchados. Viviendo todos los días, sin saber la verdadera razón.

-Y aún así, preguntándose el por qué, haciendo las cosas sólo porque sí, hasta el día de su muerte -bufa, algo molesto por la situación-. Y uno aquí, completamente aburrido, sólo viendo lo que hacen.

-Son sólo humanos -argumenta Gogo, defendiendo a esa raza tan débil, encarando a Yamikumo-, no ven lo que hacen, ni siquiera tienen la mínima idea de que lo que son, son lo que siempre serán. Humanos que, después de todo, se dejan llevar por esa cosa llamada "Amor", hasta que simplemente -hace un ademán con la mano- caen.

Abajo, entre los humanos, un hombre caía en mitad de la calle, colapsando por un ataque al corazón, la gente a su alrededor se acumula, intentando saber qué pasó.

- ¿No te parece eso un desperdicio? ¿Una farsa? Intentando superar lo inevitable, batallando contra algo que no existe.

Cuestiona Yamikuno, y Gogo no le queda más que asentir, porque tiene razón, todos los días es la misma historia, los humanos siempre se cuestionarían cuando les tocará su momento, viviendo con el miedo de que algo así les pase y no hayan logrado su cometido: ya fuese formar una familia, vivir una vida plena, o simplemente, ser alguien importante para otra persona.

-Pero, si te das cuenta, la muerte los puede liberar de algo que compartimos -razona Gogo, mirando con una sonrisa a Yamikuno, sin que éste sonría en lo más mínimo.

-Como si me importaran esas estupideces. Míralos, completamente quietos -señala, viendo como nadie hacía nada para mover el cuerpo-, están condenados a esa vida, a cargar con esas piedras, esperando que alguien los ayude, ignorantes que nadie lo hará -sonríe al ver al primer humano que se acerca al cuerpo a ayudar por fin, como le gustaba esos momentos de desesperación-. Rezan, maldicen, viven, mueren, creyendo que valen algo, cuando no se dan cuenta que su vida es la mentira de alguien más.

Comenta con algo de odio, detestaba esa parte de los humanos, los hipócritas que podían llegar a ser. Se sobresalta un poco al sentir una mano sosteniendo la suya, Gogo le da una sonrisa y vuelve su vista a ese grupo que ya se está dispersando cuando otros humanos llegan para llevarse al cadáver.

-Sueñan, comen, aman u odian, son como hojas en el viento, esperando la mínima brisa que los haga vacilar. Los humanos son tan simples, pero se complican tanto, dando para nosotros quitárselo, es algo cruel.

Yamikumo ve la sonrisa apagada de Gogo, ¿por qué sentía tanta empatía por esos escarabajos? Sólo eran una molestia, cada uno era una luz que en cualquier momento se apagaría, sin saber la razón, sin saber que sus vidas eran el entretenimiento de otros.

-Todos esos años que nos pueden dar, esperando que su frágil corazón no sea roto.

-Siempre me ha parecido curioso eso del ser humano, ¿cómo un sentimiento tan pequeño puede causar tanto sufrimiento? Mirándolos desde aquí, me intrigan más y más.

La fascinación en la voz de Gogo le causa náuseas, entonces algo llama su atención, un joven de cabello negro que se encuentra al borde de la parte alta de un edificio. Con una sonrisa, afianza el agarre que le mantiene Gogo, haciéndole una seña para que viese en el mismo lugar que él.

-Creo que... Tengo una manera de divertirnos, Gogo -y sin pensarlo mucho, tira esa libreta negra, haciendo que caiga en la cabeza del muchacho-. Una segunda oportunidad nunca viene mal.

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Ni me acordaba que tenía esto en borradores. Creo que fue el primer escrito que subí a Wattpad.
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They're Only HumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora