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«Mama, ayer pregunté a mi papa cuando llegué a la casa: ¿y mi mama dónde está?»

Le gustaba el sol de la mañana, el viento en el rostro y el olor del café hervido. El inicio de un nuevo día, que era la promesa de una nueva vida.

Era ajeno a lo que sucedía en su entorno; a las constantes desapariciones, torturas y violaciones; a la muerte justificada, disfrazada de una falsa promesa de democracia a futuro.

Sus padres salían por variadas razones, pero la principal era trabajar y llevar algo de comida a casa. Y su única responsabilidad era ir a la escuela, tenía esa suerte de que podía financiarse una. Crecer en aquel lugar, en aquella época, era por demás peligroso. Su vida estaba en constante riesgo, así como la de sus padres y tíos. Los pobladores estaban en peligro de desaparecer de la noche a la mañana; de amanecer muertos sin tener quien entierre sus restos.

Ahora mismo, corría entre la gente alborotada y aterrorizada. Gritos, llantos y ladridos eran escuchados por todo el lugar, pero su única preocupación era llegar a casa y procurar que su familia estuviera a salvo y completa. Esquivó vecinos y se escabulló entre la multitud, alterada tras la última "visita". Era aún muy joven para estar viviendo eso, diablos. Quería tener una infancia "normal": ir a la escuela sin preocuparse por volver a casa vivo, salir a jugar, saber que sus padre estarían esperándole en la mesa con el almuerzo servido. Dormir en paz, bajar la guardia. Quería vivir.

Entró como torbellino a la casa, encontrándose solo a su padre en la sala, en aparente estado de shock. Temió lo peor, su mayor miedo su pudo haber cumplido, pero se obligó a guardar la calma. Podía ser sólo su alterada imaginación jugándole una mala pasada.

—Papa —jadeó, aún luchando por llenar debidamente sus pulmones de aire—. ¿Y la mama dónde está? —al no recibir respuesta, corrió hacia cada lugar de la casa, buscó en cada rincón. No había rastro de su mamá. Volvió a la sala, la desesperación ya apoderándose de su cuerpo—. ¡Papa! —insistió, atreviéndose a sacudir al pobre hombre—. ¿Y la mama dónde está?

Un sollozo fue la respuesta.

¿Cómo le explicaría a su hijo que se habían llevado a su mamá? ¿Cómo? No era capaz de hablar, solo presenció cuando se la llevaron, ¡y no hizo nada! ¿Cómo lo permitió?

Las piernas le habían fallado, la voz se le fue, así como el alma del cuerpo. Los gritos y bullicio del pueblo lo desconcentraron al punto de quedarse cual estatua en medio del desorden. Se le detuvo el mundo, y luego continuó la marcha, dejándole atrás.

¿Cómo le explicaría que se la habían llevado entre gritos? No sería capaz de entender porqué aquel gobierno que debería velar por ellos, aquellas fuerzas armadas que deberían protegerlos, estaban matándolos, acabando con ellos; no entendería que detrás de aquello, estaba alguien más poderoso y más lejano, jalando los hilos para lograr tener ese pequeño pedazo de tierra en su poder, usando la fuerza bruta para luchar contra el socialismo y la izquierda crecientes en ese perdido lugar del mundo.

Despertó de golpe, la respiración agitada y sudando frío. Otra vez aquel sueño, aquel recuerdo de ese día en el que le arrebataron a su mamá. Habían pasado los años y había logrado entender que aquello no era más que una desesperada medida para controlar el país, "luchando" contra el comunismo que parecía poner de punta a ese poderoso gobierno al norte del continente. Comprendió que el gobierno propio no hacía nada al respecto porque era él el que atacaba, mataba, violaba y torturaba en aquella época no solo en su país, sino que en toda Latinoamérica.

—¡Papa! —gritó—. ¿Y la mama dónde está? —gruesos lagrimones corrían por sus mejillas.

Le gustaba el sol de la mañana, el viento en el rostro y el olor del café hervido; disfrutaba cada día al máximo, y dormía cada noche con la esperanza de un día más. Sabía de primera mano lo efímera que era la vida; un segundo aquí, y al otro, nada. Disfrutaba la vida, sabiendo que la muerte, algún día, vendría.

—La mama ya no está —susurró, y ambos lloraron abrazados en la sala.

«Mama, cuando llegué a mi casa y me contestó mi papa que la mama ya no está».

Mama Donde viven las historias. Descúbrelo ahora