Lágrimas Nocturnas

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Se oían pequeños pasos que recorrían rápidamente el pasillo del castillo. Todos los habitantes del lugar se encontraban descansando en sus respectivas habitaciones tras el largo día que habían tenido.
Rieta había estado lidiando con el entrenamiento de Poemi, quien mejoraba a pasos agigantados, la niña, por su parte, tras el entrenamiento se había ido con Emalf al karaoke y habían llegado bastante tarde. Ellos tres habían estado medianamente ocupados pero el niño de la casa se la había pasado jugando todo el día. Durante la mañana irrumpió varias veces en la habitación de su madre en busca de atención, a veces la obtenía, otras veces no, le hubiera gustado poder ver más a Ivlis, pero desde hace ya un par de horas que no lo encontraba en ninguna parte. Era como si hubiese desaparecido.

Al final el día se le echó encima y, sin a ver encontrado a su madre, Rieta había llevado al niño a la habitación para dormir. Algo que le había extrañado al pequeño Licorice fue la rabieta que parecía tener Rieta. Parecía enojada y frustrada por algo que no acababa de comprender.
Horas después, al ver que todos se encontraban ya en sus habitaciones fue a buscar a su madre con impaciencia. Le había puesto muy nervioso no haber visto a Ivlis en la tarde, y no podía dormir sino era tras haber recibido atención del diablo.
Sus pequeñas piernas le permitían recorrer pequeñas distancias en poco tiempo, así que aceleró todo lo posible para acabar de recorrer el pasillo que tanto tiempo le estaba tomando.

Tras cambiar de pasillo llegó al fin a la puerta de la habitación donde supuestamente se encontraba su madre dormido.
Al menor se le iluminó el rostro con una sonrisa de emoción y un remolino de sentimientos en su pecho apareció. Por una parte se sentía ansioso y feliz por entrar en la habitación y ver a Ivlis, y por otra parte se sentía preocupado y nervioso por si su madre no se encontraba adentro. Tomó aire con la mayor paciencia del mundo, relajando así su corazón para entrar lo más tranquilo del mundo y no molestar a su madre por su nerviosismo.
Tras soltar el aire avanzó hasta posar su pequeña mano sobre el pomo de la puerta para girarlo y abrir la puerta.

La oscuridad en la habitación le asustó un poco al principio, pero sus ojos se acostumbraron rápido a la poca luz del lugar. Con algo de miedo por no haber localizado a su madre todavía, dio un par de pasos para adentrarse en el cuarto. Cerró la puerta con suavidad tras su espalda y avanzó hacia la cama.
Cuando llegó a ella visualizó al fin la figura de su madre y no evitó volver a sonreír por la felicidad que le daba verla después de haber pasado toda la tarde sin ser abrazado por los delgados brazos del diablo.

El pequeño no dudó en ningún momento en subirse a la cama para taparse con las mantas y acurrucarse entre los brazos de Ivlis. Licorice revisó el rostro de su madre para poder ver sus ojos, que estaban siendo tapados por esos mechones de cabello gris con mechas rojas que tanto le caracterizaba. No quería molestar más a su madre así que acabó por acomodarse para dormir arropado por el calor que emergía del cuerpo de Ivlis. Le hacía muy feliz poder dormir así, abrazado a su madre, podía sentir aquel calor que crecía en su pecho, no entendía muy bien porqué ninguna otra persona, aparte del diablo, hacía que apareciese ese sentimiento de comodidad, felicidad y cariño. Esto no pasaba con su padre, de hecho no podía querer ni un poquito a Satanick. Licorice aprendió a acostumbrarse a los constantes abusos con los que Satanick atormentaba a Ivlis, pero no por eso permitiría que siguiesen sucediendo, y por eso le odiaba con todo su ser, no existía ninguna razón por la que debía querer a Satanick, al menos no existía para él.

Licorice no pudo evitar sentirse triste por su madre. Sabía que Ivlis no merecía los abusos y lucharía porque la situación mejorase.
Perdido en sus pensamientos no notó los pequeños temblores que, con el tiempo, crecían en el cuerpo del diablo. No se dio cuenta hasta que un pequeño gemido de tristeza emergió de entre los labios de su madre.

Licorice miró asustado al rostro del diablo. Ese flequillo rojo fuego seguía cubriendo sus ojos, pero en esta ocasión, en lugar de evitar molestar a su madre, retiró el flequillo lo más rápido posible, encontrándose con unos ojos llenos de lágrimas. Licorice sintió el dolor y el miedo que existía en aquellas pupilas doradas, que, ahora cubiertas de agua, le pedían ayuda de alguna forma, una forma que sólo Licorice pudiera entender.
Mientras el calor en el pecho del menor era cambiado radicalmente por un sentimiento de vacío profundo, Licorice revisó con prisa si su madre poseía heridas o algo que le pudiese provocar dolor. Y a pesar de no encontrar nada aparentemente doloroso, sí encontró una marca en su cuello, una marca que claramente pertenecía a Satanick, una marca que inició el enfado en el corazón de Licorice.

Y ahora es cuando empezaba a entender, cuando comenzaba a entender porqué no había visto a su madre en la tarde, cuando comenzó a ver la razón del enfado ilógico de Rieta. Ahora sí entendía cuál era el sentimiento que nacía en su pecho, y de forma inconsciente esa ira se reflejó en su rostro.
Ivlis, quién se había despertado lentamente cuando Licorice movió su flequillo, se alteró al ver esa mueca de enfado en la cara de su hijo, y para calmarlo de alguna forma le abrazó lo más fuerte que pudo. Pequeñas caricias en su cabello fueron lo que hicieron que Licorice se calmara poco a poco. Aunque el enojo del niño seguía en pie ya no se reflejaba de manera tan bruta como antes.

Los brazos de su madre le arroparon con cariño, de cierta forma, aquello apaciguaba el dolor de Ivlis, y por otra parte el menor de los dos se relajaba en silencio.
Las lágrimas de Ivlis recorrían sus mejillas despacio, mientras una pequeña sonrisa se asomaba en los labios del diablo. Las lágrimas demostraban la confusión que estaba en la cabeza de Ivlis. Aquel laberinto que había acabado por formarse en su cabeza estaba destrozando su cordura.
No sabía si le quedaba un corazón desde que Siralos le abandonó, y en el caso de que sí le quedase algo, Satanick se lo había llevado, y no sabía cómo sentirse por ello.

Ivlis pensaba que Licorice no iba a enterder aunque le explicase todo lo sucedido. De Siralos ya no podía esperar nada, pero todo lo que viniese de Satanick era inesperado. Durante mucho tiempo sufrió amenazas constantes, abuso, tanto físico como psicológico, y ahora, derrepente, parecía que Satanick quisiese ganar su corazón, trayendole flores, dándole cariño, al cual no estaba acostumbrado, ya ni siquiera le forzaba a nada. Satanick había cambiado mucho, y el radical cambio le llenaba de temor y agobio, y desgraciadamente era Licorice quien tenía que ayudar un poco a su madre, pero este malentendía la situación y solo conseguía odiar más a su padre.

Cuando las lágrimas de confusión desaparecieron Licorice abrazó a Ivlis lo más fuerte que pudo.
- Mamá, no te preocupes, estaré yo aquí. - Ivlis sonrió tiernamente mientras acariciaba el cabello de su hijo.
- Ya lo sé... Y me alegra que estés aquí. - Licorice no evitó la sonrisa de amor y satisfacción que inundó sus labios, feliz por haber tranquilizado y ayudado a su madre.
Y sintiendo que había obtenido una victoria enorme, Licorice se quedó dormido entre los brazos de Ivlis.
El diablo miró con pena a su hijo, se sentía terriblemente culpable porque creía que Licorice no se merecía aquello.

Desvío la mirada hacia la puerta de su habitación, y desde allí pudo ver la figura de Satanick. La luz del pasillo le permitía distinguir cara, cuernos, manos, casi todo el torso, y la mueca de seriedad en el rostro de Satanick le asustó un poco.
El diablo más grande, desde la puerta, miró atento a su hijo y a Ivlis. Cruzó miradas con el diablo flama y sonrió. La mueca de completa confusión de Ivlis hizo que Satanick soltase una risilla tonta que hizo que Ivlis sonriera también.
La tonta escena acabó cuando Satanick formó un corazón con sus manos, y con un susurro dijo.
- Cuidaré de ti, te lo prometo.

A Ivlis se le hizo un nudo en la garganta al oír aquello, pero aparte del nudo, notó un calor en su pecho, el mismo calor que sentía Licorice al encontrarse con su madre. Pero Ivlis tampoco sabía darle nombre a aquel sentimiento.
El nudo se desvaneció de su garganta cuando Satanick desapareció detrás de la puerta, pero el calor se mantuvo en su pecho, haciendo que aquella sonrisa que Satanick había formado con sus tonterías siguiera en pie.

Por aquella noche Ivlis olvidó la confusión que le producía Satanick, y durmió agusto mientras abrazaba a su hijo, quien también había acabado dormido feliz entre sus brazos.

FIN

No me acordaba de que tenía esto guardado, en fin, soy un desastre... Me gustaría intentar hacer una historia más larga, pero tengo pocas ideas, poco tiempo y muchos exámenes. Me hace gracia poder escribir un One Shot en dos horas y luego igual tardo meses en otro.

Eso y que sí, Satanick puede pasearse por el castillo de Ivlis como le venga en gana, mientras lo escribía me di cuenta y pasé de cambiarlo, pereza(?

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2022 ⏰

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