El león de Nemea

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Nemea, una localidad entre Argos y Corinto, estaba siendo debastada por un león monstruoso con una piel que lo protegía de las heridas por metales, piedras o armas de madera. Después de seguir a la fiera hasta un paraje desolado e intentar acabar con ella usando sus armas, Heracles decidió luchar cuerpo a cuerpo y estrangularla usando sus propias manos. Después llevó el cadáver a Micenas, intimidando a Euristeo. Desde entonces no se le permitió entrar en la cuidad y tuvo que esperar las órdenes del rey junto a la muralla. Mientras Euristeo pensaba en su propia seguridad y ordenaba que le hiciesen una vasija de bronce para ocultarse, Heracles desolló al animal y desde entonces siempre llevó su piel sobre los hombros, lo que le hacía invulnerable, mientras la cabeza le servía de casco. Así se le ha representado en innumerables ocasiones.

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