Capítulo 2

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Las cosas para María no mejoraron después de su boda pues con una bolsa en mano, pies descalzos y acompañada por Jacinto llegó a la casa de la familia López González. Era una casa grande con un portón de rejas pintadas de negro, las bardas de la casa ya eran de ladrillo y sobre los barandales reposaban distintas plantas y macetas con flores.

La casa estaba pintada de color blanco y los detalles de las ventanas y el techo era color café, tenían un gran jardín con algunos árboles de pirul, naranja y ciruela. Ahí mismo se encontraban algunos animales como gallinas, gallos, 1 gato negro y 2 perros flacuchos, una anciana de aproximadamente 80 años se encontraba sentada en una silla de madera frente a la puerta de la casa.

-¿Quén es ella Jacinto?- María le preguntó aun temblando de nervios

Aquella mujer la miró fijamente a los ojos y seguido de esto le dedico una sonrisa tenue como forma de demostrarle respeto.

-Ella es mi guelita, la amá' de mi apá'- le respondió sonriendo

-¿On' tan tus papaces?

-No sé María, pero amos' a dentro que esta va a ser tu nueva casa- ambos caminaron hacia una casa abandonada que se encontraba al fondo del terreno.

Ellos dormirían en una casa que estaba dentro del terreo de los López, era una casa de adobe la cual se encontraba abandonada. Estaba casi en ruinas, su techo estaba agujerado y las ventanas solo eran cuadros sin vidrios. Ahí había crecido el padre de Jacinto pero cuando su suerte cambio y comenzaron a ganar más dinero habían construido una nueva y esa la habían abandonado. Al entrar María sintió un gran piquete en el lado izquierdo de su pecho, un hueco se formó en su garganta y las ganas de llorar se apoderaron de ella.

El lugar por dentro era aún más deplorable que la fachada, había basura y tierra por todos lados, grandes telarañas colgaban de las esquinas del lugar y algunos animales ponzoñosos como arañas y alacranes caminaban por el suelo.

-Hace mucho tiempo que no usábamos esta casa por eso ta' así, pero pos' vamos a tener que arreglarla. Voy a ir por una escoba y unos trapos mojados pa' que te pongas a limpiar y voy a traer una cama pos' pa' que nos podamos dormir. No más ten cuidado con las arañas porque hay unas negras con el lomo rojo que si te pican te pueden matar- él salió de la casa dejándola sola dentro

María estaba acostumbrada a vivir en la pobreza, a comer frijoles o a veces sólo tortillas con sal, a dormir en un cuartito con sus 4 hermanos en petates sobre la tierra, pero nunca había imaginado que tendría que vivir en un lugar casi en ruinas junto a un hombre que no conocía y que no amaba. Ella pensaba mientras veía el lugar que era menos difícil ser pobre cuando se estaba acompañada por su familia.

Cuando Jacinto le entregó la escoba y los trapos a María, le pidió limpiara todo el lugar mientras el hablaba con sus padres. Era claro que Jacinto no era nada parecido a ella, el vestía pantalones de charro, camisas de algodón, sombrero de buen material y botas bien lustradas. Era un hombre atractivo y con un poco más de educación que ella.

Mientras limpiaba la casa pudo escuchar la conversación del joven de 25 años con sus padres, los señores estaban muy molestos con él por haberse casado con ella, a María no la bajaban de india, de cochina, pues su ropa era vieja y sucia y ella no usaba zapatos sólo huaraches. Sintió mucha vergüenza pues miró los pies de su suegra con zapatos. volteó a ver sus pies y estos siempre estaban negros. 

En aquella conversación le reprochaban que no podía rebajarse al nivel de "una india", estaban en desacuerdo que su único hijo durmiera en una casa en ruinas y sucia. Pero finalmente y después de una serie de reclamos y regaños finalmente Jacinto puso el ultimátum a sus padres.

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