Verano de 2010, París. Francia.
El cabello rubio hacia parecer que el sol estaba en su cabeza y sus ojos verdes parecían como si el amazonas habitase allí, estaba tan nervioso como la chica castaña que se encontraba frente a él, los ojos azules de ella atacaban de forma fría la peligrosa selva que se encerraba en la vista del rubio. Una guerra entre el peligro y la precaución se desataba bajo la Torre Eiffel.
Alexandra suspira largamente tomando la mano de Kael enredando sus dedos con los de él, los dos estaban nerviosos mirándose sin hallar que decir, ella por su parte buscaba las palabras exactas para decirle que su noviazgo debía terminar y el casi perdiendo los estribos se recriminaba por no pedirle matrimonio de una vez, eso era un completo desastre y ninguno de los dos sabía lo que pensaba el otro.
— Kael, yo hace mucho que necesitaba decirte algo —comienza Alexandra con los nervios a flor de piel, no sabia como reaccionaria después de enterarse, pero esperaba que se lo tomase con calma. Era lo único que rogaba a su madre Atenea.
— Yo también hermosa —murmura Kael deslizando sus dedos por el rostro de ella.
Esta se aparta cerrando los ojos con gran frustración recordando una vez más porqué hacía esto y por quién lo hacía, tenia claro desde un principio que seria difícil pues con el tiempo le había tomado un cariño inmenso al hijo más egocéntrico y peligroso de Zeus, bufa molesta consigo misma recordando las palabras que se había dicho en el espejo esa misma mañana.
— Sé que estas frustrada por todo lo de la universidad y las condiciones de nuestros padres para vivir aquí, pero quiero que... bueno yo —su lengua falla justo en esos momento y se golpea mentalmente pues había ensayado ese discurso toda la tarde del día anterior y justo esa mañana cuando se levantó, ¿que carajos pasaba con él?
— ¿Pasa algo? — inquiere ella, tapándose la boca para no mostrar la sonrisa que se formó al verlo tan complicado.
— No... digo si... osea si pero no —gruñe tapándose la cara con vergüenza.
— ¡Ey! Tranquilo, yo tampoco sé como decirte lo que debo —pausa y hace una mueca que le sale adorable — decirte, valga la redundancia.
— Quiero que te cases conmigo Alexandra —suelta Kael, pillando desprevenida a la chica.
El rubio se levanta arreglando su cabello y se arrodilla frente a ella sacando de su bolsillo una caja de tiffani con un hermoso anillo coronado por un lapislázuli, esta ahoga un grito sublime en su garganta pues la propuesta y la piedra que adorna la joya es muy difícil de conseguir. Si antes se encontraba nerviosa ahora solo quería correr al baño más cercano para vomitar.
Él estaba nervioso, no sólo por la respuesta de ella que le costaría casi su eternidad, si no que estaba más nervioso por la gente que se comenzaba a reunir a su alrededor para ver la maravillosa escena sacada casi de una película y quizá hasta de un libro que, claro, él nunca leyó. Se arreglo una vez más su melena rubia rogando a su padre para que la chica dijiese que sí.
— No —suelta la castaña picando los ojos por las lágrimas.
— ¿Qué? — Kael suelta una risa nerviosa — ¿Dijiste que sí? — el hacen una mueca con la suplica palpitante en sus ojos.
— No —suelta negando con la cabeza.
Los dos estaban jodidamente mal y no había que ser adivino para saberlo, en ella la seriedad no estaba y las lágrimas pujaban por salir de sus hermosos ojos color azul. Él estaba ridiculizado, no estaba mal porque le dijese que no, pero su ego de macho alfa había sido hundido y pisoteado por una chica y eso era lo que más carcomia su casi divino ser, sus ojos verdes ya no era la selva peligrosa, más bien parecía un jardín en un deprimente día de lluvia.
— Lo siento —murmura Alexandra tomando sus manos entre las delgadas suyas.
— No —responde Kael sacando sus manos con asco de las de ellas —. Yo lo siento muchísimo más.
Y ambos se largaron por caminos diferentes, ella en dirección a occidente y él a oriente. Dos almas casi divinas separadas por los mismos dioses, obviamente sus padres, para jugar a un experimento en donde ellos eran las ratas que no se daban cuenta de ello.
Alexandra se había rendido con él y se propuso estudiar algo que le valiese su inmortalidad.
Kael se prometió volver no sin antes haberse perfeccionado sólo para su chica.
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Boda Santa©
Historical FictionAlexandra tras unos años de su desastroso comienzo en su noviazgo con un mortal ha tomado la decisión de casarse y sellar su inmortalidad con alguien que solo es a corto plazo. Los preparativos están todos listos y los invitados no demoran en darse...