Capítulo 2

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Más tarde nos dirigimos a la casa de Stella Coviello para hablar con ella.

Le advertí a Dan que era una amiga y que tuviera cuidado con no molestarla con sus inquisitivas preguntas. Era la mujer del buen doctor desde hace años y estaba afectada como yo por la muerte de Humberto.

Dan detuvo su auto frente al jardín de la hermosa casa de mis viejos amigos. De fuera se veía la tristeza que había quedado en el lugar, y cuando caminábamos por el sendero rodeado de rosas me dió la impresión de ver alguna que otra marchitándose.

Stella luego de abrirnos me pareció que su semblante cambió de normal a deprimente. En sus ojos aún quedaba el rastro de sus lágrimas y sus corneas tenían un rojizo color. Pero hubo algo que no me convenció. Aunque Stella era más fuerte de lo que parecía su delgadez, no esperaba verla tan recompuesta.

—Me alegra que hayas venido, Alexander-dijo con la voz apagada invitándonos a entrar.

—Entre otras cosas, quería saber cómo estabas-aclaré poniéndome de pie junto a su sofá marino.

Los ojos negros de Stella se dirigieron desconfiados hacia Daniel. Recorrieron con lujuria su cuerpo y sentí una enorme punzada de celos porque ese no era el momento para mirar a otro hombre. Debía enfocarse en su hijo, a pesar del atractivo de mi hermano.

—¿Cómo está, Gabe?-inquirí acusadoramente.

—Está asimilando lo de su padre. Ahora está arriba en su habitación-respondió demostrando la pena en su interior.

—Me gustaría verle.

—Si, claro-asintió ella señalando con su brazo las escaleras a la izquierda de nuestra posición.

—Dan-llamé la atención de mi hermano que observaba sin cesar los alrededores. Incluso su vista se dirigía hasta las ventanas de cristal que daban al patio trasero.

—Me quedaré hablando con la Sra Coviello-replicó éste sonriéndole, y tomando asiento en la butaca oscura.

Sin estar completamente seguro de dejarlo a los dos solos, me dirigí al segundo piso. Me sabía el camino hasta la pequeña habitación del niño, por las veces que había ido a comer en esa casa. Y la culpa por llevar al seductor de mi hermano me carcomía mientras avanzaba por el pasillo. Humberto no le hubiera gustado nada la actitud que tenía su mujer hacia Daniel Wayne.

La puerta de Gabriel estaba entrejunta, y toqué suavemente antes de entrar. El niño se encontraba tendido sobre la cama con sus audífonos puestos escuchando un audio desde su laptop. Al darse cuenta de mi presencia se los arrebató de los oídos con brusquedad.

—¿Qué haces aquí?-espetó cerrando la laptop con fuerza en la acción.

Su hosquedad me desubicó por unos segundos. Grabiel había sido un dulce niño de ocho años en mis visitas. Su genio estaba irreconocible en ese instante.

—Vine a saber de ustedes-me disculpé con suavidad.

—¿Dónde está mi madre?-averiguó incorporándose sobre la cama, y tratando de ver más allá de mí.

—Está abajo con mi hermano-respondí viéndolo levantarse. Antes de que pudiera detenerle se escabulló por debajo de mi brazo y salió corriendo como un diablillo.

Suspiré con exasperación y mi mirada se encontró con una foto familiar sobre la mesa de noche. Me acerqué tomándola entre las manos. Y observé a los tres habitantes de la casa más una señora mayor con el cabello completamente blanco.
Era una fotografía antigua.
Stella cargaba a un Grabiel menor de tres años, y Humberto tenía una mirada nauseabunda con ojeras y cansancio en el rostro.
Yo lo había conocido así, pero pensé que se debía a su nuevo cargo en el hospital.

Dejé el marco dónde lo había encontrado y me dirigí escaleras abajo. Cuando llegué a la sala dónde había estado antes, me fijé que Stella lloraba desconsoladamente y Daniel la abrazaba poniendo los ojos en blanco.

—¿Qué sucedió aquí?-averigué asegurándome con la vista que Gabriel no estaba en la habitación.

—Le dije que a su marido lo habían envenenado-aclaró Daniel encogiéndose de hombros con fingida ingenuidad.

—Lo siento mucho, Stella... Te prometo que encontraremos al asesino-aseguré colocando mi mano sobre su brazo demostrando la aflicción en mi rostro.

—Me dijo que era la principal sospechosa-se quejó sollozando con pequeños saltitos en su pecho separándose de los brazos de Daniel.

Atravesé los ojos azules de mi hermano que ni siquiera se inmutó al decir:
—En realidad dije que era "La única sospechosa" y aclaré "Hasta ahora".

Molesto por el suceso agarré a Daniel para sacarlo de allí.
Al acercarnos a la puerta, voltee la cabeza contemplando la intensidad de las lágrimas de la viuda. Le pedí disculpas con los labios cuando nuestras miradas se cruzaron. Y salí empujando a un Daniel sonriente delante de mí.

—No puedo creer que le hayas dicho que era sospechosa-recriminé con enfado al tiempo que andábamos de vuelta al auto.

—No dije más que la verdad-replicó él, deteniéndose de pronto.

Seguí la dirección de su mirada que acababa en el cuarto de arriba. Escondido trás las cortinas color vino, se encontraba Gabriel vigilándonos.

—Ese niño es medio rarito, ¿no?-comentó Dan torciendo sus labios.

En otro momento hubiera defendido al hijo de Humberto, pero después de ver su cambio en el comportamiento ya no estaba seguro.

—Creo que esconde algo-confesó mi hermano viéndolo cerrar las cortinas y desaparecer de nuestras vistas.


[Me gustaría que me dijeran si les aburre o no... y en qué puedo mejorar. Gracias❤️]

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2020 ⏰

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