esclavo de la luna

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La vida en la oscuridad no daba cabida a la normalidad. En un renacer de sangre y tinieblas solo se podía esperar soledad, siendo un largo camino en una eternidad brumosa llena de recuerdos y pensamientos de aquellos días en los que el sol picaba en su piel. Podía recordar vívidamente la última noche que vivió con normalidad, había estado paseando por el bosque hasta toparse con un amplio lugar despejado en medio de la arbolada, estaba cerca del río, un espacio tranquilo en el que abundaba la naturaleza, especialmente las flores que se erguían por un poco de luz solar, mismas que se permitió tocar mientras pasaba por allí, jugando suavemente con sus pétalos a medida que se acercaba al río.

La soledad parecía ser absoluta en ese bosque, solo podía escuchar el suave murmullo del arroyo frente a él y el piar de las aves sobre su cabeza. Trasmitiéndole una reconfortante paz que le invitó a acomodar su cuerpo bajo la sombra de un frondoso árbol, pegando su espalda al firme tronco de este para así dejar caer sus párpados, aunque había una suave vocecita en su cabeza que le aconsejaba mejor dar media vuelta y volver sobre sus pasos. Esa habría sido la mejor opción para su yo de 20 años que quería un momento de paz y tranquilidad antes de volver al trabajo pesado como sirviente en la residencia del amo Min.

Él solo quería dormir un momento, cerrar sus ojos un par de minutos no iba a hacerle daño nadie, no era como si el amo Min fuera un ser déspota y despreciable. No había nada que temer.

Para suerte o desgracia de Jeno, nadie se percató de su ausencia, nadie escuchó sus gritos de terror cuando al despertar un par de horas después vio un par de ojos rojos y una sonrisa cínica en el rostro de lo que debía ser una hermosa mujer. Jeno gritó y trató de alejarse de ese demoniaco ser, pero con solo un susurro que salió de esos afilados labios todo su cuerpo entró en un sopor que lo mantuvo totalmente inmóvil.

La mujer se mantuvo sentada sobre su cadera con una elegancia digna de ser parte de la nobleza, solo que esos ojos rojos no pertenecían a un humano. Jeno estaba seguro que frente a él estaba un demonio que quería robarle su alma. Ningún ser humano tenía esa aura y esa capacidad de congelar a una persona solo con un susurro.

—Eres tan hermoso —dijo el demonio que seguía sobre él—, tan joven... tu futuro es tan predecible que me da lástima de solo pensarlo.

Aterrado, Jeno intentó con todas sus fuerzas moverse, gritar, ¡hacer algo! Era tan desesperante no poder mover ni siquiera un dedo. Sentía tanto miedo que podía mearse encima, pero ni eso podía hacer, se encontraba totalmente paralizado con su vista fija en aquella mujer que más que un demonio, ahora la creía bruja por lo que había dicho de su futuro.

—Estoy tan sedienta y sola...

La mujer se acercó a su rostro y esbozó una sonrisa, mostrando un par de afilados y relucientes colmillos. Ella besó sus labios con suavidad, acariciando sus mejillas con sus pálidas manos antes de apartar la tela que cubría parte de su cuello, sonriendo una vez más.

—La idea de un compañero es tentadora, ¿debería convertirte o no? ¿serás útil para mí? ¿seguirás mis órdenes? Son muchas preguntas que tengo en la cabeza y tantos años por vivir en una eternidad aburrida y solitaria —hizo una pausa, pasándose las manos por su largo cabello que caía como una cascada oscura a cada lado de su rostro—. Son respuestas que puedo resolver más adelante, ¿no crees?

Eso pudo haber pasado en el año 1.550 en una de las dinastías que poco le importaba recordar, pero el dolor y el placer que sintió cuando Siyeon clavó sus colmillos en su cuello estaba aún marcada en sus recuerdos. Las sensaciones seguían latentes, no le llevó mucho tiempo a la mujer llevarlo al borde de la muerte para luego darle de beber de su sangre, una que le supo adictiva en medio de la bruma que seguía manteniéndolo pegado al suelo y sin sentir nada más que la sangre bajando por su garganta, mientras bebía de quién se convertiría en su guía.

Slave of the moon • NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora