Tal vez no el mejor verano del mundo, echaba de menos a mis amigos y por encima de todo a mi mellizo, pero, me estaba divirtiendo pasando tiempo con mi hermano pequeño, y madre estaba siendo mucho más agradable de lo que había sido desde hace años.
Todo iba tan bien.
"¡Anabeth, baja, tenemos que hablar contigo!" El grito de mi madre interrumpió la partida de ajedrez mágico que mi hermano y yo jugábamos.
"¿Que has hecho?" Pregunto Reg, yo levante las manos en señal de inocencia.
"Nada, lo juro" respondí "voy a ver que quieren y seguimos jugando" le aseguré saliendo de su habitación.
Baje las escaleras hasta llegar al piso de abajo y luego entre en el salón.
"Hola madre, ¿que necesitas?" Pregunté con una pequeña sonrisa a lo que ella sonrió aún más.
"Tengo grandes noticias para ti" respondió y yo levanté una ceja esperando a que terminara "Por fin hemos encontrado a alguien que está dispuesto a casarse contigo" su palabras nunca llegaron a mi cabeza.
"Perdón, madre, creo que no te he oído bien" respondí confusa.
"Los Rosier tienen un hijo más o menos de tu edad, que estará encantado de casarse contigo Anabeth"
Oh, esta vez las palabras si cundieron, pude notar como mi visión se nublaba, y estuve a punto de caerme, pero mi hermano, que acababa de aparecer detrás de mi, me sujeto.
"Pero madre" intervino Reg.
"No hay ningún pero, Regulus, seguro que tu hermana estará encantada de honrar nuestro nombre de esa manera, ¿Verdad Anabeth?"
Negué lentamente, esto no podía estar pasando, ¿que tan estúpida podía llegar a ser?
Mucho por lo visto, porque había caído en el truco más viejo del mundo, y yo queriendo arreglar nuestra relación.
"No" musité "No, madre" dije esta vez más alto "!No soy un objeto que puedas vender y utilizar cuando te venga en gana, puedo tomar mis propias decisiones sin que tú decidas en mi vida!" Grité y vi como la cara de mi madre palidecía y su cara cambiaba de una expresión tranquila a una enfadada.
"¡Anabeth Lucinda Black!, ¿como te atreves a gritarle a tu madre? ¡Te haré entrar en razón!" Exclamó y luego me agarro del pelo tirando de mi fuera del salón.
"¡Suéltame, me haces daño!" Exclame pero no sirvió para nada.
Rápidamente mi hermano intento alcanzarme, pero yo negué lo mejor que pude "No te metas Reg, es por tu bien".
•••
••
•3 persona
Los gritos de Anabeth desgarraban el aire de lo que, si no fuera por ellos, habría sido una noche tranquila.
Regulus se encontraba en una esquina de su cuarto, con las rodillas pegadas al pecho y obligando a las lágrimas a no salir.
Los gritos de dolor de su hermana le volvían loco, quería ayudar, pero le había prometido a su hermana no meterse.
Era todo culpa suya, no tenía que haber insistido en que viniera, o en lo bien que se lo iban a pasar, Regulus había sido un necio al pensar que sus padres no harían algo así.
Toda esta situación le recordaba al pasado, la misma situación, solo que Regulus era más pequeño, y realmente no podía hacer nada. Pero esta vez sí era capaz de ayudar a su hermana, se negaba a quedarse ahí parado mientras la persona que más quería en el mundo era torturada por su propia madre.
Regulus se levantó decidido en cuanto los gritos cesaron.
Bajó las escaleras con cuidado de no hacer ruido, entrando a una habitación que normalmente no se usaba para nada, al menos desde que los mellizos no volvían a casa.
Al entrar una fuerte sensación de dolor entró en su cuerpo, encontró a su hermana en el suelo, lágrimas secas en sus mejillas y una mueca de dolor en su cara.
Pero al ver a Regulus Anabeth sonrió, ella siempre sonreía al ver a Regulus.
Regulus ayudó a su hermana a limpiarse las heridas que marcaban su torso, en él había cicatrices tanto nuevas como viejas. Regulus no sabía qué hechizo le causaba esas heridas a su hermana, y prefería no pensar en ello.
Cuando por fin terminó de limpiar y vendar las heridas de su hermana, esta le dio un débil abrazo.
"Gracias" oyó Regulus en su mente, aunque estaba seguro de que Anabeth pensaba que lo había dicho en alto.
Anabeth se levantó del suelo débilmente y al salir del cuarto se sorprendió al encontrar sus cosas en el pasillo.
Ella miró a su hermano intentando comprender que sucedía.
"Quiero que cojas tus cosas y vallas con Sirius" Dijo el hermano menor firmemente.
Anabeth negó, si ella se marchaba la ira de sus padres caería en su hermano, no permitiría que eso ocurriera.
"Mira Beth, sé que solo quieres cuidarme, pero soy lo suficientemente mayor para saber que esta es la decisión correcta, y que yo puedo apañármelas aquí mucho mejor que tú" Regulus dijo empezando a empujar a su hermana y a su cosas hacia la puerta.
"Pero" intentó intervenir Anabeth.
"No, vete, estaré bien" Anabeth asintió insegura, y salió de la casa a la que no quería volver nunca más.
Sabía que su rostro sería quemado en el mural, pero ese era el menor de sus problemas, ¿Estaría bien su hermano?.
Esa pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza mientras caminaba, y caminaba, y caminaba.
Dando tumbos y tropezando con sus propios pies, hasta que, sin saber muy bien cómo llegó al caldero chorreante.
Pidió usar los polvos flu, y de esa forma logró llegar al lugar que consideraba su hogar.
•••
••
•Sirius no podía dormir, hacía ya bastante que no podía dormir si su hermana no estaba con él, y por ello había dormido muy pocas horas en todo el verano.
Pero hace una semana las cartas de su hermana habían dejado de llegar, y por ello llevaba una semana sin dormir.
¿Por qué habían parado las cartas tan de repente?
Sirius creía saber la respuesta, pero prefería creer que no era cierto.
Todo estaba tranquilo y en silencio como todas las noches en la casa de los Potter.
Pero Sirius oyó un ruido que le alertó.
Despertando a James, Remus y Peter, todos bajaron a ver que había causado el ruido.
Encontrado a Anabeth, que cansada descansaba en la chimenea.
Al ver a sus amigos Anabeth respiro mejor de lo que lo había hecho en la última semana.
Ella empezó a andar lentamente hacia su mellizo, mientras él se acercaba a paso acelerado, ambos se encontraron a medio camino abrazándose fuertemente.
Después de un abrazo que pareció durar siglos y al que se unieron todos los merodeadores.
Todos se sentaron en el sofá en silencio.
Ahora mismo no necesitaban nada más.
Anabeth se tumbó en el pecho de su mellizo oyendo su respiración, mientras que Sirius dibujaba círculos en las manos de su melliza.
Esa noche, por fin ambos pudieron dormir bien.
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Resiliencia (Remus Lupin) [cancelada]
FanfictionEmmmm la historia es muy mala... mejora un poco al final pero no suficiente como para que a nadie le merezca la pena leer los primeros 20 capítulos... Ciertamente la borraría pero es lo primero serio que escribí y me trae buenos recuerdos :) Anabeth...