-Ocho chicos de diferentes mundos,diferentes situaciones se topan para tener un amor por causalidad el cual traerá un sin fin de problemas pero también un final bastante hermoso ¿o no?.
pero todos aquellos amoríos estarán a atados por un amor que fu...
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Aquélla joven mujer de cabellos Lacios se encontraba en la cocina preparando un café caliente mientras esperaba a su único hijo, pero en su joven rostro se notaba la preocupación sobre algo pero aún así actuó tranquila mientras escuchaba unos silenciosos pasos acercarse hacia donde ella estaba, atrás de la barra de la cocina
Hoseok se acercó a su madre llegando a la cocina suspirando un poco, sus manos temblaron con miedo cada que se encontraba más cerca de su madre, hubo un silencio y sólo se escuchaban los movimientos de la joven señora, cuándo llegó a sus espaldas paso saliva sintiendo aquél nudo en su garganta y sus ojos llenos de lágrimas que no dejo salir
Apretó sus manos en puños para así poder hablar sin tartamudear y decidió romper el silencio mientras su madre metía algunas cosas en la nevera.
— Madre... — Murmuró casi y llamo la atención de la mujer quien le miro algo preocupada.— Quiero qué hablemos de algo...
— Oh... — La mujer se tensó de inmediato posando se nerviosa para luego sacar algunas lechugas y de más desviando su mirada a los ingredientes. — Ya has llegado... — Decidió ignorar lo que dijo su hijo y prosiguió a hablar. — Espera unos minutos y la comida estará lista.
Hoseok no dejo pasar esto desapercibido, por lo que suspiro para volver a hablar.
— Si... Hago algo malo, ¿Te enojarías conmigo? — Murmuró un poco bajando la mirada.
La mujer paro lo que hacía volviendo a tensarse.
— Depende de lo qué hayas echo... — Miro a su hijo con regaño pero suavidad. — Pero si me lo preguntas; No, ¿Alguna vez me has visto enojada contigo? — Le sonrió un poco para así seguir con lo qué hacia.
El chico apretó sus labios desviando su mirada por la cocina nervioso para así tomar saliva nuevamente.
— Antes de decirte, ¿Puedo pedirte algo? — La miro dudoso. — No me odies luego de esto, por favor... — Sus pupilas se cristalizaron pero disimulo desviando muchas veces su mirada. — Puedes enojarte conmigo, pero no me odies... — Su voz tembló al final.
La mujer le miro frunciendo un poco su ceño no entendiendo la situación para luego negar lentamente.
— ¿Qué te pasa el día de hoy? — Preguntó confusa. — Hoseok, eres mí hijo, no podría odiar... Nunca podría odiar a mi propio hijo. — Confesó.
El silencio fue inmenso, era demasiado en esos momentos entre el hijo y la madre, escuchando se sólo el cuchillo contra la tabla.
Sintió sus pupilas llenarse de lágrimas mientras bajaba la mirada, miro cómo su madre seguía el trabajo en cortar los vegetales a lo qué camino hacia el extremo de la barra rodeando la hasta encaminarse a ella, cuando estuvo algo lejos pero en el mismo espacio, tomo fuerzas y su voz tembló.
