EL BAJO ASTRAL

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EL BAJO ASTRAL

La indescriptible niebla cegaba los ojos de Miren mientras caminaba por unas oscuras calles que no llegaba a reconocer, sus profundos ojos azules miraban con rapidez a su alrededor cada vez que se producía un ruido que no llegaba a identificar. Temblaba de frío y de miedo, más de miedo que de frío. Se hallaba confusa, ya que la última acción que recordaba era haberse ido a dormir a su cama, se vio con ropas que ella no había comprado. Una mini falda de cuadros rojos, con calcetines altos, una blusa con gran escote y unos tacones rojos rompedores. Pronto en su caminata halló una lúgubre luz amarilla. La joven se acercó para poder pedir ayuda u orientación. Comenzó a caminar por césped, por lo cual tuvo que quitarse sus tacones. El tacto con la hierba era desagradable, estaba empapada, pero no de agua, era un extraño líquido rojizo que no quiso definir por miedo de que se tratara de sangre. Asqueada, se asomó a la ventana y pudo ver a una persona adulta encadenada de pies y manos que estaba siendo torturada por un grupo de extraños neonatos de aspecto demoníaco. De ellos emanaba un vapor negruzco, sus ojos eran rojos y su voz emitía un idioma indescifrable para el oído humano. Los demonios tenían extrañas hojas de acero con las que le propinaban cortés a aquél señor. Disfrutaban con el dolor ajeno, les ocasionaba un placer brutal realizar aquellas atrocidades. Lamían la sangre de su víctima y de seguido le escupían en la cara la misma sangre, reían a carcajadas, de pronto Miren no pudo evitar soltar un quejido. Los demonios lo notaron y la observaron. Un escalofrío horrendo recorrió su cuerpo y echó a correr en difusa dirección. Se encontraba dando zancadas por el asfalto que ocasionaba heridas en sus pies, de pronto observó unas luces de neón, se trataba de una pastelería y sin pensárselo dos veces entró en ella. Dentro había una chica hermosa de pelo rubio, ojos verdes y bella figura que le dio la bienvenida.

-¡Socorro! ¡Necesito ayuda!- exclamó Miren.

-¿Qué sucede jovencita?- preguntó la mujer inclinando su cabeza en dirección a Miren.

-¡Unos demonios están torturando a un hombre en una especie de guardería que está al final de calle!

-Oh dios mío, pero eso es horrible- dijo la pastelera con un extraño tono.

-¡Hay que llamar a la policía de inmediato!- contestó Miren.

-Enseguida llamo, puedes sentarte en esta silla para que se te pase el susto.

-Sí- dijo Miren.

Estuvo ahí sentada durante unos minutos, la pastelera realizó la llamada, pero no parecía que lo hacía a la policía, eso le extrañó. Pronto volvió la pastelera a hacer aparición.

-Ya he llamado, en pocos segundos estarán por aquí.

-Menos mal, es un alivio saberlo- contestó Miren airada.

Hubo un breve silencio.

-¿Sabes qué hago yo cuando tengo miedo o ansiedad?- preguntó la pastelera.

-¿El qué?- preguntó Miren con curiosidad.

-Me tomo un dulce- dijo mientras cogía una galleta rosa con forma de dromedario y se la daba a Miren- para ti, te va a sentar muy bien.

La joven cogió la galleta que tenía un aspecto delicioso y le dio un buen bocado, empezó a masticarlo y saborearlo, frunció el ceño porque le sabía muy raro.

-¿Qué pasa? ¿No te gustan mis dulces?- preguntó con un toque de tristeza la pastelera.

-Sabe como a carne... a carne cruda.

-Sí... a su carne precisamente.

Miren levantó la mirada y vio al cuerpo de un hombre al que habían destripado. Un miedo horrible le invadió el cuerpo a Miren, escupió los trozos de galleta que tenía en la boca y salió lo más rápido que pudo de aquella pastelería. Corrió y corrió sin rumbo, pero pronto tuvo que parar, ya, que las ganas de vomitar eran incesantes. Paró a devolver durante largos minutos, lágrimas brotaban de sus ojos al pensar que se estaba comiendo a una persona. De pronto, escuchó unos pasos que venían en carrera hacia ella a una velocidad de vértigo y de entre la niebla aparecieron los demonios que había visto en la guardería y en cuestión de segundos comenzaron a apuñalarla con una fuerza descomunal. Le asestaron más de veinte puñaladas sin el menor pudor, después de haber acabado con la vida de la muchacha se marcharon como si nada hubiera sucedido dejando el cuerpo de la chica allí tendido en la calle esperando a que algunos animales hagan aparición para que se deshicieran de los restos.

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