❝Quién diría que Kuboyasu podría enamorarse de esa manera.
Siendo un ex pandillero, nadie se lo imaginaba. Su rudeza ocultaba un hermoso corazón.
Sin embargo, ella le hizo querer tatuarse su nombre en el brazo.
Porque Kuboyasu Aren era más dulce de...
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Nuevamente, Kuboyasu caminaba por las aceras de la ciudad, en dirección a un parque.
Estaba solo, pues aún no se había adaptado a su nueva Academia. Y es que, en verdad creía que no podría encajar pues carecía de la cualidad de "socializar"
¿De qué hablan las personas normales?
Se preguntaba a si mismo. No los entendía, se sentía tan diferente.
Ya no podría golpear a quien quisiera, no podría arrancar los ojos de los que lo miren, usar una señal de tránsito o cualquier otra cosa para romperle una que otra costilla a alguien.
Todos esos pensamientos eran como barreras que no le permitian avanzar, susurrando que no lo hiciera, que retrocediera a ser quien solía ser.
Pero el no retrocedería, retroceder no era de hombres.
Sus pensamientos eran tantos que no supo en que momento sus pies tuvieron vida propia y lo guiaron hasta el lugar a dónde el quería ir, un parque.
Tranquilamente, caminó hacia una banca cercana para sentarse y reflexionar.
Cerró sus ojos e inclinó su cabeza hacia atrás para descansar.
De repente, escuchó una pequeña risa que llamó totalmente su atención, giró su cabeza a su costado derecho y observó a dos personas y un perro, un chico y una chica, jugando con un pequeño cachorro, se veían felices.
Sonrió casi inconscientemente, no muchas personas lo sabían, por no decir ninguna, que a él le agradaban las mascotas.
Suspiró nuevamente y giró su cabeza hacia su izquierda, quedando helado casi al instante.
Es ella.
Efectivamente, ahí estaba la misma chica con la que había estado pensando días atrás, sentada en un banco del parque, aparentaba estar escribiendo algo en un cuaderno, se le veía sumamente concentrada.
De repente, sintió todo su cuerpo temblar, como si hubiese peleado contra diez tipos.
Sintió algo raro en el estómago, como si se le revolviera.
¿Qué está pasando?
Se preguntó, esto en verdad era extraño.
Mientras trataba de calmarse, seguía observando a aquella persona, dándose cuenta que no estaba escribiendo, sino más bien dibujando. Al observar más detalladamente, ella miraba una flor al mismo tiempo en el que miraba su cuaderno, así que asumía que lo que dibujaba era esa flor.
No pudo evitar sentir curiosidad por saber cómo estaba quedando el dibujo.
No pienses tonterías Kuboyasu.
Sin embargo, mientras más trataba de calmarse, parecía que hacía exactamente lo contrario. Así que, simplemente volvió a poner su cabeza hacia atrás y a respirar.
Luego de unos cuantos minutos, bueno, realmente no sabía cuánto tiempo había pasado, volvió a girar su cabeza hacia la izquierda, sobresaltándose.
¡Ella ya no estaba ahí!
Para Kuboyasu era realmente extraño sentir esto, sentía como si hubiera perdido algo.
Giró hacía todos lados para luego darse cuenta de lo ridículo que se veía. Nuevamente, se encontraba en ese mismo estado de pensamientos que había tenido días atrás.
Sus pensamientos eran; no la conozco, si la conociese probablemente no se acercaría a mí, ¿Por qué sigo pensando en ella? Parezco un acosador.
Estaba abrumado, simplemente, ella lo abrumaba. Calmadamente, respiró una vez más y se levantó de la banca en donde había pasado aproximadamente dos horas.
Caminó de vuelta a casa, sin poder evitar que un recuerdo llegara como proyectil a su mente; el color de sus ojos.
—¡¡¡AAAAHHHHHH!!!
Gritó al entrar a su cuarto, todo esto era tan raro.
Para distraerse, comenzó a hacer sus deberes, aún debía esforzarse para seguir en la Academia.
Sin distracciones.
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