Enero 1962

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–Dime la verdad

–Tú la sabes

–¿Eso que me dijiste? ¿Crees que te voy a creer? –Su cabello castaño se enredó con el viento mientras que las montañas escuchaban (como lo hacían desde hace siglos) la misma historia. Él llevaba cada tantos siglos a una castaña y repetía las mismas palabras.

–Soy peligroso

–Entonces ¿por qué hiciste hasta lo imposible por enamorarme y después traerme a este lugar perdido?

–Soy inmortal, vivo del amor, me alimento del más puro y verdadero amor. –Ella aguantó la risa y lo besó.

–¿Me amas?

–No. –Sus ojos gélidos revelaban que no estaba bromeando, los ojos de la chica se rompieron dejando salir su alma. –Entonces...

–Tú me amas. –La interrumpió –.Es lo único que importa. –Y antes de que pudiera decir palabra alguna él la mató lentamente absorbiendo todo el amor que ella le otorgaba. El cuerpo que antes estaba rebosante de vida y un amor profundo por él se había secado por completo, sin mucho esfuerzo agarro del cabello al cadáver y sin rastro alguno de remordimiento o emoción lo descartó como una bulto inservible aventándolo a lo más profundo donde los animales se encargarían de desaparecerlo, dio un último vistazo, más para cerciorarse de que había caído en el lugar idóneo que por preocupación o lástima. Él no podía ni necesitaba sentir lastima, su corazón estaba por adorno no por necesidad.

–¿Y a ti que te pasa? –Una voz gutural se coló por sus oídos interrumpiendo sus pensamientos.

–¿Vienes a vigilarme Baalberith? –Sus palabras salieron acompañadas de sarcasmo

–No tengo porque hacerlo, sé que cuidaras muy bien tu secreto, lo has hecho por más de un milenio, simplemente vine a buscar algo de comer. –Diciendo esto Baalberith volteó por completo su cabeza hasta que sus ojos se situaron en su espalda, corrió hacia un árbol y se trepo clavando sus garras largas en el tronco de este, un segundo después se perdió en las densas hojas verdes para salir de un salto, en su mano traía un frágil cuerpo, un hada, sin pensarlo se metió la cabeza del ser mágico a su boca y con sus dientes la arrancó. Amel miró asqueado los sucios dientes del demonio que masticaban la piel del hada que se perdía en la putrefacta boca de éste.

–Ya comiste así que ya puedes irte. –Espetó ácidamente.

–Jajajajaja. –La risa de Baalberith resonó advirtiéndole a todos seres del bosque que había un demonio alimentándose, él se limpió con su musculoso y carcomido brazo los restos de sangre –.No te quieras engañar Amel, puede que te veas como un ser humano atractivo, pero por dentro eres de la misma porquería que todos nosotros.

–¡LÁRGATE AL AVERNO EN ESTE MALDITO INSTANTE¡ –El rostro de Amel se desfiguró al punto de casi parecer un demonio ruin, Baalberith rio estruendosamente y se evaporó. Fueron necesarios unos minutos para que se repusiera y volviera a su interpretación que por siglos había sido impecable, no le era difícil hacer amigos, que la gente se enamorara de él era parte de sus dones y maldiciones, nunca hablaba con nadie ni lo necesitaba, para él convivir era un castigo que tenía bien merecido, solo cuando tenía que alimentarse ofrecía su perfección a algunos humanos y así encontraba su alimento; los ojos eran la clave para él, ahí podía ver si ella era un buen suministro de vida o si la maldad ya la había corrompido al punto de que su alma fuera inservible. Pero acababa de alimentarse y no estaba de humor para ver los mismos humanos que ya conocía, se ocultó en lo más apelmazado de las montañas y cerró sus emociones al mundo externo, entrando en un trance de 50 años, hasta que el hambre lo despertara y volviera a alimentarse como lo había hecho desde su creación.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2015 ⏰

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