Milagro; parte 1.

990 100 134
                                    

Salir de casa en un día de invierno como hoy no era de mi agrado, y menos en día de festividad como este.

Podía vivir sin alcohol, pero lo necesitaba urgentemente un día como Navidad y no había ningún rastro de el en mi refrigerador.

Me había mudado a Corea al cumplir mis diecinueve años. Mis padres estuvieron en desacuerdo cuando les platique sobre estudiar aquí sin ellos, sus razones eran simples: no querían que su pequeña viajará lejos a un país desconocido. Me retuvieron por diez meses, hasta que por fin decidieron que era tiempo de volver a conversar respecto a mi viaje.

Al tocar los suelos coreanos, me di cuenta que no sería fácil vivir aquí, sola y sin saber nada respecto a la vida. Casi llamaba a mi madre para que viniera por mí.

Pasé todas mis navidades con la mera compañía de champagne, bocadillos y películas animadas. Traté de convencerme que era mucho mejor así, no tendría que gastar ni un peso en regalos que no fueran para mí...  sin embargo, no podía engañarme, siquiera viendo el lado bueno de todo esto; pasar navidad lejos de mi familia y sin compañía no era agradable.

Por lo que, me definía como el personaje más conocido por ser el enemigo de Papá Noel: Grinch. Odiaba la navidad y todo lo que significaba: amor, ya sea de pareja, amistad o familia; no me gustaba. Navidad era egoísta con las personas solitarias. Aunque no era la única en este mundo que pasaba Navidad con la sola compañía de comida, y tampoco sería la ultima.

Entre a la tienda en busca de cervezas y algunos snacks. Tome un canasto y me fui directo a la sección de cervezas, alejando a cualquiera que estuviera ahí con mi rostro lleno de amargura.

Recogí dos packs de cerveza y las dejé en mi canasta. Era estúpido pensar que solo por comprar esto salí de casa. Fui hasta el pasillo de snacks y agarré mis favoritos para caminar a la fila de la caja.

Estaba tranquila cuando en ese instante mis ojos reconocieron a un hombre de perfil, esperando pagar en la fila de al lado.

Mis sentidos de alarma se activaron de inmediato. Supliqué a mis adentros para que no me viera. Le pedí misericordia a Dios cuando recordé que había empujado a una niña del tobogán a propósito y sin disculparme después.

Cuando sentí sus ojos puestos en mí, renuncie a todo.

Odiaba tener que saludar a la gente en las calles. Era un pereza extrema tener que sonreír y esconder mi mal humor, pero esta vez, tener que saludarlo a él me era desesperante.

Jeon Jungkook era dueño de la editorial en la que trabajaba como redactora. Excéntrico, misterioso, inteligente y encantador. Él fue protagonista de mis más locos escritos.

He cometido en total seis tontería frente a él gracias a mis nervios. Cómo salpicar café en toda su camisa blanca una vez que tenía que reunirse con editores importantes, o la vez que le termine entregando accidentalmente un papel confesando mis sentimientos por él, también cuando arruine su cita sin querer al caerme encima de su comida...

Odiaba actuar así cuando Jungkook estaba a mi alrededor, pero la torpeza era característico de mi persona.

Le ignore. No era tan difícil cuando había una distancia favorable. Llegó mi turno y pagué mis productos lo más rápido posible. Salí de la tienda caminando apresuradamente hasta la parada de taxis sin importarme lo demás.

— ¡Hey, Manoban!

Estaba resignada. Siempre llamaría a la mala suerte.

Detuve mi andar y di media vuelta para enfrentarme a él. Me quise morir de la vergüenza en ese instante cuando noté su sonrisa mientras sostenía mis dos packs de cerveza.

Miracles ✔ [T.S.] ☃️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora