Capítulo 1

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Siempre fui una chica soñadora. Cuando era pequeña pasaba horas imaginando que era la protagonista de una película de acción. Que mi padre era un agente secreto de la CIA, o mi madre una abogada licenciada en artes marciales, o que era yo, con mis cortos siete años, quien salvaba al presidente de morir a manos de unos alienígenas azules. Estaba en las nubes.

Lo que fuera con tal de evadirme del aburrido trabajo de mi padre, que lleva veinte años como contable de una gran empresa, de la obsesión de mi madre por nuestro jardín delantero y su afinidad por restregarle a las vecinas nuestra excesivamente perfecta familia, de las clases de saxofón a las que me obligan a ir desde los seis años a pesar de que lo odio, de mi horario cuadriculado, ... Era muy inocente, y para mi la vida debía ser divertida, alegre, estar llena de emoción, de besos bajo la lluvia, y de superhéroes.

Lo que nunca imaginé fue que con diecisiete años mi vida sería de todo, menos normal. Y todo por culpa de aquellos ojos verdes.

Llevo cinco minutos leyendo el mismo párrafo una y otra vez sin entenderlo. Enredo un mechón de pelo en mi mano y me llevo la punta a los labios, sin llegar a morderlo. No encuentro el subrayador rosa y el color amarillo me pone de mal humor, por lo que marco con lápiz las palabras importantes.

-¡Alison, la cena está lista! - oigo gritar a mi madre.

Busco una hoja para usar de marca-páginas en el libro de química y me entretengo guardando los bolis en mi estuche uno por uno, colocados con la punta en la misma dirección. La cena siempre es a la misma hora, a las seis. En realidad, todo en mi vida está programado. Normalmente no me molesta, pero en días como hoy me gustaría que fuera distinto.

-Alison, ¿me has oído?

Bajo las escaleras despacio en dirección al comedor, deslizando mis zapatillas con forma de conejito por la moqueta marrón oscura. Me paro para enderezar una de las fotos colgadas en la pared. Toda la casa huele a salmón y patatas cocidas y me suena el estómago cuando inhalo con fuerza.

-Ya era hora - mi madre tiene el ceño fruncido, y eso nunca es buena señal. Está enfadada. Mi madre se enfada por muchas cosas tontas, como no ir perfectamente peinada, hacerla esperar, llegar tarde a los sitios... Pido disculpas y me siento enfrente de mi padre, pero él no despega la vista de ella mientras le cuenta que su jefe a despedido a alguien que no conozco ni tengo intención de conocer. Doy un par de bocados cuando mi madre se sienta a la mesa. El pescado está muy bueno. Si algo hace genial mi madre es cocinar. Ojalá se hubiera dedicado a eso. Podría haber ido a la escuela culinaria. Podría haberse ganado la vida con ello. Podría ser chef en un lujoso restaurante de Londres, con su pelo caoba perfectamente teñido escondido bajo un gran sombrero blanco, y nosotros vivir en un apartamento cerca de su trabajo. Después de ir a clases iríamos a cenar con ella en las cocinas. Todos sus ayudantes nos conocerían y nos dejarían probar los dulces hechos ese día mientras nos relatan alguna anécdota en la que mi madre se las ingenia para cocinar la cena del alcalde y su mujer en tan solo cinco minutos...

-Alison, ¿me estás escuchando?

Parpadeo confundida.

-¿Perdón?- noto como mis mejillas se ponen calientes, clara señal de que me estoy sonrojando. Si tan solo no fuera tan blanca...

-Otra vez soñando despierta- mi padre mueve la cabeza en un gesto de descontento-. Te tengo dicho que dejes eso para cuando estés sola. ¿Qué pensarán tus clientes cuando vean que no les prestas atención?

Se me olvidaba. Mis padres tienen totalmente decidida cómo será mi vida, y en sus planes se incluyen los estudios de derecho, cosa que a mi no me puede hacer menos gracia. Pero si ellos quieren que sea abogada, no hay nada en el mundo que pueda hacerles cambiar de idea.

-Todavía quedan muchos años... -trato de evitar el tema.

-¡El año que viene entrarás en la universidad! Es hora de que te centres en tu futuro y bajes de las nubes, Ali- dice mi madre con tono condescendiente. Odio cuando me llama Ali, no por el nombre en sí, sino por la forma en la que me habla, como si tuviera cinco años otra vez. Aprieto el tenedor con tanta fuerza que se que me quedará marca.

Estoy cansada de tener esta conversación. No quiero estudiar derecho, ni casarme pronto, ni mucho menos seguir viviendo en este pueblo. ¡Y, por si nadie se ha enterado, odio las clases de saxofón!

-El reverendo Monroe organiza la barbacoa la semana que viene en su casa. Todo el barrio está invitado y el señor Smith va. Tienes que conseguir caerle bien para que te ofrezca una carta de recomendación para la universidad- mis padres jamás se cansarán de decirme como tiene que ser mi vida. Jamás.

Se me ha quitado el hambre, pero dejar comida en el plato no es buena idea en mi casa.

Mis padres siguen hablando de trabajo y de los vecinos, sus dos temas favoritos. Estoy convencida de que solo saben hablar de eso. Me quedo ida mirando como la corbata de mi padre oscila sobre su pecho cuando habla, perfectamente atada a su cuello. La mueca de asco de mi madre cuando habla sobre un chico que ha visto en el supermercado lleno de piercings y tatuajes me pone de peor humor.

El sonido de la puerta cerrándose interrumpe la aburridísima conversación cuando mi hermano entra en casa. Lleva la bolsa de deporte colgada al hombro y las rodillas llenas de barro. Se manosea el pelo rubio oscuro, que le cae sobre los ojos mojado por la lluvia.

-¡Hola, campeón! ¿Cómo ha ido el entrenamiento?

Algo que añadir a la lista de cosas "perfectas" en mi vida. Mi hermano. Dylan. Capitán del equipo de fútbol. Guapo. Novio de la capitana de las animadoras. Notas altas. El curso empezó hace dos meses y ya le han ofrecido tres becas de deportes para la universidad. El típico chico popular. Y yo su típica hermana gemela popular. Mi vida es un cliché entero, lo mires por donde lo mires. A pesar de todo, creo que es el único con el que puedo mantener una conversación normal en esta casa, una que no trate sobre triunfos, logros o propósitos para el futuro.

Me desentiendo por completo de la conversación hasta que llega el postre. A pesar de lo que me gusta la tarta de arándanos no consigo disfrutarla y vuelvo rápidamente a mi cuarto. Mientras mis amigas están en una fiesta yo estoy estudiando para el examen de la semana que viene. Lo peor es que siempre ha sido así, y no parece que vaya a cambiar. Ellas viven una vida a parte de mi, una en la que se divierten mucho más que yo con las fórmulas matemáticas. Dos horas después a penas he avanzado con los apuntes. Desisto y me meto en la cama mientras reviso el móvil. Tengo un mensaje.

¿Por qué no vienes esta noche? Todavía es temprano y esto se está animando :)

Hannah

A veces me gustaría ser como mis amigas. No preocuparse tanto de las cosas, salir de fiesta, gastar la paga semanal en maquillaje y ropa... Apago el móvil y me tapo con la manta hasta el cuello. Estoy cansada de todo. A veces desearía recoger mis cosas, meterlas en una maleta y marcharme. En cambio, aquí estoy. Con mi horario pegado en la pared encima del escritorio y mis cuadernos de apuntes un viernes por la noche. Me quedo dormida mientras escucho a mis padres subir las escaleras.

BRAVE (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora