En Café Julio

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Un hombre que se enamoro de una mujer complicada, la cual tenía problemas con su familia y amigos, lo que provoco que de alguna forma él igual lo tuviera con su familia y amigos. Un hombre que sin darse cuenta ya tenía una hija, se puso contento, se puso feliz de que por fin algo bueno y hermoso le ocurriese; pero, cantar victoria antes de tiempo lleva sus facturas. La mujer se hundió en alcohol en las drogas, él se canso de ello, de eso y demás así que dejó de darle dinero, lo que no se espero es que ella se prostituyera a por dinero, y así siguiera con sus adicciones.

Tiempo después descubrió que la niña a la que tanto amor le dio, no fuese su hija, sino que del hombre que la metió en las drogas. Eso fue devastador, pero se mantuvo y siguió amando a esa niña a como su hija.

La mujer desapareció, una noche en la que salió a prostituirse no volvió pasan lo que fueron días, esos días pasaron a semanas y esas semanas a un mes. Todo era hermoso, la niña creció se volvió una hermosa señorita estudiosa, lo que irrumpió en esa hermosa felicidad fue la que pasó a ser una prostituta cualquiera entre las bocas de las personas que la veían, una tarde como cualquier otra llego la niña con los ojos llorosos fue a los brazos de papá a decir: —Pa' vi a mamá —ante eso el padre soltó la bandeja de galletas al suelo.

Después de tanto, después de tanto volvió embarazada de mellizos, dijo que lo necesitaba y que cometió algo horrible. Él, después de tanto, sintió como su corazón volvió a romperse, aun la amaba, después de tanto aun seguía amando a esa mujer que conoció en un día frío, con los copos de nieves cubriendo los techos de las casas de Nueva Jersey, los suelos de las calles.

Aquella noche fría en una cafetería llamada "Café Julio" fue cuando los ojos verdes del captaron a esa mujer, en un traje de camarera que hacía a relucir su busto, con esa falda corta marcando su cintura. Los ojos de un café claro conectaron con los del de inmediato, haciendo las veces del estar en ese café fuesen más de una, sino cada sábado a las 4:30 p.m. ni uno más ni uno menos, tan sólo contaba las horas para salir de su oficina para verla a ella, para ver esos ojos cafés dueño de esa mujer de piel canela, de pelo suave negro como la noche, como las noches frías en las que él la tomaba de la mano y la dejaba en la puerta de la casa de su madre.

Pero esos bellos momentos se esfumaron con el viento frío que soplaba al verla con esa; panza, con esos ojos apagados acompañado con un rojo de llorar, con esos moretones de un color morado en su hermoso rostro, en ese rostro que en un pasado estaban vibrante de felicidad, con una sonrisa cada que lo veía entrar por esa puerta de la Cafetería en la que trabajaba. En ese preciso instante... No encontró las fuerzas para echarla, sólo la recibió con los brazos abiertos, le dio alimento, un hogar y amor. Pero no fue suficiente, eso no fue suficiente para traer de vuelta a la dulce mujer de la que su corazón se enamoró incondicionalmente.

Pasaron los días, esos días se volvieron semanas y luego tres meses, tres meses en los que se lo paso cuidándola, hablándole a los mellizos de su vientre. La niña se puso más que feliz, por fin tenía mamá y mejor tendría hermanos, sería la mayor de dos preciosos babys.

Como nada puede ser color de rosa, antes de que se diera cuenta todo se le fue abajo, con solo una llamada, cómo la vida de una persona se podría acabar con nada más que una llamada, sólo una llamada. Después de unos cuantos meses ella dio a luz, salieron con problemas de salud, tuvo que trabajar horas estrás, tres trabajos, tres trabajos semanales, le ocupaban hasta el sueño. Igual eso no le impidió regalarle una sonrisa a esos niños que no llevaban su sangre, pero si tenían su corazón en sus manos. Todo por las drogas y el alcohol.

Pero qué le dijo ella: —Dalos a adopción, ni siquiera llevan tu sangre —eso termino de destruirlo. Qué fue que hizo para pagar así, fue humilde que dejaba propina a todos lados que iba, ignoro los comentarios de las personas de ella. Soporto el bullying que recibía en la escuela su hija, ignoro el hecho de que volviera ebria y drogada a la puerta de esa casa que una vez fue de ambos. E incluso, soporto a sus suegros que lo culparon por lo que le ocurría a su hija, pero, ¿qué hizo él? Aparte de amarla como un caballero.

¿Cómo le pago ella? Esa llamada que recibió a las 3:45 a.m. mientras trabajaba, le informaba una policía: —Buenas noches señor, le urge venir al hospital de las Alas, sus hijos se encuentran en urgencia —cuando llegó y pregunto por la madre, le dijeron que no consiguieron contactarla, cuando pregunta ¿Que qué ocurrió? Le informan que su hogar se incendió por una fuga de gas que dejo su hija abierto al tratar de hacer la cena, que el gas hizo contacto con un fósforo prendido para un cigarro. Después descubren que la madre acabo calcinada en el incendio. Él hombre callo de rodillas al piso, se hecho la culpa de trabajar tanto, de no estar ahí para hacerle de cenar a los niños, de no estar ahí para... Aunque sea salvarla, no, ya es tarde ella y sus hijas murieron, solo un niño se salvó, uno de los mellizos.

Después del entierro se ahogó en alcohol, se reprochó esa noche, esa noche que pasó en brazos de las sombras de los arboles del parque de diversiones al que llevaba a su hija, al que llevó a la mujer, y al que llevó a la otra melliza cuando ni siquiera había nacido. Esa noche, se ahogó en el ardor que sentía en la garganta al tomar whisky, cada sorbo con la intención de encontrar de donde sea fuerzas, nada más pensaba en el niño, que aún se encontraba crítico.

Se lanzó de rodillas al suelo y grito:

—¡¿Por qué Dios?! ¿¡Qué he hecho para que me castigues así!?

Semanas después, iba todas las noches ebrio a ver al niño, quemado, de pies a cabeza, conectado a aparatos que hacían un insoportable sonido. Pensó en lo último que escuchó de parte del doctor sobre su hijo: —Ya no podemos hacer nada por él lo lamento, pero los aparatos son lo que lo mantienen vivo, aunque se salve, no será un niño normal, tenía problemas y si se salva tendrá muchísimos más problemas que después con el paso del tiempo, puede que lo mate —con eso dicho, dejo en sus manos la decisión de desconectarlo.

Dio vueltas en un pasillo llevando y desviando la mirada del cristal que lo separaba del niño, ¿cómo podría quitarle la vida a un ser que apenas empezaba a vivir? ¿Cómo quitarle la vida a un ser que apenas ni pudo caminar, pero demostraba que le amaba desde los brazos de su hermana removiéndose y alzando sus pequeñas manos hacia él con una sonrisa sin dientes?, ¿cómo quitarle la vida a un ser que cargo y dio de comer?, ¿cómo quitarle la vida a un ser que no se dormía hasta que lo cargaba?, ¿cómo quitarle la vida a un ser que se despertaba por las madrugadas llorando y cuando lo cargaba se calmaba? ¡¿Cómo?!

En una noche mientras tomaba en un banco del parque al que le tomo costumbre ir, con el cielo nublado y la brisa fría, decidió quitarle el sufrimiento al pequeño. Llegó a observar cómo lo desconectan y observó su cuerpo vendado, luego de unas semanas decidió enterrarlo. Volvió al parque, pero de día, miro a los niños jugar bajo la sombra de un árbol, el aire se encontraba fresco, el sol brillaba con todo su esplendor, y recordó lo que una vez le dijo su abuela al preguntar por qué las personas que tanto uno quiere, se iban: "—Mi hijo, las personas se van porque Dios así lo decide, exige su presencia allá en el cielo."

—¿Por qué Dios?... ¿Y yo qué? —exigió a través de susurros, con una mirada rota.

El DesdichadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora