Prólogo

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Me dirijo hacia la universidad, donde me espera mi amigo Bruce. Somos colegas desde el primer día que nos vimos, y nunca nos hemos fallado. Estamos impacientes por conocer las notas de aquel examen de Geometría tan difícil. Seguro que suspendo.

-¡Hey, Jason! Ya era hora -me saluda, dándome un puñetazo amistoso en el hombro.

-Hey. Sabes que no soy puntual -repondo con desgana-. Y también que ahora paso de todo. Mi carrera está arruinada y ni siquiera la he empezado.

-Tío, esa perra tiene la culpa de todo. No te tortures. Además has dado un cambiazo impresionante.

Bruce tiene razón. Desde que descubrí que mi última novia me estaba engañando; mi personalidad se sustituyó notablemente y para bien. Según lo que cuchichean las tontas que ligotean conmigo enrollándose pequeños mechones de cabello alrededor del índice y sonriendo como bobas; estoy "mejor y más bueno que el pan". A partir de ese importante momento de mi vida, empecé a ser más serio, callado y borde. Pero hubo una persona que siempre me apoyaría, me volviera como me volviera: Bruce.

También mi estilo dio un vuelco: pasé de llevar camisetas lisas de colores a ponerme playeras blancas con chupas negras cubriendo. Todo mi armario cambió hasta tener ropa muy monótona: sólo blanco y negro. Sobre todo negro. Como el color de mi pelo, largo y revuelto.

Tal vez no esté todo acabado. Puede que consiga prácticas en algún sitio de Estados Unidos. Pero eso supondría alejarme de mi padre y mi hermana, e iniciar una nueva vida.

Sumido en mis pensamientos, no me doy cuenta de que ya hemos llegado a clase, con Bruce parloteando sin parar y yo sin escucharle. Entramos y nos damos cuenta de que hay un grupillo de chicos mirando algo. Nos acercamos y se ve que están pidiéndole que vaya con ellos al Baile de San Valentín a la puta de Judy. Nunca me ha gustado, cada tío para ella es como un juguete: empieza a jugar y cuando se cansa, los tira. Traducción: les parte el alma y luego se dan cuenta de que no existió nada. No puedo más y lo digo; suelto a todos en toda la jeta lo que pienso de Judy:

-¡¿En serio queréis salir con esa zorra?! ¡Siempre pasa lo mismo, al final nos volveremos todos locos! Va uno por uno como quien come galletas; ¡se olvida completamente de que están ahí, joder!

-Señor Kardashian, acompáñeme -una voz grave, más bien que creo conocer de mucho, me regaña.

Me doy la vuelta y allí estaba. Un chico rubio con los ojos azules que por él suspiran muchas más que por mí. Es Cody Blight. Otro capullo que no hace más que lo mismo que Judy.

-Muy buena la broma, Blight. Mira cómo me descojono -respondo con frialdad y cierto desdén.

-¿Qué acabas de decir de Judy? -me pregunta, riéndose-. Repítelo aquí y ahora -su expresión se ha tornado seria, y se acerca hacia mí hasta que puedo sentir su cálido aliento chocando contra mi faz.

-Lo que oyes. Es una zo-rra -restriego cada sílaba para cabrealo más, ya que es su hermano-. Y no sabe otra cosa que engatusar a la gente.

Eso fue perfecto para que me encajara un puñetazo en la barriga. He aprendido mucho a lo largo de estos últimos meses, y lo que tienes que hacer es no mostrar signos de dolor. Así que me mantengo en la misma postura, implacable. Se sorprende mucho, y vuelve a la carga. Mismo resultado. Aún confuso y sorprendido, le asesto un golpe en su mandíbula, tan fuerte que hago que caiga al suelo, y a mí me sangren los nudillos.

-Lo que dije: zorra -repito mientra se retuerce de dolor y pierde el sentido justo después de decirle lo último.

-Wow, eso ha sido... increíble -ahora soy yo el que me he ganado toda la atención, tanto masculina como femenina-. ¿Cómo has podido no hacerte daño?

-No me ha hecho daño, pero me ha dejado algunas marcas -a modo de respuesta; levanto mi polo blanco, dejando al descubierto mi abdomen. Todas parecieron como hipnotizadas y se acercaron. Se les estaban dilatando mucho las pupilas, y por una intuición, bajé la prenda. Tengo dos pequeños moratones en mi estómago, pero eso no me impide seguir estando en el Centro, así que mejor me siento en una mesa al azar y presto atención a la clase.

Media hora más tarde; cuando la clase ha concluído...

-¡Jason! Te invito a venir conmigo al Baile -una morena me guiña un ojo y sale corriendo riéndose, después de darme su número.

-No, mejor conmigo. ¡Ella es feísima! -otra también me pasa su contacto.

Creí que todas eran iguales, cuando apareció la mejor de las mejores: Amy Coughton. Es una chica directa, muy acorde con mi personalidad, y prácticamente vestimos igual. Sólo nos diferenciamos en que yo soy más sensato y ella lo hace todo sin pensar en las consecuencias. ¿No es perfecta? Por lo visto me ha mirado de reojo y se dirige hacia mí. Tiene una forma de caminar tan sexy...

-Tú. Yo. En el Baile. A las cinco en mi casa. Recógeme -me da un papelito con su móvil, y me quedo atónito por dentro, pero indiferente por fuera. Creo recordar que dije que era directa. A esto me refiero.

-Vale. Ve con un vestido que no sea muy... colorido.

-¡Ah! Comprendo -hace lo que parece una sonrisa y se marcha.

-Al fin, mierda.

-Por cierto... Me gusta tu forma de pelear. Enséñame -guiña el ojo-. ¿Qué has sacado en el examen...?

Nos vamos charlando como amigos de toda la vida, y cuando me giro, sólo veo caras de envidia por chicas que no usan otra cosa que ropas muy exhibicionistas y a Bruce levantándome el pulgar y sonriendo. Mueve los labios y le escucho:

-Te dije que no estaba acabado.

You know I'm badDonde viven las historias. Descúbrelo ahora