La llave del Cazador

Cazador

Querer reunir a la familia en ocasiones no es tan sencillo como se ambiciona. Implica sacrificios o peor aún, implica hacer cosas que uno creería que es extremo y más cuando se trata de hacer cosas a quienes uno considera intocable, pero en este momento era un mal necesario.

Hasta el más sanguinario y el más noble tienen algo en común, la familia es sagrada y se protege ante todo y contra todo. La única diferencia entre ambos es la manera de amar, pero...¿acaso hay algo explícito respecto a las formas de amar?

Al menos eso pensaba El Cazador, mientras tomaba su última taza de café y desde su ventana se despedía de la insólita noche, mientras veía asomarse al primer rayo de luz.

Repasemos una vez más dijo El Cazador, dejando en claro que el error no era una opción sino el fracaso seguro.

Sara estaba molesta porque él nuevamente no la dejó pasar la noche en su habitación, lo cual comenzaba a irritarla, pero eso no fue motivo para estar allí, viendo lo que harían a continuación. Porque aunque ella solo le era leal al Cazador, no podía evitar tener sentimientos por los que ella consideraba "familia".

El Cazador se dedicó a pensar en su habitación el resto del día, su mente solo pensaba en lo que debía pero no quería hacer, pero esa encrucijada solo lo puso de mal humor y más exhausto por lo que se metió a bañar.

No se dio cuenta en que momento la solitaria noche hizo eco en su ventana.

Aunque tenía una habilidad impresionante para no perder el control, estaba nervioso. No se había inmutado en acercarse a la cama en toda la noche, sabía que sería inútil y que no lograría dormir, aunque no solo él sabía aquello.

Lala también lo sabía, por ello no dejó que le faltara su café amargo, que era especial para las cosas amargas, según él.

Recibió la brisa fresca desde su balcón, mientras solo pensaba que alguien que quizá en ese momento estaba viendo la noche al igual que él, muy pronto estaría allí.