El sol se filtraba a través de las cortinas semiabiertas de la habitación de Kenma, pintando patrones dorados en las paredes mientras él estaba absorto en su juego. Era una tarde tranquila de verano, el tipo de tarde en la que el tiempo parecía detenerse, dejando solo la suave brisa y el zumbido distante de los insectos.
De repente, el timbre sonó, interrumpiendo la tranquila atmósfera. Kenma frunció el ceño, preguntándose quién podría ser. Se levantó perezosamente de su silla y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla, se encontró con una chica con una sonrisa amable sosteniendo un pastel de manzana.
–Hola ¿Eres Kenma, verdad?–, preguntó la chica, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y alegría.
Kenma asintió con cautela, sin reconocer a la chica de inmediato. Pero cuando su madre apareció detrás de él, la reconoció de inmediato.
–¡Mei-chan! ¡Qué sorpresa verte aquí!– exclamó la madre de Kenma con alegría, envolviendo a Mei en un cálido abrazo.
Kenma se quedó boquiabierto mientras observaba la escena. Mei era la hermana mayor de su mejor amigo, Kuroo, pero hacía años que no la veía. Recordaba vagamente haberla conocido cuando eran niños, pero la chica frente a él era ahora una mujer encantadora y segura de sí misma.
Después de saludar a la madre de Kenma, Mei se volvió hacia él con una sonrisa gentil. –Te importaría si entro un momento? Quería darte este pastel de manzana como un pequeño regalo por las vacaciones de verano–
Kenma asintió y le abrió paso, dejándola entrar a su habitación. Mei colocó el pastel en el escritorio y se volvió hacia él con curiosidad.
–Cómo has estado, Kenma? Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos– dijo Mei con una chispa de nostalgia en su voz.
Kenma se encogió de hombros, sintiéndose un poco incómodo bajo su mirada penetrante.
–Bien, supongo. Juego mucho a los videojuegos y, ya sabes, lo de siempre–Mei asintió con una sonrisa, observando los diversos juegos y consolas que llenaban la habitación de Kenma. –Eres realmente bueno en esto, ¿verdad? Recuerdo que Kuroo siempre hablaba de lo talentoso que eras–
Kenma sintió un rubor en sus mejillas ante el elogio, pero se esforzó por mantener la compostura.
–Gracias, supongo–El ambiente se volvió un poco tenso mientras ambos se miraban, recordando los viejos tiempos y la conexión que alguna vez compartieron. Kenma sintió un nudo en el estómago mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.
Mei rompió el silencio con una risita suave. –Bueno, supongo que debería irme. No quiero molestarte mucho–
Kenma asintió, sintiendo una punzada de pesar al verla irse. –Gracias por el pastel, Mei-chan. Realmente aprecio el gesto–
Mei le sonrió con ternura antes de dirigirse hacia la puerta. –Me ha gustado verte de nuevo, Kenma. Espero que nos veamos pronto–
Después de que Mei se fuera, Kenma se quedó solo en su habitación, perdido en sus pensamientos. Se dio cuenta de que aún mantenía los sentimientos que había tenido por la hermana mayor de su mejor amigo, y se preguntó si alguna vez tendría la valentía de admitirlo.
El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, pintando el cielo de tonos cálidos y dorados mientras el verano continuaba su curso. Para Kenma, aquel dulce reencuentro de verano con Mei había encendido una chispa de esperanza en su corazón, una chispa que prometía un futuro lleno de posibilidades y quizás, solo quizás, un amor que perduraría a través del tiempo.