Nadie fue consciente de aquel acto heroico que salvó La Tierra. La nave invasora, de una raza alienígena nómada, arrasaba todo a su paso y era como esos objetos que están siempre ahí y que no vemos hasta que los buscamos.
El extraterrestre superviviente de otra raza y el chico abducido, crearon una explosión que envió a la titánica invasora inexorablemente hacia el Sol, mientras la suya ardía en pedazos en la atmósfera sobre algún lugar de Roswell, Nuevo México.
Aquél verano de 1947 una niña y su padre observaban el cielo: «¡Estrellas fugaces, papi! Desearé... que estemos siempre a salvo».
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Héroes anónimos
Ciencia FicciónRelato corto que quedó finalista en un concurso. Pretendo ampliarlo en un futuro.