Por mi ventana se colaba una ráfaga de viento otoñal mientras que en el televisor anunciaban las noticias matutinas comenzando con un inusual evento que se daría a cabo hoy, un eclipse solar que sólo ocurre cada 200 años, al instante sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo pero hice caso omiso. Hoy será un día frío, pensé; y dejé la taza del café sobre la mesita de mi pequeño apartamento y me dispuse a abrigarme muy bien antes de salir. Ya hace un año que vivo en Corea, por las mañanas estudio música en la Universidad Nacional de Seúl y en las tardes trabajo tocando el piano en un restaurante refinado ubicado en Gangnam-gu. Aún no sé cómo lo conseguí pero es grandioso.Las clases transcurrieron normales nada fuera de lo común pero cuando iba camino a mí trabajo, una señora anciana de rostro cándido en el autobús me observaba inquisitivamente desde su asiento y antes de salir del mismo me tomó ambas manos mientras me miraba aprobatoriamente a los ojos y me dijo: "El tiempo no cambia a los espíritus de verdadera esencia". No entendía aquello más una sensación de inquietud profunda me invadió pero debía serenarme para poder tocar bien, éste trabajo era bueno y no quería perderlo, mientras caminaba las calles que acostumbraba recorrer para poder llegar me detuve en una tienda de conveniencia y pedí un té de jengibre con un choco pie de chocolate porqué siempre eso me calmaba cuando tenía un examen.
Finalmente estoy tocando y me siento extraña, incómoda. Hoy no estoy en mi elemento, me digo mentalmente pero decido empezar a tocar esa canción que recuerdo desde niña la cuál conozco muy bien y me hace sentir llena de ilusión y paz. Ya voy por la mitad de la canción cuando de repente alguien se sienta a mi lado, un chico, y empieza a tocar al unísono conmigo, estoy muy impresionada y a juzgar por su rictus al encontrarse con mi expresión de asombro entiendo que él también pero no me detengo ya que por primera vez en el día vuelvo a sentir tranquilidad. Despejó mis manos del piano y lo detallo fijamente mientras me pregunta: ¿Quién eres? Pero yo estoy preguntándome lo mismo sobre su persona y no alcanzó a responderle cuando sucedió.
El día se ha convertido en noche y la arena del reloj de aquel restaurante yacía inerte y en las calles todos los semáforos en rojo están. Claramente el tiempo se había detenido pero: ¿Por qué? Se preguntarán y aquí es donde les voy a contar unos hechos pasados que muy viejos han de ser ya.
En los años 1800, la dinastía Joseon reinaba y en Hanyang su capital se encontraba. Las diferencias entre clases era algo notorio, el erudito Kim InSeong, hijo del rey Jeongjo. Se destacaba por su conocimiento sobre la literatura y también al componer melodías de Jeongga, la música legítima para la realeza.
Al oeste de Hanyang, recorriendo el final del río que desemboca hacía el mar amarillo vivía en el bosque una anciana llamada "madre sabia", quién le había dado cobijo a una niña que encontró hace 10 años sola y casi ahogada por la fuerte corriente de dicho mar.
- Madre, madre, debo decirle una cosa.- Decía la niña convertida ya en una jovencita con rasgos notoriamente occidentales.- Dime.- Decía madre sabia serena.- Creo que a mí regreso me han seguido sigilosamente.-¿No era tigre blanco?.- Preguntó.- No, no era él. Fue un hombre pero no pude ver su cara.- ¿Has vuelto a cantar?.- Dijo madre sabia alterada, rompiendo su serenidad perpetua consigo.- Lo siento, se me hace inevitable, por favor ten calma, no volverá a suceder.- Decía la joven cruzando los dedos de los pies.- Sólo debes ir por agua y plantas al valle es lo único que debes hacer, entiende por favor, si te encuentran pueden desaparecerte, el ser humano recibe mal lo que no se le asemeja a su imagen.- Dijo exaltada madre sabia.
Luego de un tiempo el príncipe InSeong decidió mostrarse ante la joven del valle, puesto que sus cantos inesperadamente siempre conseguían inspirarlo a componer las mejores melodías cuando al bosque se dirigía en busca de sosiego.
