Noviembre, una gélida noche de invierno una joven se encontraba decidida a acabar con su vida, no era relevante en la vida de nadie y no se encontraba en los pensamientos de ningún ser vivo. ¿Cuál era el punto de continuar con el sufrimiento? No escribió ninguna carta, no preparó nada, ella sabía que nadie iba a tomarse el trabajo de leerla. Se vistió casualmente y salió de su casa, sin olvidarse de cerrar la puerta, pues ya era un hábito. Nadie iría a visitarla de todos modos. Caminó y caminó hasta que llegó a un edificio en construcción ya abandonado, había pensado hacerlo en un puente, pero no quería molestar a los conductores.
Caminó a través de la oscura entrada y subió las escaleras hasta lo que parecía ser el décimo piso. Se acercó hasta el lugar donde acababa el suelo y decidió observar por última vez la ciudad...
No tenía nada que la sostuviese sobre ese duro e inestable suelo, lo único que quedaba era dar el paso, tomar la elección de acabar con todo y detener la incesante soledad que la acechaba.