único

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No es nada raro que me gusten las cosas extrañas. Es de lo más normal del mundo.

Buena línea para iniciar esto, ¿verdad?.
Ahora, sé que quedaron algunas dudas sobre lo anterior, y lo explicaré.

Recuerdo perfectamente mi niñez, y en ella inició mi proceso.

En la casa de mis padres solían haber muchas cosas, cosas raras y a mi me encantaban. Éstas cosas iban desde el cráneo de un animal hasta simulaciones de cuerpos humanos abiertos de par en par, cuadros con imágenes extrañas pero que aún así atraían tanto la atención que mi mirada nunca se despegaba de ellos.

Pero mi gusto extravagante apenas y comienza ahí. Entre todas esas obras de arte, había una que solía ser mi favorita. Era un simple cuadro, en un fondo azul eléctrico y como la estrella de éste se encontraban plasmadas manos.

Solo eso, manos.

Por alguna razón eso llegó a remover mucho mi pequeña mente, me gustaba mucho solo sentarme ahí y observar. Decenas de manos, de todas formas, tamaños y colores.

Ahí comenzó mi obsesión.

Pero llegó un punto en donde ya no me conformaba con solo ver esa pintura, fui un poco más lejos.

Comencé a desear el tacto de los demás, comencé a prestar más atención a las manos de las personas. Por alguna razón esto se convirtió en una rutina para mi. Recuerdo que ese día recorrí toda la casa en busca de todos los sirvientes, y aunque parezca extraño, ninguno se mostró confundido cuando les pedí observar sus manos. Todos sabían que la hija de los jefes es muy extraña.

Y así continuó mi historia, hasta que descubrí algo que estás manos pueden hacer, algo muy divertido.

Y lo descubrí gracias a mi amiga, la primer persona que me contó una de las cosas más maravillosas que ésta extremidad puede hacer.

A pesar de que mi primer experiencia fue lésbica, no me considero lesbiana. No sería capaz de soportar sentimentalmente a alguien de mi mismo sexo. A la vez, con este descubrimiento de mi no-lesbianismo, descubrí también que los hombres no son muy buenos con las manos, que pueden jugar y presumir su longitud, más se olvidan de lo importante, que esas manos mágicas pueden hacer mucho. Por lo menos esto lo descubrí con mis primeras aventuras.

Hasta que conocí al primero que realmente pudo complacer mis necesidades, quien realmente entendió mi fetiche, quien realmente atendió mi necesidad.

Su tamaño no estaba nada mal, pero sus manos. Dios, sus manos.

Grandes, masculinas.

Gloriosas.

Me divertí mucho con él. Pero yo no soy plato de una sola mesa.

Casi al mismo tiempo conocí a otro tipo, y maravillosamente sus manos eran igual de buenas, solo con una pequeña diferencia, estás eran un poco más largas, pero sin quitar lo masculino. Ambos me elevaron al cielo.

Pero yo los dejé caer. Los dejé caer porque simplemente nadie puede saber de mi. Nadie puede saber lo que yo quiero, solo ellos lo sabían. Por eso fueron buenos. Y yo no quiero perros, no quiero seguidores, sumisos. Yo busco alguien que me dé guerra, alguien que se mande solo. Alguien a quien no deba guiar.

Y así es como llegué a donde estoy ahora.

Sin saber quien me toca.

Sin ver sus rostros.

Tactos desconocidos.

Y me encanta.

Me encanta simplemente por eso, porque no se de quién se trata, no conozco sus rostros y no es como que me importe. Solo sé que son más de dos, quizá cinco. Cinco pares de manos tocando con morbo, saben perfectamente lo que hacen y realmente no sé qué mente es más despiadada, si la de ellos por raptar a una mujer que iba camino a casa o yo, por disfrutarlo tanto.

hands《+18》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora