Capítulo uno.

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Cuando era niño no habían espejos en mi casa. Si querías peinarte, debías usar el reflejo en una ventana, en la pantalla del teléfono o cualquier cosa que pudiera reflejar la luz. Debías tener gran creatividad.
Recuerdo que yo salía a la calle, con un vaso de agua, gel y un peine; buscaba un automóvil ajeno y usaba sus espejos para poder peinarme. Supongo que esta situación se volvió más compleja cuando llegué a mi adolescencia, ya sabes, en esa etapa uno se vuelve más vanidoso.
Mi madre estaba en rotundo desacuerdo con la idea de tener espejos. Nunca me dijo por qué, solo me aconsejó que, cuando fuera mayor y viviera solo, nunca tuviera espejos.
Naturalmente compré un pequeño espejo, de esos que suelen usar las mujeres para maquillarse en el transporte público, y lo escondí muy bien durante toda mi adolescencia.
Y después de tantos años de sufrimiento, por fin llegó el momento que más esperé a lo largo de mi vida (en realidad no lo era xd); Me fui de casa de mi madre. Obviamente lo primero que compré para mí departamento fue un gran espejo, un espejo con un marco de madera, muy pesado, de cuerpo completo (y algo más) y muy antiguo. Lo compré en una tienda de artículos viejos a un muy buen precio ¡Casi regalado!
Estaba feliz, pero no sabía que ese había sido el peor error de mi vida.
Al pasar de los meses fui comprando más y más espejos. Me encantaba cómo lucía mi nuevo hogar lleno de estos. Era fascinante poder mirarme en cualquier sitio de mi casa. Además hacia gran juego con los grandes ventanales y las hermosas vistas. Pero poco a poco dejó de parecerme tan bonito.

Una noche desperté de golpe y muy agitado. Un sonido muy fuerte había sido el responsable. Me levanté y fui directamente a la habitación que era el epicentro del sonido: El baño, lugar donde estaba el primer espejo que había comprado.
Me sorprendí, ya que, este estaba tirado en el suelo; pero fue más sorprendente aún el hecho de que el espejo estaba intacto. Era increíble que no se hubiera roto, pero con las pocas horas de sueño y los ojos casi cerrados no le puse mucha atención; me limité a colgarlo en su lugar nuevamente y regresar a la cama.

Unos días después comencé a escuchar algunos ruidos extraños que provenían del baño. No lograba comprender exactamente qué era. Me dirigía hacia el baño y el sonido se detenía. Pero había un detalle más, un pequeño detalle que pasé por alto: Ese sonido no se detenía hasta que miraba al espejo, entonces paraba por algunas horas.
Una noche, después de salir de fiesta, traje a una chicha al departamento. A la mañana siguiente, ambos nos arreglamos dentro del baño. Mientras ella se miraba al espejo, yo me cepillaba los dientes. Fue entonces que me percaté qué era ese sonido que frecuentemente escuchaba. Aquella chica se vio interesada por el gran y viejo espejo; tocó la madera, apreció su altura y dió pequeños y repetidos golpes con sus uñas sobre el espejo. ¡Eso era lo que escuchaba todo el tiempo! En ese momento lo dejé pasar, pero, cuando me puse a pensarlo detenidamente, no hallé una respuesta a mi pregunta ¿Qué ocasionaba el sonido?
En fin, busqué distintas excusas en mi cabeza y terminó ahí, en un acontecimiento curioso.

Paso a paso y escalón a escalón. Así fue progresando la situación.
De pronto, ya no eran golpecitos en el espejo, sino uñas que lo rasguñan y emiten un ruido tan agudo que te invita a poner caras graciosas. Y si quieres algo más tenebroso: El sonido del espejo rompiéndose.
La solución era simple, sólo tenía que ir al baño, mirar al espejo y los ruidos se detendrían por varias horas o incluso días, si lo mirabas por el tiempo suficiente.
Pero cada día yo me notaba más nervioso.
A medida que pasaban los días todo se ponía más feo. Ya no solo se trataba de escuchar cosas, sino de sentirme vigilado. A menudo sentía una mirada fija en mi, mientras yo me cepillaba los dientes, hacia del baño o me daba una ducha. Además podía sentir el frío de esos ojos (o lo que quiera que fuese), pero si volteaba a mirar no había absolutamente nada.

En este punto las cosas dieron un giro aún más aterrador, porque no solo escuchaba cosas o sentía miradas provenientes del espejo del baño. No, ahora cualquier espejo de mi casa me causaba esa sensación. Creí que simplemente me estaría sugestionando, pero esa teoría perdió sentido cuando, en plena tarde de un miércoles, el espejo que tenía a un lado se rompió repentinamente; como si alguien hubiese lanzado una piedra contra él. Lo peor fue que, al día siguiente, ese mismo espejo estaba intacto.

Tenía días muy ocupados, tanto que me fue imposible detenerme a quitar todo espejo de mi hogar, así que me limité a dejar de mirarlos. Calculo que pasé una semana sin mirarlos directamente. Pero eso fue lo peor que pude hacer.
Durante las noches podía escuchar gritos ensordecedores, espejos rompiéndose y rasguños en estos. No podía creer lo que me estaba pasando. Pero seguí siendo fuerte y evitaba mirarlos a toda costa, aún sabiendo que al mirarlos todo eso se detendría.
Pero no pude más ¿Razón?... Una noche volvió el sonido de los espejos rompiéndose, pero esta vez no se escuchaba al rededor de toda la casa, sino solamente dentro de mi habitación. Además se escuchaban muchos más espejos de los que yo tenía dentro.
Asumí que todo el suelo estaría repleto de miles de fragmentos de estos.
Comencé a escuchar pasos; se escuchaba como unos pies descalzos que pisaban sobre los vidrios del suelo y se acercaban desde la puerta en dirección a mi cama.
Creí que se detendrian, pero al sentir los pasos a pocos centímetros de mi cama, no pude evitar saltar de esta y dirigirme corriendo hasta el baño. Rápidamente prendí la luz y me miré fijamente en el viejo espejo.
Y así fue que todos esos fenómenos se detuvieron por algunos días.

Esa era la única solución, mirar los espejos. No había otra. ¿Guardar los espejos? No, siempre volvían a su lugar al día siguiente. ¿Romperlos? Se reconstruían. Era imposible deshacerse de ellos.
Ahora entendía la obsesión de mi madre... Entonces me percaté de que mi madre tuvo que haber pasado por lo mismo. Entonces me dirigí a su casa rápidamente para preguntarle qué debía hacer.
Para mí sorpresa, ella estaba en el suelo de la cocina. Había un gran charco de sangre a su alrededor, su cuello había sido cortado y en su mano tenía un pedazo de espejo roto, filoso y lleno de sangre.

A partir de ahí tuve meses muy duros. Los espejos poco a poco iban consumiendo mi energía. Cada día me costaba más trabajo levantarme. La única razón por la que lo seguía haciendo era para mirar los espejos. Pero no pude más.
Una noche me levanté, entre todos los sonidos infernales a los cuales ya estaba acostumbrado. Miré fijamente a ese horrible espejo viejo y con el puño cerrado lo rompí en pedazos.
Recogí del suelo el trozo más grande y filoso y corté mi garganta.
Me ahogué con mi propia sangre y morí en el suelo del baño.

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⏰ Última actualización: Dec 05, 2020 ⏰

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