Capitulo 3

36 2 0
                                    

Eduardo soltó sin más. -¿Qué paso contigo y el tal Carlos? Siempre que hablabas de el lo imaginaba muy guapo.- Miranda bajo la mirada rápidamente, comenzó a contar las grietas en el piso de su apartamento, no quería recordar a aquel hombre, no tenía intenciones de volver a hablar del tema, había aprendido a poner una sonrisa en su rostro cada vez que alguien se atrevía si quiera a mencionar ese nombre. Pero con Eduardo era distinto, él había sido la única persona capaz de sacar a relucir sus secretos más obscuros.

Alzo la vista, miro a su amigo y sintió como toda la falsa fuerza acumulada en su interior se desvanecía en un segundo, sus ojos comenzaron a humedecerse un poco y las palabras a brotar de su boca.

Hacia unos años miranda salía con un hombre llamado Carlos. El tal Carlos era un chef que Miranda conoció en sus primeros años como practicante, se había enamorado de el casi al verlo, tenía los ojos como olivas verdes, el cabello cobrizo siempre enmarañado bajo su cofia, a decir verdad era el hombre más atractivo que Miranda había conocido. Ella nunca espero que aquel hombre se acercara a ella con intenciones poco educativas.

Las historias del pasado.

La primera vez que Carlos se acercó a ella fue para hacerle una corrección en su salteado. La tomó del hombro retirándola del fogón mientras el realizaba el procedimiento en la mitad del tiempo y además con una sonrisa coqueta en el rostro.

Una ocasión mientras Miranda salía del restaurante se encontró con Carlos esperándola recargado en su auto. El esbozo una sonrisa y la llamo con la mano, ella se acercó con cautela.

Cuando hubo estado a su lado él  la miro atraves de sus largas pestañas mientras decía -Señorita Miranda, ¿Qué le parece si vamos a cenar y después la llevo a casa?- Ella negó con la cabeza mientras sus mejillas se enrojecían -Carlos, me temó que tengo otros compromisos esta noche. Por favor háblame de tu-.

Una sonrisa casi felina apareció en el rostro del chef, -No hay cuidado cariño, por lo menos déjame acercarte a casa- Miranda asintió, Carlos abrió la puerta del auto y la invito a que subiera tras él.

Ya en el auto Miranda se sentía extrañamente cómoda, había cruzado solamente un par de palabras con aquel hombre.

-Entonces, ¿Dónde vives? - Miranda volteo el rostro sonrojado y respondió con las indicaciones más claras que pudo dar, con todo y su vago sentido de la orientación.

Carlos serpenteaba por las calles, mientras en las bocinas del auto retumbaba unas notas desconocidas, casi sonaban como ángeles. Los asientos desprendían un aroma a caléndula.

El hombre comenzó a hacer preguntas acerca de la vida de Miranda, la joven respondía nerviosa. Ella estaba claramente cayendo en las redes de un hombre que no era lo que esperaba.

Los días pasaron y Carlos parecía haber olvidado la existencia de Miranda, ni siquiera la miraba. Ella se sentía extraña, por un momento había creído que él estaba interesado en ella.

Una tarde de invierno Miranda estaba en casa releyendo su libro favorito cuando de pronto su timbre sonó. Se puso de pie en un instante y se acercó al interfon -¿Quién?- del otro lado del telefonillo escucho la melodiosa voz de Carlos saludándola -Cariño, ¿No me invitas a pasar? Traje vino- 

Miranda estaba en pijama, con el cabello en una distraída coleta, sin una gota de maquillaje en el rostro.

Corrió a cambiarse la ropa, se puso unos jeans deslavados y una blusa blanca que descansaba sobre el escritorio, miro al espejo y decidió que su cabello no estaba tan mal, se puso un poco de brillo labial mientras se dirigía a abrirle la puerta al hombre que ya la esperaba en el recibidor.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 01, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora