Noche y día. / Solangelo One-Shot

Luz y obscuridad.

Nico Di Angelo era de esas personas que consideraban su vida como uno de los mayores chistes que se pudieron haber creado. No sólo tenía que lidiar con todos los traumas que llevaba sobre su espalda, sino también con el miedo constante de la llamada del oráculo, recordándole que su vida en un sólo día podía ponerse aún peor de lo que ya era.

Era una maldición que todos los semidioses cargaban sobre sus hombros, agarrando un dominio sobre su ser. Dándoles el permiso de conocer que su corazón le pertenecía al destino, el cuál podría arrebatarles todo lo que poseyeran sin ningún arrepentimiento.

Nico creía que su vida no podía ponerse mejor, pero estaba al tanto de que esta se podía poner peor. Sin embargo, no esperaba que un chico de ojos como el más calmado y despejado cielo azul; cabellos que asemejaban deslumbrantes lagrimas de oro; piel caramelizada con pequeñas estrellas resplandeciendo sobre todo su cuerpo y sonrisa de perlas pulidas que iluminaban de la manera mas pura su alrededor; llegará a revolverle sus pensamientos.

William Andrew Solace apareció como una fuerte tormenta que limpiaba y purificaba con grandes gotas de tranquilidad, provocando que Nico no quisiera hacer algo más que bailar bajo estas mismas. Will era el mejor sueño que Nico pudo haber tenido, ya que estar con él era olvidarse de todos sus problemas mientras vivían en un mundo que parecía sacado de la imaginación más virtuosa jamás creada, donde las mariposas bailan al son de un atardecer que nacía de la gracia del chico de piel caramelizada.

Nico sabía que con Will sólo había 3 grandes sentimientos presentes; la felicidad de sentirse completo entre sus brazos mientras danzaban al rededor de la pequeña cocina de la cabaña en lo alto de la montaña. La admiración para ese ser de luz y pureza que hacía su presencia, rescatándolo en el medio de la noche cuando las pesadillas intentaban ahogarlo con sus garras terroríficas y dolorosas. Y el miedo. Miedo a que el cruel destino proclame a su chico de cabellos dorados como propio y lo arranque de su vida, poseyendo toda la iluminación que su alma proyectaba para convertirlo en otro ser de obscuridad.

Nico despreciaba esa parte de su vida, de su destino. Siempre buscaba la forma de proteger a su chico de sonrisa luminosa de las manos asesinas que amenazaban con quitarle esa felicidad.

Nico, que se empeñaba tanto en cuidar y apreciar a su chico pecoso, desconocía que este también luchaba constantemente por su bienestar. Will Solace descifró fácilmente que su propósito en la vida era amar a un muchacho que podría reencarnar, de una manera sublime, a la propia oscuridad. Un chico de cabellos como el cielo más tormentoso y vacío de luz; ojos de carbón que encendían su alma con sólo darles una mirada; piel pálida y lechosa que le provocaban tocarla y atesorarla hasta el cansancio; y cicatrices de batalla que asemejaban los trazos de un mapa que Will no podía evitar explorar y cuidar como si su vida dependiera de ello.

Estos dos seres de luz y oscuridad estaban totalmente preparados a luchar contra el destino para proteger la vida del otro. El destino, por otro lado, nunca pudo atacarlos. Ya que la protección que los chicos lanzaban inconscientemente sobre el otro fue demasiada para que día con día estos huyeran de una vida que prometía tristeza y desconsuelo. No fue hasta ya mucho tiempo después que Nico descubrió, mientras admiraba las líneas de edad que surcaban la cara antes caramelizada de su pareja, que después de tanto sufrimiento a su vida se le había otorgado un regalo. Otra vida, una que lograba que la suya se sintiera llena de pura plenitud y tranquilidad.

En ese momento, el chico que podía ser la noche en persona, comprendió que su destino ya no era dolor y desasosiego, sino dicha y serenidad; caminando hombro a hombro con una de las mejores representaciones del sol. Su ser amado.