I D É N T I C A S

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Perdóname; en verdad lo hice por tu bien. Para mí era muy difícil verte sufrir. Ese monstruo, en forma de vendaval, venía por las noches y te lastimaba; no podía continuar observando el dolor en tus entrañas. Si pudieses ver la primera mañana de diciembre; gris, fría y cubierta por el manto navideño. Sé que te encantaban estas fechas, también eran mis favoritas, pero, desde algunos años perdió la magia para mí. Como todos los días, subo al tren para ir a la universidad. Me deprimo al ver a la gente inmersa en su propio mundo de problemas. Con los rostros decaídos, desilusionados y sin esperanza en el futuro. Debo decir que me aterra llegar a eso. Pero me siento resbalando en el acantilado; me sujetó de las piedras y las ramas, no quiero caer al vacío de la cotidianidad. Mi cumpleaños es hoy; 01 de diciembre, sin embargo, no me ilusiona ni un poco. Cumpliré 20, y aunque sé que apenas soy una niña jugando a ser grande, no evito sentirme tan vieja. Es como si cada año que pasa me recordará que me queda menos tiempo de vida. Esto apesta.

¿Sabes...? No es como cuando estabas tú. El invierno se siente áspero, roto e incómodo. Ese chocolate caliente que preparabas al amanecer me hace mucha falta. Si pudiera cambiar las cosas, evitaría que te fueras. Me siento sola e indefensa; no sé que haré a partir de ahora.
Por fin llego a la universidad. Me espera una batalla más entre las trincheras.

— Hoy no es día de inscripciones, señorita. —La oficial de seguridad en la entrada me cierra la puerta.
— Estudio aquí, señora. — Replico con un tono de voz irritado.
— Nunca te había visto. ¿Tienes tu identificación?
— Por supuesto. Mire, es el escudo, ¿no?
— Le pido una disculpa. Es solo que llevo un mes trabajando aquí y no te recuerdo.
— Pues me parece que tiene una mala memoria.
— De cualquier forma, te recomiendo que actualices esa credencial, porque ya está pasada. — ¿Qué?
— Perdón, ¿cómo que está pasada? La actualicé hace una semana.
— Sí, eso noté por la fecha. Sin embargo, el formato es pasado. Te daré acceso, pero te pido que la actualices hoy mismo.
— Pero le estoy diciendo que ya la actualicé.
— ¡Deja de bloquear el paso, niña! Anda, corre que ya casi empieza la clase.

Tomo mi credencial de mala gana. Estoy harta de esto. Tú me hacías guardar la calma cuando todo se ponía negro. Ahora, ¿quién va hacerme la vida colorida? Estoy cansada de estar sola. Quiero llorar, me recargo en el muro del pasillo, respiro profundamente e intento hacerme a la idea. Inmersa en mis pensamientos, pierdo la noción del tiempo. Los recuerdos golpean mi mente, como si de una tormenta en verano se tratase.

— Quítate del camino, extraña. —reclama Lissette, mi compañera de clase, tras golpearme en el brazo.
— Me llamo Mirel, idiota.
— A nadie le importa como te llames. Ni siquiera eres importante. — Ojos desafiantes y labios amoratados por el frío.
— Jodete, Lissette.
— ¿Perdona? —me empuja contra el casillero
— Te perdono. —sonrío desafiandola.
— ¿Quién mierda te crees? ¿Quieres que te mate aquí mismo?
— Me harías un gran favor. Aquí, golpea en la garganta.
— Estás enferma. Quitate de mi camino, rarita.

Lissette es una cobarde, ni siquiera pudo aprovechar que estoy indefensa. Bueno, mi muerte en los pasillos será otro día. Entro al aula, pongo mis cosas sobre mi escritorio y encuentro un libro de Anthony Fischer en él. Se ve interesante, si nadie lo reclama me lo quedaré. Extraño cuando te sentabas junto a mí, con tus rizos dorados acariciando tu cara. Haciéndome reír con tus chistes tontos durante la clase; más de una vez nos echaron por tu culpa. Pero no importaba, me sentía tranquila a tu lado. ¿Y ahora? Tu lugar lo ocupa la nada. Intento concentrarme en la clase, no estoy entendiendo nada. Vibra mi teléfono, lo reviso cuidando que nadie me vea. Es mamá, me ha dejado un mensaje.

"Hola, Mirel. Espero que no te quedaras dormida hoy también. Te escribo para avisarte que tu padre y yo iremos a Paris a pasar la navidad. Salió un trabajo de improviso en Francia y, por ende, pasaremos el mes entero allá. Te enviaré un poco de dinero para que hagas una cena de Nochebuena para ti. Lamento que no podamos estar contigo. Pero seguro que, con todos tus amigos, no nos extrañarás. Te queremos"

DICIEMBRE YA NO TIENE MAGIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora