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Al fin me pongo a escribir.

Llevo años escuchando a la gente que me pide que lo haga. Me dicen que mi vida puede ser de interés para otros, que es excitante y brutal, desmesurada, a veces increíble. Y yo siempre había rechazado lo de ponerme a ello porque no veo qué puede tener de interés la vida de una prostituta.
Hay millones de ellas en el planeta y seguramente muchas con una vida más interesante que la mía. Pero siempre me contestan lo mismo:

«Tu vida es especial porque en el mundo apenas hay cerdas que se entreguen al BDSM con tu pasión y que hayan experimentado semejantes vivencias».

Y al final me han convencido, me senté a escribir.

Es cierto que pocas mujeres han pasado lo que yo, que he vivido los placeres más extremos, pero también las experiencias más degradantes a las que pueda ser sometido el ser humano...
Pero, perdonen, ¡oh, qué estúpida soy! comienzo a escribir sin haberme presentado siquiera.

Me llamó Sandy Durmmond.
Este es el nombre que uso ahora pero no con el que nací. Soy española, de un pueblito de La Palma, una de las islas del archipiélago canario.

Naturalmente, mi nombre de nacimiento no lo voy a dar, por respeto a mi familia, y también ocultaré el de la mayoría de las personas que aparecerán en el relato de mi vida. Por la misma razón. A nadie le gusta que descubran que se ha relacionado con una zorra como yo.

Ahora paso de los treinta y estoy en mi plenitud física y sexual, aunque trabajo menos que antes, solo en casos muy especiales, en momentos que merezcan la pena. Uno de ellos es el que les voy a contar, el que me ha decidido a ponerme a escribir. Porque se trata de unos hechos llamativos, duros, violentos y salvajes que ocurren en Hollywood todos los años con motivo del Día de Acción de Gracias.

Probablemente todos ustedes hayan oído hablar de esta fiesta tan popular en los Estados Unidos. Se celebra el cuarto jueves de noviembre y tiene carácter familiar, casi como una Navidad española, aunque laica. Se come pavo. Sin duda lo han visto muchas veces por la televisión, como el presidente del país indulta a un pavo...

En algún lugar de Hollywood esta fiesta adopta carácter de bacanal. Bueno, quizá esa palabra sea demasiado suave.

Desde hace diez años, un grupo de destacadas personalidades de la Meca del cine organiza una fiesta secreta para el resto de los mortales al día siguiente del Día de Acción de Gracias.

Comenzó como una reunión oculta a la que solo asistía media docena de invitados, que contrataba a un grupo de prostitutas para divertirse con ellas como haría cualquier grupo de borrachos ricos en un prostíbulo. Pero la incorporación de nuevos miembros a esa hermandad secreta fue complicando
el ritual, se hizo cada vez más sofisticado y más atroz, derivando hacia el sadomasoquismo más salvaje.

Naturalmente, a medida que se endurecía el carácter de la reunión, se requería mayor secreto. Nadie ajeno debe conocer lo que ocurre en la mansión en la que se celebra la bacanal. De hecho casi nadie sabe que se celebra. Si ya era un escándalo que un grupo de actores famosos celebrara con una orgía el Día de Acción de Gracias, mucho peor sería que trascendieran las prácticas y los abusos sexuales de las últimas ediciones de la fiesta.

A mí me invitaron a participar en la última. Tuve que firmar un contrato de confidencialidad: no puedo contar ni dónde fue, ni quiénes asistieron, ni quiénes lo organizaron. No puedo dar ningún
nombre. Probablemente no debería siquiera comentar que existe, pero eso no lo tengo claro... A cambio me pagaron una cantidad escandalosamente alta. Aunque me la gané porque lo que allí sufrí fue una prueba muy dura, incluso para mí, acostumbrada a las prácticas vejatorias y los castigos más humillantes y dolorosos que se puedan imaginar.

Más allá de la sumisión en HollywoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora