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Yamaguchi suspiró exageradamente y salió de la pista, tomando su cantimplora y bebiendo hasta la última gota de agua que ésta albergaba. Abrió su mochila y sacó una vieja toalla marrón. La usó para secarse el sudor de la cara y el cuello.

El entrenamiento de hoy había sido especialmente exhaustivo. No había parado ni un segundo en las dos horas que llevaban practicando, y las manos le ardían tras todos sus intentos de remate. Sus articulaciones se sentían pesadas, casi oxidadas por el dolor aguado que le causaba moverlas.  Se sentía completamente deshidratado, a pesar de haber rellenado su cantimplora ya tres veces y haberse bebido en todas las ocasiones su contenido de un solo trago. En su estómago parecía situarse una orquesta sinfónica. Definitivamente, iba siendo hora de irse a casa.

Mientras recogía sus cosas, Yamaguchi observó detalladamente a su equipo, mientras sonreía sin poder evitarlo, a pesar del cansancio.

Hinata y Kageyama estaban discutiendo de una manera que resultaba cómica ante el espectador, como casi siempre. Tsukki solía bromear acerca de ellos dos, decía que parecían un matrimonio. Y no le faltaba razón. Aunque no lo decían abiertamente, había indicios claros de que aquellos dos eran… bueno, algo más que amigos. Tsukki se burlaba también de eso en numerosas ocasiones, opinaba que enamorarse era una tontería y que él solo sucumbiría a ello ‘’cuando los cerdos volaran’’.

Paseó la mirada por el resto de los miembros de su equipo de volley. Sugawara, Daichi. Su capitán y el segundo al mando, los que controlaban que aquel gran barco siguiera a flote. Noya y Ashai. Los gigantes (en el sentido literal o figurado). Tanaka. Tanaka era… él mismo de una manera extravagante y llamativa.

Y luego estaba él, Tadashi Yamaguchi, que no era excesivamente bueno, ni grande, ni poseía dotes de liderazgo. Simplemente estaba allí, y no se arrepentía. Disfrutaba practicando aquel deporte, y además había conocido a buenos amigos en su trayectoria.

Oh, casi se le olvidaba. Tsukki.

Bueno, Tsukishima. No le gustaban demasiado los motes. Yamaguchi lo observó cuidadosamente, quizás durante más rato del que hubiera debido, pero el rubio ya se había puesto sus preciados cascos y por suerte, no se dio cuenta.

Tsukki… ni siquiera parecía cansado. Él simplemente conservaba la misma expresión aburrida de siempre mientras buscaba la canción a reproducir en su Mp3. Yamaguchi no pudo apartar la mirada de él. Siempre que se encontraba cerca… sentía algo extraño, indescriptible, que no quería reconocerse a sí mismo. Tsukki era un buen amigo, el mejor de todos y al que más idolatraba, pero debía quedarse en eso, un buen amigo. Tampoco había otra opción, ¿no?

Yamaguchi terminó de recoger sus cosas y, sonrojado, se dirigió hasta la puerta del gimnasio, dispuesto a esperar a Tsukishima para ir a casa juntos, como solían hacer siempre. En un gesto instintivo, el moreno se llevó la mano a la cabeza y se peinó como pudo el cabello. Espera, ¿por qué hacía eso? Ni que fuera una chica nerviosa por la impresión que causaría en una cita… El rubor era tan notorio que ocultó sus pecas.

Al fin, Tsukki avanzó con paso tranquilo y ambos se encaminaron a andar hacia sus respectivos hogares. Yamaguchi trataba por todos los medios de iniciar una conversación con el rubio, pero este parecía no estar por la labor, así que al final se rindió y se limitó a bajar el cabeza, entristecido. Siempre había sido difícil conversar con Tsukki, pero últimamente le había resultado casi imposible. Era como intentar hablar con un trozo de hielo. Yamaguchi solo deseaba que su mejor amigo se abriera un poco y ambos pudieran bromear como adolescentes normales sobre asuntos triviales. Le bastaba con eso…

¿Qué? ¿Tú? [Fanfic TsukishimaxYamaguchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora