Me desperté, en medio de una fría madrugada de invierno. Como todas las mañanas, a las cinco y media me levantaba para ayudar a mi padre a ordeñar a las vacas, darles de comer a las gallinas y demás animales y, ya más tarde, comenzar a trabajar los cultivos.
Esa mañana me desperté más cansado de lo normal, me levanté agonizando -sinceramente quería dormir un rato más-. Al despertarme, la madera antigua del suelo crujió, lo cual era normal ya que esta casa era demasiado antigua y sonaba por todas partes.
Me dirigí hasta mi diminuto armario y cogí un peto vaquero bastante desgastado junto con una camisa larga que en sus buenos tiempos era blanca aunque, conforme con los años se había tornado de un color amarillento y opaco. Me quité mi pijama de rayas, me cambié mis calzoncillos y me coloqué mi ropa.
Mientras me ponía el último encaje de mi peto sonó mi puerta de una forma fuerte resonando por toda la habitación lo cual hizo que diera un ligero brinco.
-¡Jason! Será mejor que no hagas esperar más a tu padre, ya sabes cómo se pone cuando lo haces esperar-. Al escuchar la voz de mi madre decirme cosas que yo ya sabía, rodé los ojos y di un ligero suspiro:
-Vale madre, ahora salgo-.
Como siempre, no hubo respuesta.
Me coloqué mis viejas botas y me lavé los dientes con lo que tenía. Éramos una familia poco adinerada, vivíamos a las afueras de Kansas, en el campo más alejado que pudieras imaginar; casi siquiera iba a mis clases y, en pleno siglo XIX, me contentaba con comer y saber que en algún momento heredaría las tierras de mi padre.
Me peiné -o eso intenté- mi corto pelo rizado de color castaño oscuro, no obstante, seguían cayéndome mechones por la cara lo que me ponía de los nervios.
Salí de mi habitación bajando esas escaleras chirriantes que parecía que en cualquier momento iban a romperse y yo caería directamente al sótano partiéndome mínimo una pierna. Llegué a la cocina en la que estaba mi padre tomándose su primer vaso de whisky del día.
-Tardas como una mujer, Jason-. Me reprimió con su grave y ronca voz mirándome a los ojos y dándole golpecitos al vaso con el dedo índice.
-Lo siento padre, estoy un poco despistado...- cuando dije esto mi padre golpeó con su puño en la mesa haciendo que tragara saliva con miedo.
-Despistado... Hijo, no hay excusa que valga, eres inútil-, dijo dando un trago a su vaso de whisky.
-Un hijo inútil no merece mis tierras, no eres lo suficientemente hombre como para merecerlas-. Al decir esto un odio recorrió mi cuerpo, tan solo asentí guardándome la furia que me recorría. A veces deseaba que no existiera semejante aberración de la naturaleza, a veces... Incluso deseaba matarlo.
-Sí padre-, hice una pausa para aclarar mi voz haciendo que saliera más grave de lo que era.
-Me voy a ordeñar a las vacas-. Dije dirigiéndome a la salida y saliendo por la puerta vieja y llena de astillas.
Cuando salí me dirigí al establo mientras copos helados de nieve caían sobre mi cabeza. Metí mis manos en los bolsillos de mi peto creyendo que eso quitaría el frío que me congelaba aunque, siendo sincero me gustaba, era algo con lo que me identificaba, un frío que te mata por dentro de lo cálido que es.
Al llegar al establo, abrí sus grandes y rojos pero desgastados portones entrando y volviendo a cerrar.
-Por lo menos aquí hace más calorcito- pensé irónicamente ya que las goteras que habían en el techo no apuntaban a decir lo mismo.
Me dirigí hacia Trixy, mi vaca favorita. Trixy era una vaca blanca con motas grisáceas y unos ojos terriblemente azules. Una vaca peculiar que atraía la curiosidad de cualquier ser vivo de la faz de la tierra.
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No Me Mires Entre Tanta Oscuridad
Mystery / Thriller"El bien y el mal no existen, los inventamos nosotros". "Estoy roto, la oscuridad me carcome cada día más". "Te aseguro que no soportarías ni un solo día en mi cabeza". "Si no me quieres como soy, no me mires entre tanta oscuridad". P.D: Actualizar...