II. Under your spell

34 7 6
                                    

POV MIKASA

Cuando vi a Annie Leonhart cantar en ese karaoke, quise cantar otra vez.
No lo había hecho desde que me había ido y pensé que no lo necesitaría otra vez. ¿Cómo iba a excusarme después de echar las carreras de todos por el caño yéndome de la nada?

No me caía bien nadie en ese grupo, excepto Armin. Pero era verdad que me facilitaron todo para llegar a mi meta y todas las facilidades no fueron suficientes. Me fui. Dejé toda mi vida aquí y volví con mi tío, Levi Ackerman, a vivir una vida estricta, a ser otra persona, a terminar de criarme con otras personas.
Por eso cuando vi a Annie, algo en mi cambió.

Annie siempre parecía tan solitaria.

Tan ansiosa.

Y llamaba tanto mi atención que tenía que distraerme haciendo otras cosas, hablando con otras personas, tratando de evadirla e ignorarla.

Se aleja todo aquello que no podemos tener, para no desearlo.

Por eso, esa noche fue toda una revelación. Annie cantaba frente a mi, con los ojos azules vacíos, completamente fría e inalcanzable. Nadie en toda la noche había cantado en ese karaoke como ella cantaba. Siempre me fascinó su voz, sobre todo cuando sostiene esos potentes y aterciopelados tonos graves tan difíciles de alcanzar para las voces finas como la mía. Nadie nunca había cantado como ella y no conocí después de ella a ninguna otra cantante que pudiera hacerlo.

Me hacía enojar, la envidiaba.

Se movía de tal forma que no podía quitarle la vista de encima y pasé casi una hora sentada observándola por debajo de las luces del escenario pequeño de aquel lugarcito en el centro, antes de darme a notar; antes de obligarla a mirarme como lo hacía ya cuando estábamos juntas en la banda de la universidad.

Jamás se dio cuenta que yo lo sabía. Siempre pensó que yo era una especie de niña rebelde y arrebatada pero impenetrable emocionalmente, incapaz de ceder a nada, pero con la única consigna de hacerla irritar. No tenía que decírmelo, su rostro tenso e impasible me lo decía a cada segundo pero debajo de todo ese aparente desprecio, podía notar en ocasiones como su vista se desviaba a observarme sin dejo de molestia, más como con cierta incógnita, preguntándose "¿Por qué ha traído a su novio aquí?", "¿Por qué no está tratando de hacerme enojar?". Podía casi palparse en el aire. Se notaba su frustración.

La última práctica que nos vimos, ni siquiera me miró, como si estuviera haciendo un descomunal esfuerzo para evitarlo. Aquella noche me confirmaron que mis padres habían muerto dos días atrás y tenía que ir de inmediato hasta Sapporo, que era donde tenía que ir a realizar todos los trámites necesarios, por tratarse de un accidente desafortunado en que estuvieron involucrados. Había mucho que organizar, mucho que informar, mucha familia que reunir y muchos eventos que presidir para tales efectos y supe que no volvería. Lamenté no poder dar una mejor noticia a Eren, pero sabía que no volvería a verlo en mucho tiempo y atarlo no funcionaría, así que unas horas después, hablé con él y le pedí que termináramos. No objetó, sin embargo parecía triste. Armin me llamó finalmente y sentí que estaba diciéndole la despedida a la única oportunidad de volver a tocar con la banda... Y de ver a Annie otra vez.

Quería aprender de ella.

Su técnica y su pasión me intrigaban y sentía que nunca volvería a tocar la oportunidad entre mis dedos de llegar a aprenderlos. Pero la vida siempre tiene sorpresas extrañas y cuando mi tío Levi decidió que volviéramos porque estaba harto de mi, me firmó un fideicomiso con el dinero de mis padres, se encargó de comprarme un departamento, un auto, de abrirme una cuenta para mis gastos que se alimentaría del fideicomiso que a su vez las empresas de mis padres seguirían manteniendo y que él controlaría y esa noche, cuando volvió a Japón, decidí pasarme por un karaoke, ir de fiesta, olvidarme de tantos problemas por un segundo. Y allí estaba ella.
Enfundada en pantalones obscuros, con una simple playera estampada y una chamarra biker negra, con cierres y estoperoles. De las presillas de sus pantalones colgaban varios accesorios que a su vez formaban parte de una especie de cinturón complejo y pesado de metal. Su cabello rubio, como siempre, brillaba y se movía en las puntas, atado de la misma manera que cuando la conocí, en un simple chignon a medias y el flequillo de cabello rubio de lado, cubriéndole parcialmente uno de los ojos azules. Pero yo podía ver ambos. Quería ver ambos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 13, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ObviousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora