La verdadera historia de la Navidad
Por Néstor Pedraza
“Llegó diciembre con su alegría” se escucha decir cada año cuando llega a su fin. Es la época del año con mayor venta de alcohol y mercancías, con mayor cantidad de accidentes de tráfico y suicidios, la época en que las calles se llenan de luces de colores, las casas son adornadas y las familias se unen o desunen alrededor del árbol, el pesebre, la música y la botella. Según la Comisión de Seguridad de Productos del Consumidor (CPSC, por sus siglas en inglés), “las luces de decoración para Navidad envían en estas fechas a cerca de 12.500 personas a las salas de emergencia de los hospitales por accidentes. Por otro lado, las velas y candelabros son también el detonante de accidentes que causan 1.200 heridos y 150 muertos en promedio al año en Estados Unidos.” A pesar de la prohibición de la pólvora y las campañas contra su uso, en Bogotá se presentaron 26 lesionados por pólvora en 2008, una notable mejora frente a 204 heridos y un muerto registrados antes de la prohibición en 1995. En República Dominicana, el incremento en los accidentes de tránsito en navidad ha llevado a organizar planes de traslado aéreo con flotillas de helicópteros para atender a las víctimas durante estas fechas. En ciudades como Barranquilla, las estadísticas de accidentalidad y muerte relacionadas con consumo de alcohol en época navideña, sólo se comparan a las de la época del carnaval, lo que establece una relación entre la festividad cristiana y la festividad pagana: ambas terminan teniendo similares consecuencias. Entonces, ¿qué distingue a la navidad de otras celebraciones? ¿Realmente es una festividad para unir a las familias y a la sociedad en torno al recuerdo de Dios, o es una excusa para olvidar a Dios y permitir todos los excesos?
Quizá la respuesta tenga que ver con la historia de esta fiesta. Una historia de sincretismo en el que se ha mezclado tradiciones de diferentes religiones y culturas paganas a lo largo de los siglos, lo que ha hecho que diversos grupos de cristianos hayan denostado de ella, al punto de haberla prohibido en Inglaterra y Estados Unidos en el siglo XVII.
Fue Roma la responsable de este sincretismo. A medida que el Imperio crecía, no sólo romanizaba a los pueblos conquistados, sino que también recibía el influjo de sus culturas. Galos, persas, egipcios y otros, mantuvieron tradiciones, religiones y hábitos que se fueron diseminando por todo el imperio a medida que ellos transitaban por toda Roma y se mezclaban en diferentes grados con la población romana. Algunas de estas religiones y tradiciones tuvieron más influencia sobre Roma que otras, entre ellas:
· En muchas religiones paganas que rendían culto a dioses solares, se celebraba el solsticio de invierno: en la noche más larga del año en el hemisferio norte, se hacían diferentes celebraciones pues a partir de aquel día comienzan a acortarse las noches y alargarse los días, por lo que se celebraba el renacimiento del dios solar y el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Los babilonios realizaban un festival anual para celebrar el nacimiento de Tamuz, el dios Sol encarnado, nacido de una virgen, la reina viuda Semiramis. Este festival fue luego tomado por los persas con el nombre de Sacaea, en el que hacían intercambios de regalos, representaciones teatrales, y había 5 días de procesiones en honor al dios solar Mitra. Los egipcios también celebraban este festival durante 12 días en honor a Horus, el dios Sol encarnado que nació de la virgen Isis. Estas celebraciones fueron adoptadas por los romanos en sus saturnales, fiestas en honor al dios Saturno, que duraban una semana (del 17 al 24 de diciembre). Durante estas fiestas los esclavos tenían amplias libertades, se hacían banquetes a los que se invitaba a los vecinos, se hacían reuniones familiares, las personas se hacían regalos unas a otras, y a muchos criminales se les conmutaba la pena.
· En el norte de Europa se celebraba el Yule, una fiesta de invierno en la que se quemaban troncos adornados con ramas y cintas para pedirle al Sol que brillara con más fuerza. Contrario a lo que muchos afirman, los celtas no tenían calendario solar y no celebraban el solsticio de invierno. Eran los egipcios los que hacían decoraciones con palmas, los escandinavos los que hacían grandes fogatas en honor a Odín y Thor, y los babilonios los que adornaban árboles con frutas. Los germanos decoraban los árboles en invierno cuando perdían sus hojas para que los espíritus que habitaban en ellos regresaran pronto. En diversos pueblos, los campesinos adornaban sus casas con ramas y troncos de árboles perennes para llamar así de nuevo al verdor de los bosques. Estas tradiciones también fueron adoptadas por los romanos, cuyas casas eran decoradas con laureles y follaje durante las saturnales en diciembre.