Hannah y la torre de cristal

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Había una vez una chica llamada Hannah, la cual vivía en una torre de cristal. No, no era una princesa, no se consideraba así a pesar de que sus padres eran reyes de un reino vecino cerca del bosque en donde vivía ella. ¿Por que vivía ahí? Porque sus padres la rechazaban, no la creían su hija, en cambio a su hermana sí, y eso la enojaba y entristecía, así que se alejó de ellos y del reino que igual la ignoraban y se construyó su torre de cristal, pero tuvo sus fallas porque a veces caían fragmentos de cristal y la lastimaban, pero estaba acostumbrada al dolor, así que lo aguantaba porque era su refugio.

Un día, una joven princesa llamaba Aleyya se dirigía en carruaje a un reino para conocer a su futuro prometido, pero el carruaje se dañó en el camino y tenia que ser reparado. Ella para no aburrirse, se decidió a explorar el bosque que se encontraba cerca y descubrió la torre de cristal junto a su dueña. Se acercó y encontró a Hannah sentada en uno de los escalones de la torre, ensimismada en sus pensamientos, y al ver a la princesa acercarse sintió curiosidad por ella. 

Empezaron a platicar y poco a poco se conocieron, los que repararon el carruaje llamaron a Aleyya para volver, pero esta le prometió seguir viniendo a la torre para seguir hablando. Hannah sintió un calor en su pecho por la alegría, por primera vez hizo una amiga. Aleyya siguió viniendo a la torre para hablar con Hannah, pero nunca entraban, no quería exponer a la princesa a esa parte de si misma, le decía Hannah y Aleyya la entendió. Hablaban por horas, días, semanas y Aleyya ya conocía a Hannah como así misma. Escucho su historia e incluso se fijó en pequeñas cicatrices que tenía por el cuello o las muñecas y ella le decía que las causaba la torre por lo frágil que era, pero que no le importaba, aprendía a lidiar con ellas.

— ¿Por qué sigues ahí si te lastima?— Preguntó Aleyya con curiosidad.

— Porque es mi refugio. — Respondió con nostalgia Hannah.

Un día, Hannah decidió dar el paso: le iba a mostrar la torre a Aleyya

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Un día, Hannah decidió dar el paso: le iba a mostrar la torre a Aleyya. Se sentía nerviosa, era un espacio al que no quería exponer a la princesa, pero quería que ella conociera esa parte de ella, esa parte frágil que se desmoronaba como la torre, así que se la mostró. La cara de la joven se pasaba del asombro hasta la emoción. 

Aleyya se sentía asombrada de como era la torre, es cierto que era frágil por los pedazos de vidrio que se encontraban en el piso, pero eso no quitaba el encanto que poseía, algo que  sorprendió a la otra joven, la cual no lo consideraba hermoso, más bien imperfecto, pero lo dejó pasar para no dañar la ilusión de Aleyya.

— Deberíamos escapar. — Dijo Aleyya de repente. 

— ¿Qué?— Contestó la joven con sorpresa.

— Claro, podríamos ir a cualquier parte. Tus padres no te quieren, los míos me quieren casar a la fuerza. Pienso que juntas podríamos estar bien: vivir aventuras, apoyarnos la una a la otra. ¿No te gustaría eso?

— Claro que si, pero es mejor que tu los cumplas, cariño. No puedo, no... sería una carga para ti, no tengo remedio, yo...— Miró al suelo cabizbaja, como si sus propias palabras hicieran pesar su cabeza.

— No Hannah, quiero hacerlo contigo.— Sujetó su rostro entre sus manos. — Te puedo ayudar, podemos hacerlo juntas, como un equipo.

— ¿En serio lo harías? — Pregunta la susodicha con lágrimas en su rostro.

— Atravesaría los 7 mares y viviría mil vidas por ti si es necesario. — Respondió la joven princesa y la besó con dulzura.

La joven nunca se hubiera esperado tanto cariño de parte de alguien más, ni siquiera de sí misma. Aquella calidez que la embargaba era inexplicable, mientras que las dulces palabras de la princesa la llevaban a tomar una decisión.

— Está bien. — Contestó Hannah al separarse. — Iré contigo, nos escaparemos juntas. — Dijo para tranquilizarla. Aleyya sintió gran alegría y planearon escaparse en la madrugada, cuando los guardias del castillo de la princesa estuvieran alejados para así poder ir a la torre e irse lejos con su amada. 

Diría que a la mañana siguiente las jóvenes se escaparon de sus destinos y vivieron juntas muchas aventuras, pero no soy mentirosa ni cuento finales felices. Cuando Aleyya fue a la torre, lo que se encontró fueron restos y cristales esparcidos por el suelo.

Estaba roto. Todo el palacio se había derrumbado y todos sus pedazos habían caído sobre Hannah, así como las esperanzas de huir juntas. Es aquí cuando Aleyya regresó a la realidad, en donde la princesa realmente nunca lo fue, ya que la medicación había pasado su efecto. Su Hannah no estaba con ella, en cambio su mente frágil si la aplastó y para salir, decidió saltar por el balcón de su apartamento.

¿Y Aleyya? Encerrada en un psiquiátrico luego de varios intentos de suicidio. Sus padres la dejaron ahí y ella cada día imaginaba lo que habrían hecho ellas dos si se hubieran escapado, así como su historia. Lo ha hecho tantas veces que ya no recuerda como se conocieron realmente o en donde está en ciertas ocasiones. Ella vive en su propia torre de cristal y poco a poco se va derrumbando en ella, pero mientras tenga el recuerdo de su amada no le importaría nada. 

Relatos diversos de una mente curiosa (Vol. I) [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora