Mientras mi hija yace en la cama perdida en sus sueños, los cuales espero sean de lo más dulces, un granito de nostalgia viene en recuerdos a mi memoria golpeándome casi despiadadamente y es que a pesar del paso del tiempo las heridas por tu ausencia están aún abiertas he aprendido a vivir con ellas a pesar de que estén tan marcadas en mi alma.
Luego de veintiséis días en agonía tu ultimo respiro se perdió en la inmensidad del firmamento, puedo recordar tan vívidamente aquel 27 de diciembre, apenas habiendo pasado nuestra última navidad la cual fue un poco solitaria, un poquito triste pues nos hayamos solos con nuestra pequeña familia.
Aquella mañana yo quería almorzar contigo y fui en tu búsqueda pero al llegar a casa, no te encontré. Recuerdo también a mi esposo decirme que probablemente habías ido a dar alguna vuelta por ahí en compañía de papá, fue entonces que algo decepcionada solo salí de casa para pasear un rato. Puedo recordar perfectamente como durante todo el día tuve esa horrible sensación de que un cosquilleo no grato me recorría el cuerpo constantemente, iba y venía, iba y venía otra vez, mi entorno era inquietante y gris. Más tarde volví a buscarte y mi ansiedad se acrecentó al no encontrarte, mi corazón sentía ese horrible presentimiento de que las cosas no estaban marchando bien, me fui a mi casa tratando de encontrar un minúsculo intento por permanecer tranquila, pero me fue inútil porque apenas al cruzar la puerta mi teléfono (que en ese entonces andaba de lo peor) sonó, respondí casi con desesperación solo para que me confirmarán que efectivamente las cosas no estaban bien. Estabas en el hospital desde la mañana porque te habías sentido mal, luego de colgar lo único que pude hacer fue sentarme en el sillón y sentir como si mi corazón se rompiera en muchos pedacitos, trate de estar aunque fuese un poquito serena pues no quería llegar al hospital tan alterada.
Mi esposo abrió la puerta del auto para que yo entrará y así luego subirse él y arrancar a toda velocidad en tu búsqueda, aún lo recuerdo bien, llovía, hacía frio y Saúl sacaba la vuelta a un carro tras otro, hasta que por fin llegamos a la clínica, baje apresurada queriendo correr pero a pesar de que avanzaba rápido sentía mis pies tan pesados, como si alguien los jalará contra el pavimento, en cuanto cruce la puerta de la clínica encontré a papá y me llevo de inmediato hasta ti.
Al verte mi corazón se aceleró, te vi en una cama de urgencias algo adolorida pero bastante consciente y lucida.
"¿Cómo estás?" Te pregunte de inmediato mientras tomaba tu mano en la cual se encontraba un catéter
"Pues ahorita mejor, pero en la mañana me sentía muy mal, me comenzó a dar un dolor muy feo en el estómago y tu papá me trajo" Respondiste mientras yo continuaba sujetando tu mano, mientras te escuchaba vi a tu lado a un hombre, algo canoso, recostado, completamente inmóvil, dirigí la vista hasta su monitor el cual marcaba ya una línea recta, luego escuche a un enfermero acercarse a él "No tiene pulso ya" dijo tranquilamente a uno de sus compañeros, con bastante calma trataron de auxiliarlo pero no había nada por hacer. Me distraje por un momento observando a aquel hombre.
"Pero ahorita me encuentro mejor, me van a operar" Dijiste elevando un poquito la voz al percatarte de que me había distraído.
"Perdón" Te respondí mientras posaba mis dedos entre tus cortos y esponjados cabellos castaños.
Luego de poner toda mi atención en ti nuevamente esa sensación tan inquietante y amarga me invadió otra vez. Pronto se llegó el momento en que te llevaran al quirófano, te acompañe hasta donde me fue permitido, siempre sujetando tu mano, besé tu frente.
"En un ratito nos vemos" Dijiste.
"Si madre, todo va a estar bien ¡Tu puedes!" Te dije para luego dar cientos de besos en tu frente, con mucha dificultad y sin quererlo solté tu mano para que te llevarán dentro.
Eran las dos de la mañana y esa fue la última vez que pude verte tranquila, lucida y estable. Las horas transcurrieron así luego de una espera angustiosa, inquietante y agobiante, después de mucho tiempo por fin nos dieron noticias sobre tu estado, saliste de quirófano para terminar en terapia intensiva.
Luego de salir de aquella cirugía comenzó tu calvario, tan doloroso, triste y desastroso, fueron los 26 días más angustiosos y miserables de nuestra vida. Con unas semanas llenas de errores que te causaron dolor y empeoraron todo tu cuadro clínico.
Te recuerdo en el día 14 de tu agonía suplicando, gritando "¡Déjenme morir, déjenme morir ya!" te recuerdo en el día 20 despidiéndote de mí, te recuerdo en el día 26 delirando mientras mencionabas a tus padres y sin lograr ya reconocerme a mí.
Recuerdo haber dicho NO al médico por continuar con la lucha por salvar tu vida y entonces tu solo cerraste los ojos, algo para el dolor y no emitiste ninguna palabra más y en el día 26 de tu agonía, un 22 de enero a las 5:00 de la mañana tu corazón se detuvo y aquel doloroso camino para ti termino, pero no para mí ni para los que te queríamos, para los que aún te queremos.
Diciembre me parece tan nostálgico pues recuerdo nuestra última navidad, enero me sigue pareciendo tan doloroso pues fue el mes en que me dejaste, durante varios años maldije al universo, al destino por haberte arrebatado de una forma tan drástica de mí, llegue a odiar mi entorno, me aparte de mucha gente, perdí amigos, me amargue enormemente y no tenía las ganas de salir adelante no había motivos para hacerlo hasta que mi pequeña hija llego y hoy te puedo decir que...
Te esperaré, porque no me rendiré,
no me rendiré, no, aún no,
incluso cuando haya dado mi último respiro,
incluso cuando digan que no queda nada,
no me daré por vencida,
incluso cuando nadie más crea,
no me daré por vencida tan fácilmente y abrazaré tu recuerdo, me aferraré a ti..."Vas a salir adelante y serás una triunfadora" MAMÁ.
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ℰ𝓃 𝓇ℯ𝒸𝓊ℯ𝓇𝒹ℴ 𝒶 𝓆𝓊𝒾ℯ𝓃 𝓂ℯ 𝒶𝓂ℴ...
Teen Fiction𝙀𝙨𝙩𝙝𝙚𝙡𝙖 𝙂ó𝙢𝙚𝙯 𝘼𝙡𝙫𝙖𝙧𝙚𝙯 fue la mujer mas entrañable que pudo habitar esta tierra, una esposa paciente y amorosa, una hija dulce y dedicada y una madre infinitamente excepcional. Nacida un 4 de mayo de 1951, partiendo de esta tierra p...