Feliz Navidad: hora de la magia

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Muchas veces se habló sobre un cielo azul, un asfalto blanco y un pigmento amarillo, brillante, muy brillante al cual miraríamos cuando en el tiempo se formara solo un línea recta, momento que adoraríamos y perduraría no sólo en un empolvado recuerdo. 

Hablaron de comidas en una pequeña mesa, pero de grandes charlas y aventuras, de bebida, regalos, pinturas en una mescolanza de colores que tendrían como lienzo un manto azul, un lindo espejo efímero, era una gran celebración.

Contaron de velas y ceras, sobre esperanzas, sueños, deseos, que en el alma de los niños nacería alguien nuevo, y desenvolviendo, rompiendo papeles, tendrían amigos nuevos con los cuales compartirían su tiempo, sus amores, e ilusiones de media estación, los querrían y valorarían, porque en estos tiempos es tan difícil encontrar un amigo y mucho más, valorarlos. Que los adultos contemplarían la magia y los ancianos guardarían esos grandes secretos que en ella se esconden.

Porque la magia existe, solo es necesario escucharla, entenderla, creerla, y entonces te mostrará lo posible que es lograr lo imposible. 

Y siguieron hablando, de un bosque, lleno de cerezos, piñas y un poco de emoción, un árbol que tiene un delgado tronco, como hecho para que solo una persona lo abrace, porque, aunque uno no lo acepte, siempre se necesita un poco de consuelo mediante un abrazo, pero en estos tiempos es tan díficil conseguir consuelo, y más aún tener un abrazo.

Dijeron que las hojas nos caerían y el tacto lo apreciaríamos como si fuese lluvia, porque en estos tiempos es tan díficil sentir la lluvia, mojarnos las lágrimas y humedecer esas ganas de vivir y de inundar nuestra alma, es complicado sentir la mañana, y es tan fácil sentir que los atardeceres se te escapan y los anocheceres corren en una estampida, y es que uno nunca se da cuenta de que el momento justo antes de que salga el sol es el más oscuro, y de que... siempre hay consuelo. 

Junto a ese viaje frondoso, habría una pequeña granja de diversidad en el cual las razones de estar cerca eliminarían las diferencias, ellos disfrutarían la cercanía que ahora se extingue.

Me hablaron de familia, amigos, cercanos o tal vez de compañía, que estaría en el momento en el que anheles un abrazo.

Me hablaron de amor.

Me hablaron de Navidad.

Que el día galantearía con albura, mostrando su pureza, la inocencia y el espíritu de ese gran día del año. Una fecha que todo el mundo —más los niños—esperan.

Se escucharían las campanas, canciones navideñas, se cantaría por amor y esperanza, y las calles serían decoradas por las mismas y más intensas emociones. En los asfaltos ocurriría la avalancha en un vaivén interminable de exaltación, llevando consigo los reflejos de unos saltos infantiles llenos de gratitud y euforia.

Habría tanta comida, tanta gente, el sol sería atrapado por la luna, y aún si esa gran estrella es invisible al ojo humano, el alma la evocaría y pediría un deseo: que todo vaya bien.

En el ambiente ya se sentiría todo, todo lo que debería definir una perfecta Navidad.

La familia, los amigos, todos se reunirían, estarían juntos, compartiendo regalos, regalando compañía, comiendo, cantando, bailando riendo, amando. Viviendo una noche, un momento y haciéndolo real.

Se supone que siempre debería ser así.

Porque eso fue lo que siempre dijeron.

Pero parece que a veces la Navidad no sabe escuchar.

—No voy a celebrar Navidad—una voz apagada borra toda sonrisa que osa plasmarse en su rostro.

—No entiendo...¿qué estás diciendo? —pregunta con pena el pelinegro, aquello sí que le ha caído como un balde de agua helada.

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⏰ Última actualización: Oct 28, 2023 ⏰

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