capítulo único

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Las paredes de la pequeña habitación estaban pintadas completamente de blanco y decoradas con pequeños cuadros coloridos que le daban cierto aire cálido, sin dejar de lado la seriedad y elegancia del cuarto. El reloj que se encontraba colgado en la pared encima de la señora de cabello platinado como el humo, hacía pequeños tik-taks que desconcentraba a cualquiera dispuesto a ponerle atención. La mujer miraba al chico pálido y demacrado sentado justo enfrente de ella, separados solamente por un escritorio de madera negra con diversas cosas encima. El chico desviaba sus ojos entre el reloj, los cuadros y la señora, como si buscara una escapatoria o salvación dentro de estos.

—¿Y bien? ¿Cómo has estado?
El joven se mantuvo en silencio mirando directamente hacia sus desgastados zapatos, incapaz de mantener el contacto visual con cualquier persona. Era como una pequeña ave asustada y a la defensiva constantemente. La mujer anotó unas palabras en su libreta y volvió a mirarlo expectante de una respuesta.
—No debería estar acá, no servirá de nada.
—Draco, esta es la segunda sesión y no me has dicho más de dos frases. Si tienes un problema podemos hablarlo.
El rubio vaciló durante unos segundos y adoptó una postura sarcástica para luego intentar arreglar su, ya perfectamente ordenado, cabello.
—¿Mi problema? Bien, mi problema tiene nombre, está vivo y es un ser humano.
Su tono era cortante y seco, como si las palabras salieran de su boca sin su permiso. Como si vomitara frases sin querer. La mujer no respondió mientras seguía anotando cosas variadas en su libreta y esto provocó que el ojeroso chico se exasperara aún más.
—Todo comenzó hace un año, exactamente.
Los recuerdos inundaron su mente como si una botella de agua se hubiera dado vuelta dentro de su cerebro. Fue imposible mantener la paz luego de haber estado guardando todos aquellos momentos en los lugares más recónditos de su ser, específicamente en una cajita que decía "no abrir". Cuando fue a la sesión de terapia muggle, recomendada por su mejor amiga: Pansy, lo último que pensó podría suceder era el revivir todas aquellas situaciones que lo habían atormentado durante tantos meses, dejándolo sin poder dormir y hasta comer.
—Nos conocimos cuando éramos muy pequeños, siempre estuve interesado de cierta forma en él y cómo no, cualquiera que mirara en aquellos ojos se perdería infinitamente. Es como una droga, una vez que comienza a estar presente en tu vida es imposible arrancarlo sin sentir dolor. Absorbe tus preocupaciones y deja solo maravillas, recuerdos hermosos. Pero no fue hasta 8 años después que por fin se nos dió la oportunidad. Estábamos en el último año de escuela cuando todo sucedió.
Era una cálida mañana de verano y un chico de cabello color azabache reía a carcajadas dentro de la sala común que compartían todos los alumnos de octavo año. Se encontraba con un grupo de amigos disfrutando de una amena conversación, sin saber que desde el otro lado del cuarto un joven rubio lo miraba divertido. Draco analizaba sus facciones mientras reprimía los deseos de levantarse para hablarle. Casi como por arte de magia los ojos de ambos chicos se conectaron y demostraron destellos de nerviosismo por parte de los grisáceos, sin embargo los verdes adoptaron una mirada curiosa, tratando de extraer información y respuestas.
—Me miró y quise desaparecer, correr a esconderme de los puros nervios. Aquellos sentimientos no eran nada nuevo para mi, sin embargo el hecho de que haya notado una de mis tantas miradas significó algo, pero creí que se debía a una simple coincidencia del destino o cualquier otra estupidez.
Pasaron los días y sus miradas no volvieron a encontrarse, Draco se sentía extrañamente aliviado mientras que el ojiverde estaba cada vez más curioso, por ende un día decidió acercarse y saludar. Draco palideció aún más cuando vio que se dirigían a él con tanta seguridad y un semblante divertido. El chico de cabello negro sonrió para luego decir un suave y cálido "Hola ¿Cómo estás?"
—Fui un idiota si creí que aquello terminaría allí. No sabía lo que eso significaba y ¿Cómo podía negarle el saludo? Al fin y al cabo era él. Sentí como si sus ojos verdes escanearon mi rostro, su mirada era curiosa pero su cuerpo expresaba seguridad. Típico de un idiota como él. Sonrió, como siempre lo hace cuando algo no sale como él planea y en ese momento no pude evitar intentar escapar.
Aquello no fue un hecho aislado y los saludos sutiles se convirtieron en conversaciones cortas, las cuales evolucionaron a tardes enteras debajo de los árboles cercanos al lago. Los jóvenes pasaban sus días libres juntos y la gente comenzaba a preguntarse la razón. Nadie entendía porqué el salvador del mundo mágico compartía espacio con un hijo de mortifagos. Sin embargo, aquellas dudas no se les presentaron a los chicos, quienes se reducían a vivir el día a día como si fuera el último. Casi como en un cuento de hadas, se conectaron y vibraban cuando uno estaba alrededor del otro. Se complementaban a la perfección.
—Oh y créame que lo intenté. No quería enamorarme tan fácil, era ridículo. Pero ninguno de mis tantos intentos funcionaron. Me hizo reír, sonrojar, carcajear. Nadie nunca había logrado eso en mi. Nuestros ojos se conectaban siempre y era imposible no caer a sus pies cuando sonreía con superioridad, como si supiera todos los pequeños secretos del mundo y uno fuera un simple mortal, indefenso. Con cada palabra que hablábamos se adueñaba de otro pedacito de mi corazón. Lo odié tanto en su momento, por el simple hecho de volverme débil, de colarse en mi mente como un parásito.
"¡Draco, Hola!"
"Harry, ¿Qué tal?"
"Mejor, ahora que te encontré"
El chico con ojos verdes sonrió ampliamente para luego tomar su mano y dirigirlo hacia una de sus tantas aventuras dentro del castillo. Sin embargo, lo que el rubio desconocía era que luego de tanto tiempo simplemente disfrutando de la compañía del otro, Harry tenía otros planes. Debajo del árbol donde pasaron su primera tarde conversando, juntaron sus labios marcando un nuevo capítulo en su historia. El beso era dulce, tierno, lento, lleno de la efervescencia digna de unas almas jóvenes como ellos.
—Era un puto cliché andante, con su cabello desordenado, sus ojos verdes brillantes, su sonrisa llena de seguridad. Fuimos un cliché, salíamos a caminar, hacíamos picnics, no nos importaba lo que dijeran de nosotros. Viví mi propio cuento de hadas. Y la verdad es que nunca fuimos más, no estábamos hechos para funcionar. No teníamos futuro, pero aquello no me abstuvo de enamorarme con fiereza. Fueron unos pocos meses donde vivimos en aquel limbo de felicidad, hasta que las peleas y los malos momentos comenzaron a pudrirse dentro de la relación, reventando nuestra burbuja. Terminamos por el bien de ambos. En realidad, por su propio bien, porque yo solo empeoré desde entonces. Es ridículo, lo sé.
El pálido chico temblaba levemente de pies a cabeza, sus ojos estaban inyectados en sangre, rojos por tantas lágrimas derramadas y no pudo evitar sentirse un inútil porque lo estaban viendo de esa forma, tan arruinado y débil. En su mente se repetía una y otra vez la sonrisa de Harry. La forma en que sus labios se doblaban generando una expresión de felicidad tan pura. Como sus ojo se achinaban y el verde de estos brillaba con simpatía, denostando calidéz. La mujer lo miraba atentamente, como si estuviera memorizando cada una de sus palabras. Se quedó unos segundos en silencio, eligiendo las frases ideales y luego de anotar algunas cosas en su libreta otra vez, habló.
—No es ridículo. Te enamoraste y eso es lo más humano existente. Estoy segura de que si pudieras repetir la historia, lo harías. Sin ningún cambio o excepciones. Porque te enamoraste de la relación y de él, de lo que podrían haber sido y no fueron. De las posibilidades que tenían y nunca las concretaron.
Draco sonrió amargamente negando con la cabeza, aquello había dado justo en el clavo pero no admitiría que la señora tenía razón. Era cierto, no cambiaría ni una maldita cosa. Durante meses deseó estar muerto, anheló perder la memoria para así no sentir el dolor que estar lejos del chico con ojos verdes le producía. Él jamás había sido del tipo de personas que se echaban a morir por una decepción, su orgullo era más grande. Sin embargo, aquel golpe fue tan bajo que logró derribar al gran Draco Malfoy. Hasta sus padres estaban preocupados por su salud, cosa que daba a entender la gravedad de la situación. La peor parte para el rubio, es que no era el único sintiéndose así. Draco sabía que Harry tampoco estaba mejor, por supuesto que lo sabía. Esa era una de las razones por las que no lograba conciliar el sueño en las noches. Odiaba ser la razón por la que el chico que vivió sufría. Aquello era su peor pesadilla, no podía imaginarse algo más horrible. Ni siquiera todo lo que él había pasado por igualaba lo que el saber aquello le producía.

—¿Hay otra cosa de la cual quieras conversar? Creo que deberíamos seguir viéndonos. Te hará bien hablarlo.

—Opino lo mismo. Será mejor que me vaya. Gracias, supongo.

Luego de unos segundos, Draco se levantó de la silla, no sin antes arreglar su apariencia. Iba a girar la manilla de la puerta, pero justo antes retrocedió y se dio vuelta, quedando frente a frente nuevamente y causando que la mujer despegara la vista de su libreta, mirándolo con curiosidad.

—Deberías arreglar ese reloj, hace mucho ruido.

Y sin decir nada más, el rubio se fue de la sala, cerrando la puerta detrás de él. La mujer de cabellera gris se quedó mirando el lugar donde desapareció el chico con una sonrisa de satisfacción en el rostro, como si hubiera solucionado un acertijo. La razón? Justo esa misma mañana, había ido a la consulta otro chico, de cabello color azabache, ojos verdes brillantes y una sonrisa cálida, que le hizo el mismo comentario sobre su mal funcional reloj.

cliché {drarry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora