❝Alexithymia❞ {Gregstophe}

¿̶̶C̶̶a̶̶p̶í̶t̶̶̶u̶̶̶̶̶l̶̶̶̶o̶ Ú̶̶̶n̶̶̶̶i̶̶̶c̶̶̶o̶̶?̶

Su cuerpo se encontraba recostado sobre su cama. Las cobijas se encontraban revueltas y las almohadas habían caído al suelo hacía ya un buen rato. Intentaba no moverse mucho, o mejor aún, no moverse nada. Un gran dolor yacía en su pecho dificultándole el trabajo de respirar y haciendo de este algo casi imposible.

Toda aquella escena era decorada por la luz de la luna que se colaba por los pequeños espacios entre la persiana de la habitación. La cama por su parte se encontraba repleta de pequeños pétalos de hortensia con un profundo tono rojo vino.

Le dolía. Le dolía como nada lo había hecho antes. Un tosido resonó con fuerza por la habitación venido de una pequeña arcada. Un puño de pétalos salieron como si de una bolsa de esta se tratase. Estaba seguro que iba a morir.

¿Cuando es que había empezado a sufrir eso? Fácilmente unos dos meses, pero para él parecía una eternidad. Un castigo eterno para su alma pecadora. Dios le odiaba y le había sancionado con lo peor que tenía; el Hanahaki.

Sabía lo que significaba esa mierda, lo había buscado. Curiosamente pocas personas lo sufrían en el mundo. Todo lo que rodeaba ese mal era extraño, por no decir surreal. Nadie entendía por que se daba solo en algunos y en otros no. Algunas personas se atrevían a llamar a ese suplicio como "un castigo de mano de Dios".

Podía escuchar un pequeño silbido proveniente de su pecho a cada que inflaba este. Casi podía asegurar sentir los pétalos flotando dentro de sus pulmones. Le era imposible concentrarse siquiera en sus más ligeros pensamientos con esa sensación llenándole a cada segundo.

Al inicio aquello solo había sido algo extraño, pero sin importancia. Un día al levantarse y cepillar sus dientes encontró un lindo pétalo dentro de su boca. Todavía recordaba como se había quedado admirando el hermoso y llamativo color que mantenía, sin saber que luego ese mismo color sería el causante de sus mayores pesadillas, aunque igualmente también de sus anhelos más profundos.

¿Y quien era el afortunado de tan noble amor? ¿Quien era el causante de ese horrible (pero poético a su vez) dolor que crecía dentro de él, infestando cada parte suya con sus raíces...?

Gregory Fields

•••

La cosa luego de ese primer "encuentro" había ido escalando a peor. Mientras comía, cuando hablaba e inclusive cuando estornudaba pequeños trozos de flor salían disparados de si. No tardó mucho en aparecer el dolor sobre su pecho.

Una noche no podía dormir. Sabía que tenía fiebre y dentro de él sentía como si algo creciese, moviendo cada entraña de si y acoplándose dentro suyo como si fuera su hogar. Sabía que algo iba mal, ¿pero que podía ser? Nunca nadie le hubiera preparado para la respuesta ni en un millón de años.

Los días seguidos a ese fueron un martirio. El dolor cada vez se hacía mayor, como si perforaran su interior para meter dentro de este parte de lo que fuera que tenía viviendo dentro suyo.

Un sábado por la mañana ya no soportó más. Había corrido hacia al baño para poder colocar su cabeza en el váter y comenzar a toser con fuerza. Pequeñas gotas de sangre caían combinándose a su vez con el color vino que mantenían aquellos pétalos. Sentía como había algo grande en su garganta, algo que no podría salir solo. Dispuesto a sacar lo que fuera que tuviera dentro, metió su mano entera a su boca y jaló lo primero que logró sentir en el fondo de su boca.

Estaba horrorizado por lo que veía. La escena no podía ser más grotesca. Su mano ya se encontraba fuera, y con esta venía un puño entero de hortensias goteantes de saliva y sangre.

Podía asegurar que algo se desgarraba dentro suyo, más aún así jaló con todas sus fuerzas hasta sacar la raíz. Pero aquello no era todo y lo sabía; sabía que dentro suyo había más como eso y fue en ese instante que supo que aquello sería su perdición.

Moriría por amor.