artista アーティスト [T]ObiDei

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Él era tan tranquilo.

Sus ojos color mar, color cielo, acompañados de un paño blanco como la nieve, como las nubes, seguido de hebras amarillas como la arena, como el sol.

Y así era él. Su cuerpo, todo un libro abierto a nuevas posibilidades, o tal vez una hermosa poesía que pocos leerían.

Escondía las más hermosas cualidades.

—Buenas tardes, vengo a comprar tempera en gel— como todos los días, siempre iba a abastecerse de lo que más necesitaba.

—Por supuesto, qué color buscas?.

—Hoy será turquesa y blanco, hm— su sonrisa, era una caricia al alma, tan iluminada y llena de vida, se sentía afortunado de ser él quien a veces solía provocarla.

—Bien, aquí tienes— del estante trasero, saco los dos potes de pintura —Son cinco yenes— anotó el número en su libreta —Quieres una bolsa?.

—No, muchas gracias— entregó el dinero y se fue.

Así era siempre, todos los días, todas las tardes, incluso noche por medio.

Era curioso, desde que abrió su tienda en aquel pueblo, no creyó tener éxito, es decir, a lo sumo podría vender pinceles o tarros de pintura para cualquier accidente doméstico o simplemente para que los más pequeños pinten pero, aquel joven iba todos los días sin falta, y si su negocio prosperó, fue gracias a él.

Pero ya no quería verlo más detrás del mostrador, quería saber su nombre, qué hacía con tanta pintura, que le inspiraba a hacer, a crear.

Él, era poeta, pero no para todos, escribía solamente para él.

Le dedicaba las frases más bonitas que podrían haber, aquel muchacho tenía una esencia especial.

No sabía cuándo comenzó a nacer este sentimiento, no lo demostraba pero tampoco había necesidad de ocultar nada.

"El amor te pone a prueba, te hunde y te levanta"

Aquel chico vivía sobre la colina, en una pequeña pero linda casa de madera, con un amplio jardín bien cuidado con muchas flores de colores.

Tenía algo loco en mente y no importaba, porque los desconocidos pueden conocerse.

Cerró su local a eso de las siete de la tarde. Fue a una tienda de allí y compró dos vasos de té y dangos para llevar.

Caminó junto con el atardecer hasta llegar aquella cabaña.

Había una leve luz desde adentro, llegó a pensar que quizás no estaría en casa.

Aún así, golpeó la puerta.

—Quién es?— escuchó de lejos su voz.

—Em, Obito, el de la tienda de pint-

—¡Pasa, está abierto hm!— lo interrumpió con emoción.

Al pasar, un agradable olor a vainilla y coco inundó su olfato.

—Es... es la primera vez que viene alguien a mi casa, disculpa el desorden, hm— tenía puesto un guardapolvo lleno de manchas de acrílico, su cabello estaba amarrado con un rodete y había... cuadros, pinturas, lienzos, paletas, pinceles, por todas partes.

Era una auténtica casa de arte, arte de verdad.

Paseó por aquel lugar viendo cada una de las obras, que a pasar de que el sol de la tarde estaba desapareciendo, aquella luz tenue del hogar iluminaba lo suficiente para apreciarlo bien.

—Con que esto ocultas...— le entregó el vaso con té mientras seguía admirando.

—"Ocultas"?.

—Siempre tuve curiosidad de saber a qué te dedicabas y veo que era algo hermoso.

Su obra actual, era un lindo atardecer de invierno, transmitía aquel frío característico de la época, pero el sol parecía abrazarte con una calidez que te hacía olvidar aquella ventisca.

—Y en qué te inspiras?— preguntó bebiendo un poco de su té.

—La mayoría son ideas que nacen de mi cabeza y otros son sueños que tuve o me gustaría tener, hm— sonrió un poco.

El mayor río levemente.

—Qué es lo gracioso?— preguntó confundido.

—Siempre dices "hm"?— al decir esto el bajito se sonrojó.

—Es una forma de expresión, como un tic, me pasa cuando me emociono mucho, estoy nervioso o me enojo, hm— realmente no se daba cuenta de eso, debía ser tedioso.

—Y ahora como te sientes?— sonrió levemente mirándolo.

Aquel paño blanco se tornó en un color carmesí.

—E-Estoy feliz— agachó la cabeza agrrando nuevamente el pincel —Gracias por el té.

El mayor lo miró y acercó la pequeña bolsa.

—No es lo único que traje, toma— le extendió un palillo con dangos y aquella mirada azul se iluminó.

"El atardecer más bonito no está en el cielo, está en tus ojitos".