Dulce Navidad

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24 de diciembre. El pequeño calendario que tengo en mi cuarto marca esta fecha tan especial. Hoy es Nochebuena, y voy a pasarla lejos de mi familia, tanto la de aquí, como la del "mundo real". A veces me pregunto cómo o por qué he aparecido en esta historia, porque me siento "yo", pero al mismo tiempo, también "soy" Elizabeth. Y por si fuera poco, también tengo una tercera identidad, Lisa, esta que tengo que ocupar veinticuatro horas al día, los siete días de la semana, en El Gorrión. Tanto pensar en estas extrañas paradojas me da dolor de cabeza, así que prefiero ocupar la mente en otros asuntos y vestirme, porque si no me doy prisa me quedaré sin desayunar. Cuando bajo al comedor me encuentro con las mismas salchichas de siempre, o más bien, con las sobras, porque el resto de chicas se ha dado más prisa que yo para tomar su primera comida del día. Por un momento llegué a pensar que al ser hoy un día señalado, la señora Molly nos ofrecería un desayuno más especial... en ocasiones, puedo ser bastante inocente y fantasiosa, desde luego. Con plato en mano busco una mesa donde sentarme y llenar la barriga. Mientras desayuno, me centro en el plan de esta tarde. Después de desayunar me toca limpiar, y luego, por la tarde, hay espectáculo, aunque más temprano de lo habitual. Incluso en la Nueva York de los años 20 las familias lo dejan todo para reunirse entre ellas en Nochebuena. En cambio yo voy a pasarla sola. Algunas de mis compañeras se quedarán aquí, y supongo que cenaremos juntas. Puede que incluso a pesar de que tengamos ciertas rencillas, nos lo podamos pasar bien, pero no es el plan de mis sueños. Sin embargo, no tengo más remedio que aceptarlo. En estos momentos pienso en Edmund Davis, y en esa nota que me dejó bajo la puerta ¿Él también se habrá acordado de mi durante las fiestas navideñas, o ya se habrá olvidado? A pesar de que no tuviésemos una gran relación, y en ocasiones me pareciese realmente arrogante y pesado, era un buen chico. Me hubiera gustado despedirme de él en condiciones, pero... 

Mi mente en seguida aparta a Davis, y proyecta la imagen de otro hombre, elegante, sombrío, y con una profunda mirada marrón oscuro, como el del café negro que toma después de cada comida, al que acompaña con un cigarro. Vittorio. Es por él que estoy aquí, pero no lo pienso como un reproche, sino como una oportunidad. Gracias a él estoy atravesando un camino, duro y lleno de dificultades, pero a través del cual podré hallar lo que siento que más me importa: la verdad. Y es que muchas veces pienso que es esa verdad la que me ha llevado a estar aquí, en esta ciudad llena de peligros, a tantos kilómetros y a casi un siglo lejos de mi verdadero hogar.

Aún con la imagen de Vittorio, tan nítida que siento que incluso puedo notar su olor, mi compañera Lily me hace llegar una nota. Esta guardada en un pequeño sobre de papel de buena calidad. Miro hacia ella, y entonces me explica de manera escueta que acaba de llegar en el correo de esta mañana. Intrigada, me acabó el vaso de leche de un trago y abro el sobre. Dentro me encuentro con una tarjeta escrita a mano a tinta negra y con una caligrafía exquisita, el cual dice así:

"Señorita Dawson,

Como usted bien sabrá, hoy es la cena de Nochebuena. Esta noche a las 20:00 irá un coche a por usted. Es su decisión subir a él o no.

Por si no nos vemos, le deseo una feliz Navidad.

V.P "

La primera parte de la nota me alarma, pues... ¿qué persona externa podría llamarme por mi apellido-tapadera y sugerirme entrar a un coche desconocido? Sin embargo, cuando veo la firma, me relajo. Aunque bueno, eso de relajarme es un decir, porque no tardo en darme cuenta en la propuesta que acabo de recibir. Es como si Vittorio me hubiese leído la mente, como si hubiese sentido que yo estaba triste por tener que pasar esta noche sola. Mis mejillas se sonrojan al pensar en él. Y sobre todo, al pensar que él ha pensado en mi, y ha decidido, entre todos esos pensamientos, invitarme a su cena de Nochebuena. Todo esto parece un galimatías, pero mi mente está tan activa que cada pensamiento me hace saltar a otro... ¿Qué debería ponerme? ¿Algo recargado y brillante? ¿O sencillo y elegante? ¿Quien estará en esa cena? ¿Acaso no pasa la Nochebuena con su familia... tendrá familia? ¿O me llevará a una cena de colegas, con Nino y alguno de sus hombres? El estómago se me hace un nudo y siento que no puedo aguanta la emoción. Pero las fantasías se terminan rápido. Los pasos malhumorados de la señora Molly se hacen notar en el comedor. Es hora de recoger los platos y ponerse a pasar la mopa.

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