Capítulo 3.

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Capítulo 3.

Algunas semanas después.

7 de diciembre.

Faltaban menos de veinte minutos para las dos de la tarde cuando Genzo Wakabayashi llegó a ocupar el asiento del lujoso restaurante en el que su padre lo había citado para almorzar. El mesero llegó para preguntarle si deseaba algo de beber y Genzo no dudó en pedir un Apfelschorle.

– ¿Lo quiere con sidra, señor? –preguntó el camarero con perplejidad, pues no era común que se pidiera una bebida así en un sitio como ése.

– O con jugo de manzana, si le resulta más fácil. –Wakabayashi se encogió de hombros.

Se sentía incómodo en ese lugar pues, a pesar de provenir de una familia millonaria, Genzo nunca se había adaptado a las reglas de etiqueta y casi no frecuentaba restaurantes tan costosos como ése, en donde tuvo que ponerse ropa formal para que lo dejaran entrar. Muy diferente era este restaurante a otro en donde, meses atrás, había entrado para tratar de encontrar una respuesta que desde antes ya tenía escondida en su subconsciente.

– Su bebida, señor –anunció el mesero, dejando una fina copa con un contenido ambarino en ella.

– Gracias. –Genzo tomó la copa y tuvo que reprimir el deseo de ordenar una hamburguesa con queso.

"A ella no le gustaría venir a este lugar, se sentiría incómoda con el lujo excesivo.", pensó él, analizando con detalle lo que había a su alrededor. "Y si no fuera por mi padre, yo tampoco estaría aquí, para qué negarlo".

Una semana antes, Shuzou Wakabayashi le había comunicado a su hijo que iría a Alemania para arreglar algunos asuntos y que quería verlo, aprovechando que su cumpleaños caería en esas fechas. "Podrás decirme qué quieres que te dé como regalo, así que ve pensando en qué te gustaría tener", dijo Shuzou, a pesar de que habían pasado años desde que Genzo le hizo una petición. Sin embargo, en esta ocasión él sí tenía reservado un deseo imposible e iba con toda la intención de conseguir que su padre aceptara concedérselo. De hecho, aunque Shuzou no lo hubiera especificado, Genzo estaba seguro de que él iba a Alemania para hablar sobre los últimos acontecimientos ocurridos en la vida de su hijo menor.

Justo a las dos de la tarde, Shuzo entró al restaurante con el porte de alguien que está acostumbrado a mandar. En su rostro adusto se dibujó una sonrisa al ver a su vástago, quien se puso en pie cuando Shuzou llegó a la mesa. Éste abrió los brazos en un espontáneo (y extraño) gesto de amor paterno y Genzo se dispuso a abrazarlo, tras un breve titubeo. A pesar de que siempre habían mantenido una relación más bien distante, se notaba que había cierto cariño entre ellos, aunque no el que debería de haber habido por ser padre e hijo.

– Me ha sorprendido encontrarte ya aquí –comentó Shuzou, cuando ambos tomaron asiento–. Y al mismo tiempo me alegra saber que sigues siendo puntual.

– No tendría por qué no ser así –replicó Genzo.

– No sabía qué tanto te ha cambiado la vida en Europa –señaló Shuzou, en un comentario que parecía ser inocente pero que tenía su reclamo oculto que no pasó desapercibido para Genzo.

– Sigo siendo yo, padre –aseguró el portero–. Que me haya modernizado en pensamiento no indica que haya perdido mis antiguos hábitos.

– Me gustaría saber hasta dónde llega esa "modernidad de pensamiento" de la que presumes –comentó Shuzou, quien aparentemente estaba más interesado en la carta que en su hijo menor–. Por lo que he escuchado, va más lejos de lo que quisiera.

Entre engaños y deseos de cumpleaños [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora