II

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El sol ya estaba golpeándome en la cara, así que terminé por levantarme. Eran las doce de la mañana. Ya había pasado la primera fase de exámenes así que ahora tenía más tiempo para estar relajado y disfrutar un poco de las cosas que me gusta hacer.

Minutos después de enderezarme para ponerme las zapatillas de casa me acordé de esa extraña nota, así que me apresuré y bajé las escaleras a toda velocidad. Pero para mi asombro mi padre no estaba en la cocina esperando con el ceño fruncido por las horas que eran. Algo que me alegró y me extrañó a partes iguales. Fui a su habitación y comprobé que no había pasado por ella en todo el día.

Era sábado, y los sábado él... no trabajaba.

Desayuné un poco malhumorado y llamé a mi amigo Matius por teléfono para quedar con él.

Matius era mi compañero de clase y mi mejor amigo. Él era especial, era mi hermano. Era un chico delgado, alto, con pecas por casi toda la cara, de piel clara, rubio y con unos preciosos ojos marrones. Eramos el día y la noche. No teníamos los mismos gustos y tampoco teníamos personalidades parecidas. Él era un líder y un entusiasta nato. A diferencia de mi él era mucho más sociable. Tenía su propio grupo de amigos del fútbol, y, además, estaba en esa horrible edad en el que te fijas en cada una de las chicas que pasan a tu alrededor como si acabaras de descubrir su existencia. Tengo que admitir que conmigo era más calmado... me gusta pensar que era de verdad él.

Confiaba mucho en él, pero teníamos esa extraña relación en la que sabes que la otra persona te tiene un aprecio inconmensurable, pero ninguno de los dos lo exterioriza. Nos entendíamos sin hablarnos.

No sé como no se aburría de mi.

Nada mas colgar me puse el abrigo, cogí las llaves y me encaminé a la parada del bus. Vivía bastante lejos. Pero no porque él viviera apartado, sino porque mientras él vivía en un piso con su madre en el centro de la ciudad, yo vivía en una urbanización a las afueras donde solo vivía gente mayor y algún que otro militar retirado.

Odiaba ese lugar.

Me subí al bus y estuve todo el recorrido mirando por la ventanilla.

Después de llamar a Matius llamé a la oficina de mi padre, pero nadie me contestó, algo normal, por lo que terminé llamando a mi padre, pero me salía que estaba apagado. Duró una hora el trayecto en bus, una hora que estuve comiéndome la cabeza.

No había mensajes en el buzón de voz, solo una nota que había acabado en la basura.

Cuando llegó a la parada me bajé. Vivía bastante cerca, solo tenia que girar la esquina y allí estaba él esperándome siempre. Siempre hacía lo mismo. Él pensaba que si entraba dentro su madre me hincharía a preguntas y sin darme tiempo a articular palabra ya habría dado por sentado que me quedaría a comer. Tenía razón, era muy pesada.

Me alegré mucho de poder verle.

Alzó su mano y con una gran sonrisa me saludó. Nos pusimos rumbo a uno de los parques que hay cerca de su casa, que irónicamente se llamaba "Del buen humor". Nos sentamos en un banco y comenzamos a hablar.

Ese día el estaba especialmente hablador, algo que agradecí porque yo ni era hablador y ni tampoco tenía especialmente ganas de hablar.

- Seguramente me finchen para la liga sub veintiuno, pero no sé... lo veo complicado.

- Yo creo que puedes -lo decía completamente convencido- ¿eres bueno no?

- ¡Já! Pero eso lo dices porque no has visto nunca un partido de fútbol profesional.

- Pero te he visto a ti.

Algunas veces le había ido a ver, pero tenía razón, no me gustaba el fútbol, y por mucho que fuera a un partido de él siempre me ponía los cascos y disimulaba con que estaba absorto en el juego.

- No tienes ni idea de lo que estas diciendo -sonrió- eres a la última persona de la que me fío sobre este tema.

- Haces bien -solté una gran carcajada-.

Hacía un frío horrible. No solía nevar, pero ese invierno nos pilló a todos por sorpresa. Con las manos en los bolsillos la situación era más llevadera.

Me gustaba estar en la calle y respirar aire fresco, mientras que él prefería estar en un bar, caliente y tomando algo. Pero yo siempre me negaba rotundamente a esa idea, alguna vez había cedido y los resultados fueron espantosos. Le agradecía que no insistiera y que fuera comprensible conmigo sin echarme nada en cara ni ser preguntón.

- ¿Sabes que he pensado Marco? ¡Qué podríamos hacer un viaje cuando terminemos bachiller y hayamos hecho selectividad! ¿Qué te parece?

Matius era literalmente la única persona que me llamaba así, mi nombre era Marcos. Pero tampoco le corregía ni me molestaba, me daba un no sé que de extranjero interesante.

- ¿A donde te gustaría ir?

- Pues a ver, el dinero es el dinero, podríamos ir a Londres o hacer turismo de interior, ¿Tú?

- Con nuestro nivel de inglés creo que no vamos a ningún lado eh espailao.

Nos reímos un buen rato mientras recreamos escenas de nosotros hablando inglés. Nos hacía gracia porque era verdad, eramos un caso perdido.

- Bueno pues descartamos esa idea.

- Estaba más que claro...

- Turismo de interior.

- Turismo de interior -asentí con la cabeza-.

- Por parte de mi madre no hay ningún problema, seguro que tú tampoco tendrás ninguno, tu padre es un tipo guay.

Como si entre los arboles hubiera un cazador que acabara de disparar una flecha directa a mi corazón.

-¿Estas bien?

No me sentía las piernas ni las manos, y era completamente consciente de que mi expresión facial había cambiado por completo. No sabía disimular.

Giré la cara hacía él, levante la mirada y, desde la otra punta del banco, negué con la cabeza.

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⏰ Última actualización: Dec 20, 2020 ⏰

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