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"。・:*:・✿ Fin del juego... "

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La mesa delante de Chan está vacía.
Recuerda su generación: habían pocos alumnos. Su curso juntaba a los estudiantes del tercer semestre con los del sexto, el suyo, y seguían siendo pocos.

Once... ¿Cómo es que los nombres no se olvidan? Él, ChangBin, Han, MinHo, HyunJin, Felix, SeungMin, Jae, Lisa, Sana... JeongIn. No han llegado muchos aún.

Es un evento organizado por JiSung, como siempre... Y como siempre, es algo especial. Un salón de fiestas al aire libre, lleno de luces que pretenden encender cuando aparezca el atardecer por una de las vistas del lugar.
Chan se siente ansioso, sujetando entre sus manos el peculiar cuaderno que le fue entregado veinte años atrás, así porque sí.

Ve que Han da vueltas por ahí, esperando nerviosamente a ChangBin con un vaso de jugo en sus pequeñas manitas. Ve que teme que nadie más llegue, porque las chicas se adelantaron y después de la hora acordada nadie más apareció.

Pero eso se disipa a los pocos minutos; SeungMin, MinHo y HyunJin llegan juntos y se sientan en la misma mesa, luego aparecen ChangBin y Felix. El primero besa cortamente los labios del anfitrión y enseguida se dirige a la mesa de Chan. Saluda y toma asiento a un lado; poco más lejos se queda Felix.

Tal vez es un poco incómodo; con muchos rompió lazos, pero es entretenido saber qué fue de sus vidas.

— Química. — Contesta Felix cuando ChangBin pregunta por lo que ha estudiado.

— Sí, es curioso. — Agrega Chan. — Estudiamos un par de años juntos, pero yo me fui por astronomía.

— ¡Todo eso es muy difícil!

— Lo es. ¿Qué hiciste tú?

— Con Han pusimos una pastelería. Seguro no es la gran cosa, pero era su sueño y a mí me gusta atender.

— ¿Vieron que Sana está embarazada? — Menciona Han cuando pasa por su mesa. — Acaba de decírselo a Lisa, ¿pueden creerlo?

— ¡Deja de escuchar conversaciones ajenas, Hannie! — Regaña su novio.

— Igual iba a decirles, somos amigos.

Así que la reunión continúa cómodamente, con actualizaciones sobre las vidas tan largas que han llevado hasta ahora. Y hay un problema: casi todos han llegado, pero entre esos dos que no lo han hecho se encuentra JeongIn. Y Chan está preocupado.

Es la hora del atardecer y han acordado levantarse para verlo. Todos están ahí, todo luce bien. Disfruta la reunión, después de todo.

El sol cae, las luces se encienden y una vez más las puertas se abren. Y ahí está: con un aura blanca que típicamente desprende, camina lento y bien iluminado aquel chico azabache que hoy en día ha dejado de usar brackets. Sus ojos rasgados, grandes y brillantes viajan por ahí, como si no supiera si está bien presentarse. Como si no fuera su lugar.

Chan recuerda eso del menor: es tímido.

El mayor no se mueve, no dice nada. Ve como JeongIn se acerca al grupo y lo ve a cámara lenta, como si fuera el momento más importante de la noche, o tal vez su vida, no sabe.

Pero los ojos del azabache recaen en él y se queda inmóvil. Hace cuentas en su cabeza y sí: han pasado 20 años y ahora Chan sabe todo lo que en su momento sintió, que ahora parece revivir pues no puede evitar sentirse como ese pequeño chico de quince años enamorado por primera vez. No sabe lo que debe hacer, sus manos tiemblan y su rodillas también. Quiere correr, desaparecer; quiere no haber abierto la puerta, no haber recibido a Jae y tampoco haber dejado que lo llevase hasta ahí. Quisiera que fuese solo un sueño más del que puede despertar y después escribir. Quiere ser un niño y así ser capaz de justificar su infantil comportamiento, pero no puede.

Como un atardecer que ocurre solo una vez al día, lo que siente por Chan fue de una sola vez en la vida. ¿Cómo lo olvidaría...? Incluso con todos esos ojos clavados en él y las luces, la música incesante y el frío de la noche: JeongIn espera que el momento un día pueda concluirse.

Y es así como el último rayo del sol se disipa y un adorable rubio se para frente a él.

— Te traje esto. — Es lo primero que le dice mientras entrega el diario. — Léelo.

JeongIn obedece. Pasando páginas con el rostro sonrojado llega a leer algunas de sus propias palabras y se siente idiota. No sabe porqué tuvo que dárselo. No sabe porqué le encanta hacer el ridículo, pero continúa. Llega al último escrito, con la fecha del día anterior y lee tan rápido como puede, sin dejar de temblar y sin poderlo creer. — Maldito Han.

— Lo sé.

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☆.。.:* Fin .。.:*☆

。・:*:・✿ Mátenme, ah

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Sweet night 。:¡!♡* ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora